Por Guillermo Romero Salamanca

El profesor Fernando Ávila lleva 38 años escribiendo, hablando y enseñando cómo cuidar el idioma español. Es un meticuloso del idioma. Quiere cada una de las letras como el que más. Lo asegura: “Podría decirle que he vivido de las letras. Concretamente, de la ortografía. Con ella he dictado 9000 horas de cátedra universitaria y 20.000 horas de capacitación en empresas, he escrito 30 libros y 1200 columnas y sigo estudiándola y resolviendo dudas para mí mismo y para los demás”.

Aunque estudió publicidad este bogotano es un lector incansable, escribe hasta 10 horas al día, resuelve inquietudes gramaticales, conversa sobre las nuevas palabras y recuerda muchas que han descansado en la paz de los diccionarios.

Le fascina descifrar palabrejas en complicados crucigramas y escudriñar palíndromas –esas palabra, números o frases que se lee igual adelante que atrás–, sería un buen jugador de Scrabble, pero en realidad no dispone de ratos para la diversión y vive en constante desarrollo de los cursos sobre la coma, la puntación, las benditas tildes y cuando hay tiempo, algo de figuras literarias.

Sus alumnos son gerentes de empresas, abogados, periodistas, profesores de español, diseñadores, ingenieros y todos aquellos que buscan perfeccionar sus formas de escribir.

Más de 38 años estudiando el idioma español, con más de 30 títulos. Foto Academiaderedacción.

Comenzó como profesor en el INSE, precursor de la Universidad de La Sabana, luego escribió en revistas como ArcoDiálogos Universitarios y dio los primeros pasos como jefe de redacción de una agencia de colaboraciones de artículos para los diarios.

Un día el escritor Jaime Sanín Echeverri se presentó a la pequeña mansarda y dijo: “Esto se debe llamar Colprensa, porque conlleva un significado de columnas, colaboraciones, Colombia…” Con esas razones, Fernando Ávila, presuroso, dibujó una pluma, le puso los colores naranja y negro y se instituyó el logo.

Viajó luego a la Universidad de Navarra a adelantar sus estudios sobre Enseñanza de la Redacción Periodística, y a su regreso comenzó con el tema de las letras, del cuidado del idioma y de la excelente redacción del español.

El profesor Fernando Ávila en una de sus charlas en Montería, tierra de ensueño.

¿De dónde salió su gusto por las letras?

–De la casa materna, que estaba llena de libros por todas partes. Mi mamá los compraba en la Librería Bruguera, de la carrera Octava con calle 18, y para mí había siempre algún libro de la colección Molino de papel, con dibujos de página entera para colorear. Los que más recuerdo son El pescador y su mujer, de los hermanos Grimm, y Gulliver en el país de los enanos.

Más grandecito compraba cómics de Disney, de Walter Lantz o de Hanna & Barbera. Me gustaban también los de Vidas ejemplares y, entre ellas, la más fascinante fue la de Eugenio Pacelli, papa Pío XII.

–¿Qué siente cuando ve algo mal escrito?

–¡Una gran alegría! Algo mal escrito o mal dicho es la posibilidad de escribir una columna, un guion de radio, un bocadillo más para mi libro Dígalo son errores y un ejemplo más para alguno de mis cursos, lo que también es posible cuando veo algo bien escrito, como dosier, con una sola s, o eslogan, con la e de apoyo, y cuando oigo a un locutor decir penalti, con el acento en la sílaba nal, y no en la sílaba pe, o cónyuge, con el sonido correcto de la última sílaba, je, y no gue. También estos aciertos enriquecen mi material. Póngase a pensar, Guillermo, que al año son 80 columnas y 52 guiones de radio. Necesito cada año 132 errores y aciertos significativos y ojalá nuevos.   

Uno de los 30 libros sobre el idioma que ha escrito Fernando Ávila.

–¿Cuántos libros ha escrito?

–30.
–¿A quién admira más como escritor, a Shakespeare o a Cervantes?

–A Shakespeare, aunque usted no lo crea. Estuve en su casa, en Inglaterra, y me paré cual Romeo frente al balcón de Julieta, en Verona, Italia. Todo ello con gran emoción.

–¿Qué aportan al idioma los libros de Gabriel García Márquez?

–La cadencia musical de su prosa. Ese cuidado por decir las cosas con una belleza infinita, como si fuera música sinfónica, sin traicionar lo común y corriente de la escena narrada con cara de palo.

–¿Qué se debe hacer para preservar el idioma?

–Como el idioma es un organismo vivo, las palabras nacen, crecen, se reproducen y mueren. Cada día nacen palabras como wasap y sachet, de las que una crecerá sana y salva e ingresará al diccionario, y la otra se morirá, pues ya los publicistas la están cambiando por bolsillo. Cada día se reproducen, como blog, que da lugar a bloguerobloguear y todos sus posibles derivados y conjugaciones. Cada día mueren, como asuetodesueto y gabardina, que ya nadie usa. Cada día resucita alguna, como tiradera (‘mamadera de gallo’), que usaban nuestras abuelas en el siglo XX, y que ahora resucitaron los reguetoneros con sus raps de ataque a sus contendores musicales.

–¿Castellano o español?

–¡Español! La entidad que dicta las normas de uso de nuestro idioma se llama Real Academia Española. Las normas de nuestro idioma están en los libros Ortografía de la lengua españolaDiccionario de la lengua españolaNueva gramática de la lengua española y Libro de estilo de la lengua española. Las traducciones de Netflix, cine y guías turísticas vienen en español. Las universidades del mundo entero y las sucursales del Instituto Cervantes ofrecen cursos de Lengua Española… ¿Cómo, pues, se llama nuestro idioma, si no español?
Algunas personas dicen «el mal llamado español», en actitud chovinista. Bueno, pues también hablamos chibcha, cuando decimos BogotáTeusacáUsaquénSubaChíaCajicáchinototeguache…, y quechua, cuando decimos papa, y taíno, cuando decimos canoa, y tupí cuando decimos tanga, pero la estructura léxica y sintáctica sobre la que hablamos esas lenguas es la del español. ¡Qué le vamos a hacer!   

–¿Se deben recalcar en la educación las reglas ortográficas?

–Sí, y no solo en la clase de español, sino en todas, incluyendo las de ciencias y matemáticas.

–¿Cómo se debería celebrar el Día del Idioma?

–Con la lectura de algún párrafo del Quijote. Además, es el Día del Libro, que, en Barcelona, donde nació, se celebra regalando un libro y una rosa. ¡Qué bonita costumbre para copiarla aquí, donde tanto copiamos las costumbres extranjeras!

Y es el Día de los Derechos de Autor, cuando les pagan a los autores las regalías del año. ¡Hay que celebrarlo con una copa! ¡Salud, Guillermo!

–¿Está de acuerdo con que amor es la palabra más bonita del castellano?

–¡No! El concepto es el más bello, inspirador, deseable y necesario del mundo, pero no por ello la palabra amor es la más bella. Simplemente es bella.  

–¿Cuáles son, en su opinión, las palabras más bellas del español?

–En este momento se me ocurren: mañana por la mañanabuenos díascon más veras (como decía Carlos Lleras Restrepo) váyase por donde mismo vinode raca mandacaen el mundo mundialDios mediante, desguarambilado, patidifusoa mantelesmía (como lo dice Manzanero), burundangawifiescarabajo, azulgranacardenalmilagros.  

–¿Es gonorrea la más fea?

–Es fea, pero no sé si la más fea.

–¿Cuántas horas al día dedica a escribir?

–Hay días de 10 horas, y otros de ninguna. Varía según los compromisos con las empresas o conmigo mismo.

–¿Se está escribiendo bien en Colombia?

–Creo que sí. Cada vez es más difícil encontrar errores. Por ejemplo, muchas de las recomendaciones de Fundéu BBVA no corresponden a errores de la prensa colombiana, pero al parecer sí a periódicos de España y de otros países hispanohablantes.

–¿Por qué se dificulta el aprendizaje del buen uso del español?

–Creo que en Colombia se le da gran importancia al español, en colegio, universidad y empresa. En escritos formales e informales. Entre escritores de libros y documentos importantes y entre funcionarios que apenas tienen que rellenar un renglón del diario de entradas a un edificio. Si hay algún ámbito en el que el proceso de enseñanza del español no funcione supongo que será porque tienen a la profesora Tronchatoro dictando la materia.    

–¿Qué debería hacer el Ministerio de Educación por mejorar el buen uso del idioma?
–Cambiar a las profesoras Tronchatoro por profesoras Dulce. Espero que haya visto la película Matilda.  

–¿Hay un cementerio de palabras fallecidas?

–Dicen que los diccionarios son cementerios de palabras, pero la dinámica del idioma es de tal calado que en cualquier momento aparece quien resucita algoritmoaxiologíatenazprocrastinación…, lo que me hace pensar que, más que cementerios de muertos, son cementerios de zombis. En cualquier momento un hechicero ingeniero de sistemas resucita alguna de esas palabras olvidadas. Y ¡zaz!, ahí estaos todos hablando otra vez de la tiradera, que resucitaron los raperos puertorriqueños.   

Estudios sobre el idioma ha realizado Fernando Ávila.

LA MÚSICA COMERCIAL ES EL ÚLTIMO REFUGIO DE LA POESÍA  

–Todos los días nacen nuevas palabras por la globalización. ¿Se unificará el mundo en una lengua?

–Es muy posible. Ya hoy sucede en cierta medida. Taxi, sándwich, web, blog, Coca-Cola, TV, jet, radio, enter, quorm, déficit, motor…son palabras que se entienden en todo el mundo…, pero también es posible que se conserven los distintos idiomas gracias a los traductores de Google. Lo vimos en el Mundial de Rusia. Los periodistas hablaban en español, Google traducía en el celular, el ruso contestaba en ruso, y Google traducía al español… No había necesidad de saber ruso para desenvolverse bien en las ciudades de ese país. Google Traslate derribó esa barrera cultural.     

–¿Está desapareciendo la poesía?

–Un arte llamado declamación, del que hubo aficionados como el Indio Duarte, Baltazar Botero, Franco Pagliaro y John Gress, y del que hoy apenas quedan Jimmy García Camargo o el Indio Rómulo, está desapareciendo. La declamación era la dramatización unipersonal de grandes poemas, como Reír llorando, El duelo del mayoral, El brindis del bohemio, que antes todo el mundo se sabía. Era, al menos, la lectura bellamente vocalizada, de los poemas de Neruda, del tuerto López o de Rafael Pombo. En todo caso, la música comercial es el último refugio de la poesía. Artistas como Serrat y Diomedes Díaz hacen que la poesía sobreviva.

ENTRE CRUCIGRAMAS

–¿Cuál es el género periodístico que más le agrada?

–Un híbrido entre crónica y ensayo que está muy de moda ahora. Antes se decía que la opinión y la información debían estar tan separadas que no hubiera puntos de contacto entre una y otra, pero hoy Alma Guillermoprieto, Andrés Salcedo, Salud Hernández-Mora, Juan Gossaín, etc., escriben crónicas llenas de puntos de vista personales. Hay autores de este nuevo género (crónica-ensayo) que lo dicen todo en primera persona, como Gossaín, «Me dijo mi vecina…», o en segunda, lo que es aún mejor, como Guillermoprieto, «Vas al seguro social y debes hacer cola por varias horas…». Muchos periodistas de la vieja guardia se crispan cuando digo lo que aquí estoy diciendo, pero tendrán que acostumbrarse… o retirarse.    

–¿Resuelve crucigramas?

–Sí, los de El Tiempo, especialmente el Megacerebro de los sábados. Lo asumo como un desafío personal que me hace Alejandro Rivas. Él lo hace pensando «Vamos a ver si con este puede el creído de Fernando Ávila», y yo lo resuelvo mientras le voy diciendo «¿Del Santa Fe? AS», «¿Uribe? ÉL», «¿Partido conservador? OO», «¿Esa cara? MARÍA DOLORES PRADERA» … Cuando ya no doy más, y me quedan cuadros en blanco, lo confieso, acudo a Alexa… Si no, no hay manera. Pero que lo sepa Rivas, siempre lo completo.

–¿Quiénes aprenden a escribir mejor?

–Los abogados y los correctores de estilo.

–¿Dejó el mundo de la publicidad?

–Hago publicidad en internet para vender mis libros y mis cursos.

–¿Cuál es su labor ahora como cultivador y preservador del español?

–Escribo una columna semanal en El Tiempo; una quincenal, en Ámbito Jurídico, y una trimestral en Así somos. Eventualmente me piden algún artículo en Semana y en Archiletras (Madrid). Soy panelista sabatino de Blu Radio. Actualizo constantemente mis libros. Atiendo consultas diarias de muchas personas. Todo ese trabajo está dirigido a que mis lectores y oyentes amen cada vez más el español y lo usen mejor.

–¿Qué pasó con la Fundéu BBVA?

–Fui delegado para Colombia de la Fundación del Español Urgente, Fundéu BBVA, junto a otras 4 personas en Latinoamérica (Perú, Chile, Argentina, México). Esas delegaciones funcionaron durante los años 2011, 2012 y 2013, hasta cuando BBVA recortó a la mitad el patrocinio que le daba a Fundéu. Yo sigo siendo delegado de corazón o ad honorem porque a veces me consultan usos, por ejemplo, por qué se escribe en los periódicos colombianos Eln, en vez de ELN, o cómo llamamos los apartaestudios o las gastronetas en Colombia… También, a veces envío alguna información para que elaboren allá las recomendaciones sobre el uso correcto, y sigo siendo amigo de quienes trabajan en Fundéu, Madrid, y de los antiguos delegados en América. Hoy es una relación más de amistad que laboral. 

–¿Cuántos seminarios tiene?, ¿cuántos años en esta tarea?

–Cada año me encargan unos 20 talleres en empresas, y llevo 38 años haciéndolo. El primer taller empresarial fue para gerentes de Carulla. El de la semana pasada fue para abogados de Gómez-Pinzón. El de la próxima semana, para profesores del Colegio Abraham Maslow.

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