Por Valentina González

Se cree que en 1930 apareció en una labor de guaqueros en Anorí, en Antioquia, un poporo quimbaya, fabricado cerca del año 301 antes de Cristo.

La valiosa joya anduvo por distintas partes del país e incluso estuvo a punto de ser derretida en varias oportunidades. Fue en 1939, cuando don Luis Ángel Arango, como presidente del Banco de la República, solicitó adquirir la pieza y originar así un proyecto de preservación de oro precolombino y la creación del Museo de Oro de Bogotá.

El poporo era usado principalmente como un recipiente ceremonial para el mambeo de hojas de coca durante las celebraciones religiosas.

El 22 de diciembre de 1939 se exhibió la pieza en la Sala de Juntas del Banco de la República.  

En la Sala de Juntas del Banco de la República nació el Museo del Oro.

En la actualidad el Museo cuenta con alrededor de 59.479 objetos entre orfebrería, textiles, piedra y cerámica de los sitios arqueológicos más variados de Colombia. Tras una década de trabajos iniciados en 1998 y una inversión de 20 millones de dólares, el museo fue ampliado y renovado en octubre de 2008.

Millares de turistas pasan al año por su sede, en el Parque Santander, a un lado del viejo edificio de Avianca y frente a la famosa Iglesia de San Francisco.

UN PASEO POR EL MUSEO

Son demasiadas las expectativas por cumplir. Es este el sitio perfecto para aprender sobre la historia de las culturas y las tribus que han habitado las tierras que hoy llamamos nuestras. El Museo del Oro del Banco de la República, ubicado en el centro de Bogotá, Cra. 6 # 15-88, Bogotá,  es considerado como uno de los lugares más importantes del país, gracias a que en su interior lleva siglos contenidos en imágenes y objetos de la Colombia prehispánica.

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La sede del Museo en pleno centro de Bogotá.

Este centro histórico cuenta con la colección de orfebrería prehispánica más grande del mundo y tiene aproximadamente 34 mil piezas de oro y unos 25 mil objetos en cerámica, piedra, concha, hueso y textiles.

Ganador de un Premio Nacional de Arquitectura en el año 1970 y de otros importantes premios de la arquitectura moderna colombiana, el Museo del Oro, es sin duda uno de los símbolos más importantes del país de las épocas prehispánicas. Fue inaugurado en 1968, pero requirió de una remodelación. La nueva edificación, moderna, pero a la vez plana en significado, fue inaugurada en diciembre de 2004. Su estructura por dentro y por fuera, su organización, su limpieza, su cuidado, sus muebles y demás objetos que a simple vista se pueden apreciar, demuestran el amor con el que protegen a cada símbolo allí albergado de la cultura colombiana.

La fachada es elegante y moderna. Se encuentra en medio de un parque con decenas de árboles, cual bosque frondoso, que arropan con su follaje la estatua de Francisco de Paula Santander, a la que a su alrededor se encuentran niños indígenas corriendo por todos lados, mientras que sus padres tejen collares para tener con qué comer.

La primera sala, ubicada en el segundo piso de la edificación, es en forma de U y es una de las más interesantes. El tema principal es sobre los objetos de oro, bronce y cobre, los territorios donde se hallaron estos metales, cómo los utilizaron los mineros y orfebres que crearon estas mágicas piezas y las técnicas usadas para su elaboración. La bisutería que hacían en esa época: collares en perlas y en oro, Además, narigueras que se colocaban, con sus texturas, colores, brillos, matices y técnicas.

La segunda sala es amplia y está dividida por secciones. La primera muestra los artículos en oro que se encontraron en el altiplano cundiboyacense y el Nariño. Lo más llamativo e impactante son las máscaras de gran tamaño hechas en oro, la mayoría con aspectos deformes. La siguiente sección es la del Tolima y la región de San Agustín, donde se pueden apreciar los cascos de los combatientes de las guerras de esa época, eran todos en oro y bronce y de grandes proporciones. También hay unos escudos para los pectorales con algunas figuras talladas en el mismo oro.

La tercera zona era la de la región del Zenú y de la zona de los Tairona, cuyos objetos eran tallados en piedras y algunos en oro, manteniendo siempre el rostro y la cola de uno de los animales más importantes para estas culturas: los felinos. Por último, está la zona Muisca y del Chocó, allí el visitante se encuentra con una momia. Se ven todas las características que tiene el cuerpo humano a la hora de su preservación. Esto era lo más importante que hacían estas culturas con sus mandatarios para recordar su existencia.

La balsa muisca, una de las piezas más admiradas en el Museo del Oro.

En la siguiente sala está el Poporo Quimbaya. Su tamaño de 23 centímetros de altura y 11 centímetros de diámetro, enseña que lo que no tiene en proporción lo tiene en simbolismo, Gracias a esta escultura encontrada en Antioquia en el siglo XIX, el Banco de la República abrió este increíble museo en el año de 1939.

La última sala se ve a oscura y luego se va encendiendo poco a poco para ver su belleza: dentro de una enorme urna una pequeña pieza, se trata de la balsa de la ofrenda, aquella que dio origen a la Leyenda del Dorado, donde los muiscas arrojaban en lagunas como la de Guatavita, objetos hechos en oro tan brillantes como el sol y las esmeraldas.

Sin dudas, el museo del oro es un lugar que todos deberían visitar, sin importar si son colombianos o extranjeros. El Museo de Oro es el sitio ideal para aprender sobre la historia que está albergada en los 84 grupos indígenas que hablan más de 65 lenguas en el país. Es una experiencia que hay por vivir.

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