Por Claudio Ochoa

Días atrás, un comunicador social radial decía: “cautivado Hermenegildo Pérez, supuesto participante en el conflicto y hoy actor en las disidencias de las extintas farc, quien combatió junto a Jorge Torres, líder que fuera de la organización política y militar, rebelde hoy desmovilizado”.

Para entender lo anterior se necesita ser menor de setenta u ochenta años, haber hecho el curso de neologismos internacionales humanitarios, ser “parte del conflicto”, o estar pegado a los noticieros radiales. Esto último, uno de los métodos más eficaces para terminar señalando a lo malo como normal. A fuerza de repetir y repetir, oír y oír, con el apoyo alienado y alineado de muchos comunicadores, ya no nos cabe duda alguna. Traduciendo las anteriores palabrejas, tenemos en nuestro castellano familiar: “capturado Hermenegildo Pérez, guerrillero que sigue en las farc, quien causó daños y violencia a ciudadanos y a las autoridades civiles y militares, etc. etc.

Desde las ONUs, las comisiones nacionales e internacionales de derechos humanos, especialmente la interamericana, especializada en condenar a los gobiernos de Colombia, casi siempre por cualquier motivo, vienen haciendo la tarea y cambiando la concepción de los hechos, al presentarlos amables y en defensa de los más desposeídos. Otros aportes son desde nuestras ONGs, los partidos y movimientos políticos, y hasta desde las fuerzas armadas.

Unas muestras del neocastellano que infiltra y está cambiando la concepción de realidades, en colegios, universidades, organizaciones políticas, medios de comunicación, y hasta en hogares:

.- Conflicto armado, expresión que tuvo alguna validez en el siglo pasado, de pronto hasta la década de los setenta, cuando hubo ciudadanos que se oponían a las graves desigualdades sociales y económicas y a la concentración de la riqueza y el poder en pocas manos. Alzados en armas que desaparecieron, que alcanzaron a conformar un “conflicto armado”. Ya los “actores” están en conflicto, pero con quienes les compiten por atesorar más y más oro, o con las autoridades que les quieren dañar negocios turbios.

.- Dirigente político. Terminacho que repiten y repiten periodistas y comunicadores sociales, dando la categoría de tal a cualquier saqueador que se arrima al tesoro público, para aruñar su parte. Va de la mano del desprestigiado “doctor” que atribuimos a cualquier encorbatado, en señal de falso respeto o por disparar el ego a quien está detrás de un escritorio público, muchas veces bien iletrado.

.- Grupos residuales…será verdad tanta belleza?, o será la retaguardia que quedó luego de la proclamada paz de 2016?

.- Hostilidades, cualquier tipo de agresión con bombas, dinamita, armamento pesado, en contra de los civiles y militares, indiscriminadamente.

.- JEP, injusticia rimbombante, intocable y despilfarradora, cada vez más desprestigiada.

.- Liberación humanitaria, entrega en la que hubo dinero de por medio, o acoso de las autoridades, o canje de prisioneros, de un ciudadano injustamente secuestrado.

.- Líder social, denominación para distinguir a quienes conducen a la sociedad, sirven de intermediarios entre una comunidad y un gobierno, antiguamente llamados líderes comunales. Que los hay, los hay, muy buenos y dignos de apoyo, respeto, acatamiento y protección de parte de la gente de bien. Pero como líder social están calificando ahora también a criminales, secuestradores, ladrones, etc., pateando la sagrada misión de estos colombianos, con tal de mostrar al Estado como violento, incapaz, enemigo del pueblo, cuando ocurren asesinatos en el sector rural y pequeñas poblaciones. Y el mismo Estado poco reacciona, mientras muchos comunicadores se tragan entero el cuento. Ni ese ni este se han preocupado por investigar, en busca de la realidad. Esto me trae al recuerdo la época de nuestro pasaporte verde (al que le cambiaron de color dizque para mejorar la imagen de los colombianos), cuando los primeros narcos debían declarar su profesión u oficio para escribirlo en ese documento, y tales personas siempre se presentaban como “comerciantes”.

.- Objetivo militar,  objeto material que estorba o persona amenazada, por estar en enemistad con cualquier sujeto armado, de la insurgencia o de las fuerzas militares.

.- Prisioneros de guerra, para designar a  civil o militar que se atreve contra la insurgencia y cae en sus manos.

.- Retención, término ya muy familiar, para ocultar el secuestro, la privación injusta de la libertad a una persona. También denominada como «persona detenida a razón del conflicto».

 .- Tregua. Estrategia bien manejada por los “insurrectos” para protegerse, salvar sus vidas o rearmarse, cuando sienten el acoso definitivo de las autoridades.

.- Falsos positivos, asesinatos a sangre fría, cometidos por elementos desviados de las fuerzas armadas, contra jóvenes llevados a base de engaños y con la finalidad de mostrar cumplimiento y éxito en el trabajo.

Esta última expresión reconocida en el Diccionario Panhispánico de la Real Academia Española, pero en medicina, “como una exploración física o prueba complementaria que detecta un embarazo o una enfermedad en el paciente, inexistente en la realidad”.  Así sucesivamente idiotismos y palabras acomodadas engordan y engordan el neo castellano, distorsionando la realidad entre nosotros, oprimiéndonos, amantes que somos de la mentira y el engaño.

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