A pesar de no tener hijos –sí dos hijastros de su marido Joachim Sauer, a la izq.–, caló entre los alemanes el apelativo de mütti [mami]. Al inicio de su gobierno, se refería a las normas severas en materia económica que impuso. Con el tiempo, ha adquirido una connotación familiar y entrañable.

La canciller lleva 16 años gobernando Alemania y siendo la mujer más poderosa del mundo. En unos meses, alcanzar la edad de la jubilación y se retirará de la política. Un paso a un lado que, para una apasionada del senderismo, es el inicio de un recorrido por definir.

Más de unas senderistas se ha cruzado en los últimos años con Angela Merkel en Val Nosta, al sur del Tirol, en los Alpes italianos. Con gorra, camisa a cuadros y bastones para caminar, a partir del próximo otoño será aún más habitual ver por esas rutas a la mujer que ha liderado Alemania durante los últimos 16 años. Celosa de su intimidad, esta es una de las pocas aficiones que han trascendido. “Desde que asumió la cancillería, Merkel ha trazado una frontera clara entre su vida privada y su actividad pública. Durante todo este tiempo, ha sabido mantener su entorno y sus costumbres alejadas de los ojos curiosos”, explica la periodista Christina Mendoza Weber, coautora de Angela Merkel: la física del poder (Intermedio, 2019), la primera biografía en español sobre la mandataria. Al principio se hablaba de hermetismo y se recordaba la influencia de su padre, un estricto pastor luterano. Década y media después, el mundo ha entendido que es solo que no se da ninguna importancia.

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Al borde de dejar la política y jubilarse, resuena lo que una vez dijo: “Prever y reaccionar de acuerdo con los cambios es un reto abierto a todos.”

“Es muy normal y siempre saluda”, corroboran sus vecinos en Hohenwalde, la zona del distrito de Uckermark en la que tiene su segunda residencia. Muros altos de ladrillo y tablones de madera, un modesto jardín, ventanas con cristales tintados, tejado a dos aguas y fachada blanquísima, Merkel y su segundo marido, Joachim Sauer, compraron la casa de campo a mediados de los 80. Suele disfrutar allí de los fines de semana y parte de las vacaciones oficiales. Es previsible que pase más tiempo una vez concluya su último mandato, el cuarto, tras las elecciones del 26 de septiembre.

Preparando una tarta, leyendo tranquila y con alguna ópera de fondo –es asidua del Festival de Ópera de Bayreuth–, Merkel tendrá tiempo para ella. Al fin. Dejará de ser máxima mandataria del país más poderoso de la Unión Europea para ser una mujer doblemente jubilada, puesto que en julio cumple 67 años. Su marido, cuatro años mayor, ha extendido su contrato como catedrático en la Universidad Humboldt de Berlín hasta finales de 2022. Fue en ese entorno en el que la pareja se conoció en 1981. Doctorados ambos en Química Cuántica, Angela –que lleva el apellido de su primer marido, el físico Ulrich Merkel– se pasó a la política inspirada por la caída del muro de Berlín, pero nunca ha abandonado su perfil científico.

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“Merkel es un modelo para muchas mujeres que nos hemos dedicado a la ciencia –asegura la física Christiane Helen Becker, directora del departamento de Energías Renovables en el mismo campus en el que estudió la canciller–. También a otros niveles. En un mundo dominado por gente como Putin, Bolsonaro y hasta hace poco Trump, su liderazgo ha inspirado a muchas”. Por eso Becker pone en valor la influencia positiva que la canciller podría tener a favor de causas como la lucha contra el cambio climático, o la desigualdad entre hombres y mujeres. “Seguimos necesitando su voz, la de alguien que nos mantiene con los pies en el suelo, que se centra en los hechos y no en elucubraciones”.

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Seguimos necesitando su voz, la de alguien que nos mantiene con los pies en el suelo y se centra en los hechos.”

Existen antecedentes que la avalarían. Entre 1994 y 1998, en el quinto gabinete del canciller Helmut Kohl, su gran valedor político, estuvo al frente del Ministerio de Medio Ambiente. En la legislatura anterior, había sido responsable de la cartera de Mujeres y Juventud, promoviendo una ley de igualdad pionera que obligó a introducir la figura de la Defensora de las Mujeres en las administraciones públicas. Hasta este último mandato no ha conseguido un objetivo muy ansiado y para el que ha encontrado obstáculos por parte de los lobbies económicos: la paridad en su gabinete.

Dentro de su partido, la Unión Demócrata Cristiana (que ha encontrado el relevo como dirigente de la organización y posible candidato en Armin Laschet, actual ministro de la región de Renania), ni entre sus socios de coalición, la Unión Social Cristiana y el Partido Socialdemócrata de Alemania, conocen el futuro de Merkel, aunque coinciden en que su tiempo ha tocado a fin. La gestión de la pandemia se valor en buenos términos, pero ven necesario un horizonte político con nuevos protagonistas. Este capítulo ha permitido a Merkel mostrar su lado más humano, con políticas que ponían la salud por delante de la economía, pero la opinión de los analistas es que fue posible al no haber una reelección en juego.

Quizá la clave de esta aceptación no está solo en la lealtad y sentido del deber que elogian sus aliados, sino en algo que señaló uno de sus rivales. El vicepresidente del Bundestag, el liberal Wolfgang Kubicki, reveló que de la canciller se quedaba con “su fino sentido del humor”, que solo ha aflorado en contadas y celebradas ocasiones –muchas veces por puro despiste–, pero destacaba por encima de todo sus dotes como “gran anfitriona”. Esa disposición para hacer que todos se sientan acogidos a su alrededor la seguirá definiendo en su retiro. Probablemente disfruten más de esta buena disposición para recibir los dos nietos de su marido, que tiene dos hijos de su anterior matrimonio, aunque la convierte en candidata ideal para un puesto que queda libre en diciembre. “Sería una gran secretaria general de las Naciones Unidas”, comenta la abogada Catalina Garay, primera española en colegiarse en Alemania, que conoció a la canciller al llegar al poder, en 2005.

Karl-Rudolf Korte de la Universidad de Duisburg-Essen, coincide en la radiografía de Merkel, aunque difiere respecto a su futuro: “Tiene la oportunidad de retirarse con dignidad, algo muy difícil en la alta política, y lo más inteligente sería centrarse en el ámbito solidario”. Y añade: “El olvido comienza de repente y se irá limitando a efemérides. Además, su ética austera la empujará a alejarse de la esfera pública”.

Tiene la oportunidad de RETIRARSE con dignidad, algo difícil en alta política. Su austeridad la empujará a alejarse del foco.”

Nombrada por Forbes la mujer más poderosa del mundo en 13 ocasiones, solo el sentido del deber podría hacer que se implicara en la ejecución de un Green New Deal en la Unión Europea. “Su contacto con activistas jóvenes, como Greta Thunberg y Luisa Neubauer, y las políticas verdes que ha implementado, así como su indiscutible liderazgo y experiencia, serían muy útiles”, valora Elke Schüssler, catedrática de Organización Empresarial y Sostenibilidad de la Universidad de Linz (Austria). “Lo que es seguro es que, pese a hablar ruso por haber crecido al otro lado del telón de acero, no entrará en el mundo de los lobbies rusos del gas y el petróleo, como sí ha hecho su predecesor”. El canciller socialista Gerhard Schröder fichó por Gazprom y preside el consejo supervisor de Rosneft.

“En nuestra investigación corroboramos que le gustaría visitar las universidades que le han dado el título de doctora honoris causa”, señala Mendoza Weber. Hoy en día son 17 instituciones, aunque es probable que se sumen más cuando la disponibilidad de la canciller sea mayor. Esa querencia por lo académico está arraigada en Merkel, que no pudo cumplir uno de sus sueños: dedicarse a la docencia, como su madre, Herlind Kasner, que ejerció como profesora de inglés en una escuela pública casi hasta que falleció a los 90 años, en 2019.

“En su primer viaje a Latinoamérica, Merkel reconoció admirar mucho al príncipe Alejandro de Humboldt y querer seguir algún día sus pasos”, asegura Mendoza Weber. Quizá explorará las montañas de las Américas a partir de septiembre, como el célebre geógrafo prusiano. Se alejará buscando cimas y senderos por los que perderse, recordando aquellos días de juventud, en los que recorría territorios checos, polacos, húngaros o rumanos y dormía en tienda de campaña. Habrá gobernado más tiempo que el primer canciller de la República Federal Alemana, Konrad Adenauer. Solo su mentor, Helmut Kohl, la superará por 26 días en el puesto de canciller.

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A partir del 26 de septiembre de 2021, seguirá en su apartamento en el barrio berlinés de Mitte, como estos 16 años en el poder, en los que no ha querido mudarse a la cancillería. ¿Será ella quien ponga ahora las lavadoras y no su marido, como ha hecho hasta hoy? Lo que es seguro es que habrá más ocasiones de verla en su supermercado de confianza. Abrazará una nueva rutina, pero no abandonará su metodología científica. Una vez dijo que “prever y reaccionar de acuerdo con la dinámica de los cambios es un reto abierto a todos”. Angela Merkel hará suya una ley que no aparece en los tratados científicos, la de que el movimiento se demuestra andando. Esta vez, por un nuevo camino.

Textos y fotos: elmundoalinstante.com

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