Por Diego Efraín García Cañón, CEO Epystemy Fotos Pexel

Cuando estamos dejando la adolescencia, que por convención en Colombia es después de cumplir los 18 años, y entramos en lo que se denomina ser joven y luego adultez, la siguiente frase se convierte en una constante en nuestra vida: No sé qué hacer. Esa frase está relacionada con un aspecto muy importante de nuestra vida, tomar decisiones.

Para el momento en el que estamos próximos a terminar nuestra formación académica básica o el colegio, nos llegamos a sentir bombardeados por la siguiente pregunta: ¿qué piensas estudiar o a qué te vas a dedicar? Y para algunas personas la respuesta puede ser sencilla, ya lo tienen “claro”, en cambio para otros puede ser una pregunta que se convierte en una llave que abre la puerta a muchos sentimientos. Nos sentimos angustiados, preocupados, nuestros miedos toman fuerza, hasta llegar a sentirnos estresados por nuestro futuro. 

Después de decir que vamos a hacer con nuestras vidas, iniciamos la universidad o empezamos a trabajar, llegamos a ese periodo que deseamos con gran anhelo cuando estábamos más jóvenes, queríamos tener responsabilidades y ser  independientes, pero esa “libertad”  es como un contrato que tiene letra pequeña, pero realmente está en mayúscula y resaltada, dice: a partir de ahora vas a tomar decisiones, que implica realizar actos que tendrán consecuencias y de acuerdo a esos resultados, por las decisiones tomadas, se va ir configurando lo que llamamos vida. Que para unos puede ser más cómodo y para otros un poco más complejo, pero al final de cuenta, será simplemente el resultado de nuestras decisiones.

Pero, ¿cómo saber tomar una decisión? No hay una respuesta absoluta; sin embargo, existen herramientas que con el tiempo se van aprendiendo, por lo tanto, va a mejorar nuestra habilidad para tomar decisiones. Una de esas herramientas puede ser la experiencia propia, por ejemplo, el año pasado tome una decisión económica, y según lo que hice tuve un resultado, que catalogue como bueno o malo, y ahora en el presente ante una situación similar debo tomar de nuevo una decisión, entonces puedo utilizar lo vivido para tomar esta nueva decisión.

Por otro lado, si no cuento con ese antecedente, puedo tomar experiencias de segunda mano, es decir, que han hecho los otros y como les ha ido, existe un riesgo frente a este hecho y es que las experiencias no se pueden homologar un ciento por ciento con lo que hagamos nosotros, pero sí nos permite ampliar nuestro punto de vista de la situación. Finalmente, lo que buscamos como primera estrategia, es reunir la mayor cantidad de información posible para tomar esa decisión.

Las decisiones nunca van estar exentas de potenciales riesgos, nadie nos puede predecir un resultado, estamos ante un término que es la probabilidad de éxito o de fracaso, todos buscamos tener un resultado favorable, ¿cómo llegar a ese punto? Lo principal es disminuir el riesgo al menor valor posible, que conlleva esa decisión, debemos tener en cuenta, que siempre existirá un riesgo.  

Como estrategia para mitigar ese riesgo, la estrategia es tratar de predecir los posibles desenlaces que podría tener la decisión que yo tomé y cómo me preparo ante esos escenarios, por ejemplo, yo decido, hacer un préstamo en un banco, porque quiero hacer una compra de una casa, y antes de solicitar ese préstamo, tuve que decidir si lo hacía o no, según la estrategia mencionada, uno realiza una proyección de cuantas cuotas voy a pagar, de eso cuanto es de intereses y capital, cuanto tiempo voy a tardar en pagar, de donde voy a sacar dinero para hacer el pago de las cuotas.

Pero la invitación es a ir un poco más allá y suponer que pueden ocurrir eventos asociados a eso que yo no había contemplado, como podrían ser: pierdo el trabajo, tengo una enfermedad (acabamos de pasar por una pandemia, que creo yo no la teníamos en nuestros planes), en fin, varias cosas. Y no se trata de ser negativos, al contrario, se trata de generar planes de contingencia ante esas situaciones imprevistas, y si llegan a pasar ya tendré un plan, el cual me va a facilitar la vida y de forma directa disminuirá mi estrés.

Lo anterior sirve para ir creando en mi mente una estructura que permita con el tiempo: evaluar las situaciones, predecir resultados, minimizar riesgos y tomar decisiones.  Pero esto puede quedarse corto, porque las decisiones muchas veces, sino la mayoría se toman con algo que se llaman emociones, las cuales pueden sesgar nuestro juicio. Veamos, si me invitan a una fiesta o un evento y ese día estoy triste probablemente no quiera salir, pero si estoy feliz podrá ser una respuesta diferente.

Tomamos una decisión basados en cómo nos sentimos, y esto puede pasar con decisiones como entrar a la universidad, comprar un carro, montar un negocio, casarse o separarse, y después podemos estar arrepentidos, porque solo vimos la situación desde un punto de vista y tomamos una decisión, “vimos el árbol, pero, no el bosque completo”.

Una gran estrategia es la de los seis sombreros, en la cual se analiza una situación según el sombrero “punto de vista” que tenemos puesto, para tener un análisis mucho más completo y permitiendo tomar una decisión más objetiva y clara, que disminuye el riesgo aumentando la probabilidad de obtener resultados favorables.

Debemos tener en cuenta, que, frente a la toma de decisiones, vamos a tener reacciones ante los resultados, y eso es tan importante como tomar la decisión, ahí se prueba realmente esa responsabilidad que tanto anhelábamos en nuestra juventud, si dividimos la palabra responsabilidad en dos, obtenemos:  RESP y HABILIDAD, por lo tanto, ser responsables, es la habilidad para responder ante determinada situación, y esa respuesta la damos principalmente con nuestras emociones. 

Si nos damos cuenta, nuestras emociones como: ira, tristeza, miedo, asco y felicidad, están presentes. Sin una adecuada gestión y control emocional, tomar una decisión puede convertirse en una pesadilla.

Siempre y de forma diaria vamos a enfrentarnos a decisiones, desde comprar un helado hasta hipotecar la casa, y para poder llegar a una solución y no vivir en él “no sé qué hacer” podemos: 1. Recopilar la mayor información posible, desde nuestras propias experiencias o de los demás. 2 buscar ser lo más objetivos con la estrategia de los seis sombreros (no es la única). 3. Ver los posibles escenarios de resultados y generar planes de acción ante ellos, estos es evaluación de riesgos .4 controlar mis emociones ante la toma de decisiones y sus resultados. Y 5. Creer que todo es posible si se planea. 

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