Los finlandeses acuden a la sauna como mínimo una vez por semana.

En el país del norte hacen del baño de vapor una costumbre impostergable, pero también un ritual y un tratamiento. En invierno, lo combinan con el baño helado en el mar o en los lagos

Relajación y depuración. Son los dos grandes beneficios para la salud de la sauna, pero en esas cabinas de madera con vapor de aire muy caliente puede haber mucho más que ganar para sentirse mejor. Así lo creen, y lo practican, en Finlandia, el ‘país más feliz del mundo’, donde la sauna está profundamente arraigada en sus costumbres y en sus tradiciones más antiguas, al punto de que sus habitantes son los grandes expertos mundiales en ella y los usuarios más convencidos: son 5,5 millones en un territorio con 3,3 millones de saunas.

Para los finlandeses, la cita periódica con ese baño de vapor es sagrada, ineludible, y se cumple durante todo el año sin excepción.

Por norma general es semanal y suele darse los viernes por la tarde, como cierre de los días de actividad e inicio de los de descanso y vida social. Y es que dentro de esa habitación o cubículo tiene lugar, para ellos, un ritual corporal y mental, pero también comunitario. En el país escandivano es habitual quedar en la sauna y compartir con otros la experiencia en bañador (lo del desnudo es un poco mito, solo se hace en casa, si apetece) y con sudor, pero sin ningún pudor.

En Finlandia muchas viviendas, tanto casas como pisos, tienen su propia sauna. Si no es así, es porque cuentan con una de uso comunitario en el edificio o en la urbanización, generalmente en el sótano o la azotea. También acostumbran a acudir a las numerosas saunas públicas que hay en las ciudades y en todos los pueblos.

Allí es frecuente toparse con quien lo hace incluso cada día todo el año, como ir al gimnasio, y muchos de ellos lo complementan con un baño helado de contraste (leer detalles de esta práctica al final del artículo).

Hacen de este hábito casi una religión, sin dioses, pero con sus rituales y hasta con algo de fe. Y es que, para los finlandeses, todo se arregla con o en la sauna. De hecho, tienen un dicho popular que reza: «Si la sauna, el vodka (aguardiante o licores, según las distintas versiones) y la brea no lo curan, la enfermedad es fatal».

La sauna finlandesa, que se ha exportado al mundo, es motivo de pertenencia y de orgullo. Y con el actual auge del autocuidado y la búsqueda de tratamientos holísticos, la idea coge aún más fuerza. Para un extranjero, ir allí a un lugar de estos constituye toda una experiencia, al ver cómo los locales viven de forma tan natural compartir las cabinas y al comprobar, además, que están por todos lados: hay desde saunas en la nieve o el agua, en las habitaciones de hotel y en ‘rooftops’, hasta sobre barcos o plataformas flotantes, en restaurantes o cafeterías, en museos y, los más extravagantes, en un teleférico de una estación de esquí y en una noria. Y los hay antiguos y tradicionales, modernos y funcionales o de diseño y de lujo.

Una antigua tradición

Antiguamente, en Finlandia los partos y las muertes también se vivían en la sauna. Esto se entiende si se piensa que ese era el lugar más higiénico de la casa, por lo tanto, allí nacían los bebés y se lavaban los cuerpos en la despedida final. Entonces los hombres y las mujeres no compartían este baño de vapor tampoco.

Hoy en día esto ya casi no ocurre, y la sauna es por norma general unisex, pero sí es frecuente tener allí conversaciones importantes con familia y amigos, e inclusive de trabajo o negocios, y enterarse de lo que sucede en la comunidad. «Para nosotros esto es como un pub en Reino Unido, el punto de encuentro, donde te enteras de las noticias, pero también del cotilleo, es un lugar realmente importante en nuestras vidas», explica la guía turística Heidi Johansson, de Helsinki Partners.

Justamente en la capital el gobierno está llevando a cabo una prueba piloto para establecer saunas por barrios o zonas. La búsqueda de la sostenibilidad, unida ahora al incremento en el precio de la electricidad, ha propiciado este experimento. Conviven con algunas de las saunas de diseño más bonitas del mundo, como la de moda en este momento, Löyly, una instalación de madera de pino tratada para resistir el calor y grandes terrazas acristaladas ubicada a orillas del mar Báltico -para combinar el vapor con el chapuzón helado, si se quiere-, donde además hay una cafetería y mucho ambiente.

También en la ciudad, en pleno centro, al lado del Mercado y junto al agua, está el conocido Allas Sea Pool, donde es posible nadar en sus piscinas exteriores o sudar en sus cabinas flotantes, y donde muchos habitantes de Helsinki acuden antes de empezar su jornada laboral. Junto a ella se ubica además la noria única en el mundo con una cabina convertida en sauna, SkyWheel, para darse el tratamiento dando vueltas desde las alturas.

Los sanadores

La sauna más antigua, sin embargo, está en Tampere, una ciudad ubicada al norte de la capital, en la zona de lagos. Allí funciona una instalación de 1906, Rajaportti, que aún se caliente con leña, a la manera tradicional. En esa localidad, conocida justamente como ‘la capital de la sauna’ por la cantidad de sitios públicos con la que cuenta, trabajan Matti Kemi y Juha Kumara, llamados los nuevos ‘sauna healers’ o sanadores (ellos se inclinan más por chamanes) de la sauna.

Tras un largo viaje por el país recopilando tradiciones e historias, junto con antiguos cantos folclóricos y creencias, los dos jóvenes han desarrollado una ceremonia de purificación que llevan a cabo durante dos horas dentro de la sauna, en Saunakonkeli, en una gran casa situada junto a un lago. Allí ofrecen a los visitantes un ritual para vivir la sauna a la manera más espiritual, con mantras, baños de agua y golpe suaves con las ramas de abedul para ‘limpiar’ cuerpo y mente a través del profundo estado meditativo y relajado al que guían.

Beneficios

Y es que la sauna tiene un marcado efecto relajante. La temperatura en ella es muy alta -entre 80 y 90 grados- y la humedad relativa se encuentra por debajo del 20 por ciento (siempre hay un cubo y agua para ir echando sobre las piedras, lo cual genera más vapor, y aumenta tamén el calor). Con estas condiciones, los músculos se aflojan, y también contribuye a ello la luz tenue de las cabinas, el olor a abedul y brea -los dos imprescindibles en estas salas- y algo fundamental: durante ese rato no se utiliza el teléfono móvil, con lo cual se reduce el estrés y hay cierto ‘detox’ tecnológico. Tampoco suele haber música ni ruidos. La experiencia obliga así a la introspección o a la conversación en voz baja.

Con el calor y el vapor, la piel elimina toxinas junto con el sudor. Los aficionados suelen ducharse antes y después, para completar la limpieza. Se puede estar en la cabina de madera entre unos segundos y media hora o más, según el gusto, condición y entrenamiento de cada uno. Los finlandeses acostumbran a entrar y salir unas cuantas veces, y a beber agua en los descansos para rehidratarse.

La sauna, además, favorece una mejor circulación y estimula la liberación de endorfinas, con lo cual la sensación de bienestar tras un baño es inmediata. Diversos estudios médicos apuntan también a que tiene efectos en el sueño, ayuda en la respuesta inmunológica, contribuye a la recuperación deportiva, incide en la reducción de los resfriados y mejora la salud cardiovascular y el control de la presión arterial, aunque se recomienda consultar al médico si existen enfermedades antes de someterse a esta antigua práctica.

Los finlandeses, de cuyo idioma proviene justamente la palabra ‘sauna’, no tienen ninguna duda sobre ello: allí la opinión es unívoca. Dicen que es la sauna es, justamente, la principal fuente de lo que denominan ‘sisu’. La palabra significa fuerza y perseverancia en una tarea complicada.

Para la periodista y escritora Katja Pantzar, dedicada a estudiar el modo de vida finlandés desde que se radicó en el país de Papá Noel tras dejar Canadá, es más bien la clave de su mentalidad. Es esa forma de afrontar las cosas, afirma la autora de libros como ‘Sisu: el secreto finlandés para un estilo de vida feliz’, justamente la que les permite ser los seres más felices aún con los largos y oscuros inviernos, la soledad y los momentos difíciles.

Del calor máximo al frío extremo

A los finlandeses les gusta la sensación extrema que se siente al pasar de los 80 grados de la sauna a los bajo cero del agua helada o la nieve en invierno. Así, muchas de las saunas cuentan con piscinas exteriores, o preferiblemente acceso directo a un lago o al mar, para poder sumergirse en ellas en forma alternada. No se trata realmente de nadar, sino de hundir el cuerpo en el agua durante unos segundos, o algunos minutos. Y volver a la sauna rápidamente. Si no hay agua, también les vale la nieve para revolcarse. Ellos lo hacen con bañador (o desnudos si están solos) y generalmente llevando un gorro de lana, en una escena típica y allí muy frecuente. Aseguran que este ‘shock térmico’ tiene impacto directo en la relajación muscular (los efectos del frío en este sentido ya se conocen) y en la relajación máxima. Pero también en el ánimo, como muestra clara de ‘sisu’.

Como asegura Pantzar, es esta la verdadera tendencia nórdica más ‘cool’ del momento, que va más allá del famoso ‘hygge’, pues incorpora el ejercicio, la sauna y los baños helados y la alimentación saludable a esa forma tan minimalista, práctica y funcional de hacer las cosas.

Textos y fotos: www.elmundoalinstante.com

También puede leer:

El menú es Omakase, donde los comensales están en las manos del chef

Please follow and like us:
Wordpress Social Share Plugin powered by Ultimatelysocial