Acabo de ganar la Maratón en Pereira. Y me llaman como «el tigre de La Calera». Tengo 19 años.

Todo empezó cuando tenía unos 10 años, aprendí a montar en la bicicleta de un primo, luego una señora, que fue como mi mamá me regaló una bici. Montaba a toda hora y hacía mandados en la plaza de mercado de La Calera, mi municipio que está al oriente de Bogotá a unos 40 minutos.

Fui creciendo y ya la bici me quedaba pequeña y ya no era igual de divertido por qué me sentía incómodo. En ese entonces trabajaba con un señor que tenía un negocio de comidas rápidas y él me dio una bici muy linda que me quedaba perfecta. Acordamos que me descontaría de lo que me pagaba y así me quedaba con ella.

Él tenía una bicicleta de una gama mucho más alta y de vez en cuando me la prestaba para ir a montar un poco lejos del pueblo por las veredas. Iba y venía una y otra vez.

Meses después nos fuimos a vivir a una vereda que queda a 35 minutos del pueblo. Yo estaba en séptimo y un día se me ocurrió ir de la vereda al pueblo, para ir al colegio. Así podría también ahorrar lo del transporte, ya que no contábamos con muchos recursos.

Ese mismo año tuve un inconveniente con mi mamá y decidí irme de la casa y vivir con mi hermana mayor. Yo tenía 12 años, desde ahí me tocó trabajar para ayudar con el arriendo y otros gastos. Seguía estudiando, mi papá me ayudaba con algo para los transportes y pues me iba en bus para el colegio. Estudiaba en El Salitre de Guasca que queda más o menos a 18 km de La Calera.

Tiempo después armé una bici un poco mejor que la que tenía y empecé a montar de nuevo y mucho más seguido. Salía con unos amigos lejos y desde ahí le cogí mucho más amor a este lindo deporte.

Un día se me ocurrió ir al colegio en bici y lo hice, de ida demoré 1 hora y de regreso hora y media. Luego hice un gran esfuerzo para comprar una bici mejor hasta que lo logré. Iba al colegio en bici 1 vez a la semana, después 2 veces y al pasar los días y semanas ya me demoraba menos tiempo en ir y volver.

En el 2019, con la ayuda de Dios compré una bici mejor. Ya iba al colegio todos los días montado en mi caballito de acero. Hoy tardo 20 minutos hasta allá y 25 de regreso. En ese año los profesores vieron que tenía talento y corrí los Intercolegiados. Gané 3 carreras y en ese mismo año, un profesor me dijo que había una carrera en Guasca, él me pagó la inscripción y yo acepté.

Era para un sábado. El día anterior salí del colegio y me dirigí hacia Guasca a dejar la bici para no bregar con el transporte. El día de la carrera me llamaron muy temprano de dónde dejé la bici para decirme que estaba “pinchada”. Yo pensé: mi primera carrera y empezamos con el pie izquierdo. Salí rápido para esperar la buseta y llegué a despinchar. Estaba nervioso porque los competidores tenían excelentes bicicletas y se veía que eran muy buenos. Pero no me amilanó.

Ese día mi familia me dio la gran sorpresa: todos fueron a acompañarme y eso me motivó muchísimo. Empezó la carrera y nunca me imaginé ganar, pero lo hice. Me dieron una bicicleta marca Teiko Bike de premio, una inscripción para correr el Gran fondo de Nueva York, una camiseta y otras cosas.

Después de eso me motivé para seguir montando seguido, más duro y así poder correr lo que apareciera. Comencé a correr unos chequeos en pavimento, pero en bici de MTB y gané muchos trofeos.

 Un día un señor se dio cuenta que estaba muy juicioso y que me iba bien. Me dijo que por qué no corría algo grande, algo nacional. Yo le dije que obvio, pero que no sabía qué hacer, ni cómo. Empezamos por sacar la licencia para correr una Copa Colombia de Marathon que fue en Ibagué el 20 de junio del 2021.

Esa fue mi primera carrera dónde aprendí en realidad qué era correr y de qué se trataba el ciclismo. Me fue muy bien y de ahí en adelante empecé a correr toda la temporada de Copa Colombia, Copa Mezuena, Copa Cundinamarca, Copa Bogotana y otras carreras de suma importancia.

En realidad, ese fue un mal año para mí. Nunca se dieron las cosas. En todas las carreras me pasaba algo: pinchazos, se rompía la cadena, me caía… Gracias a eso me desmotivaba más y más hasta el punto de pensar,  ¿será que esto si es para mí? ¿o mejor lo dejo a un lado y me dedico a cosas diferentes? Pero había muchas personas que habían creído en mí y que habían visto el sacrificio, el esfuerzo que hacía día a día y me seguían motivando diciéndome: “hágale, usted puede, no se dé por vencido, pronto llegará su momento”.

Con la motivación muy baja decidí seguir a ver qué pasaba. A final de año cerré esa temporada un poco bien.

Para este año quería armarme una bicicleta para correr sin ningún problema. La que tenía fallaba mucho y desde que empezó el año, soñé con ser campeón nacional en mi categoría. Nada ha sido fácil, lamentablemente no tengo mucho apoyo y me ha sido muy difícil asistir a las carreras, tener la bici al día, ya que todo es dinero y no lo tengo. Con la ayuda de Dios primeramente y de unos ángeles que él puso en mi camino, compré la bicicleta de mis sueños.  Empecé la temporada con el pie derecho y siempre con la mentalidad del campeonato nacional, entrené muy duro, hice muchos sacrificios hasta que llegó.

Faltaban muy pocos días para mí meta principal, no sabía qué hacer, porque se gasta dinero en el viaje y por parte del municipio no me ayudaron para eso, me tocó pedir un aval a la selección de Bogotá, para poder asistir, pero debía cubrir mis gastos.

Dios nunca me ha dejado solo y me puso un angelito más en mi camino que creyó en mí y me ayudó.

Ahora recuerdo: en mi primera carrera gané una bicicleta Marca Teiko Bike, de la gama más baja que tiene. La vida da tantas vueltas: la bici en la que estoy corriendo es de esa marca y de la gama más deseada.

Logré mi sueño y ahorita a seguir y seguir, terminando la temporada de ciclo montañismo. Ahora voy por el ciclismo de ruta que es algo totalmente diferente. Anhelo correr el Clásico RCN este año y para los próximos años deseo estar en una Vuelta a la Juventud y una Vuelta a Colombia. 

Por ahora tengo una bici, muchos sueños y un apodo.

(GRS-Prensa).

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