Por Guillermo Romero Salamanca

Después de una lucha contra la diabetes, que incluso le restó su visión y le perjudicó el páncreas, en su casa en Medellín, el 24 de octubre del 2007 el corazón del artista tropical más popular de Colombia dejó de palpitar.

Los medios de comunicación, tímidamente, dieron la noticia: “Murió Rodolfo Aicardi” y otros, anunciaron que había partido al más allá “El rey de los diciembres”.

De inmediato su público seguidor –el que lo seguía desde finales de los sesenta– en todos los rincones del país comenzó a llamar a las emisoras para que difundieran su música como un postrer homenaje. Otros fanáticos obligaron a los noticieros de televisión que emitieran algo sobre el cantante que le hacía las Navidades más soportables a pesar de la violencia y la crisis económicas.

El rincón reservado en los periódicos para dar la noticia debió se ampliado porque en redes sociales se enviaban recados de aquí y acullá pidiendo más datos sobre el suceso que llenaba de luto a millares de seguidores del gran Rodolfo.

Había llanto y nostalgia.

Sin importar que fuera un miércoles, campesinos de Boyacá desempolvaron los elepés donde grabara con Los Hispanos, Los ídolos, Los Bestiales, la Típica RA7, Los Líricos, El Grupo Monteadentro, El Grupo Miramar o como solista y de inmediato prendieron los equipos de sonido para recordar aquellos maravillosos años.

Obreros de Antioquia se unieron al duelo y en las calles de pueblos de Cundinamarca, Santander, Tolima sólo se escuchaban ese triste tarde decenas de canciones de Rodolfo.

En las discotecas de La Dorada, Doradal, Puerto Berrío se oía: “Adonay, por qué te casaste Adonay / Adonay por qué no esperaste mi amor/ Adonay por ti se forjó mi pasión/ por ti corre siempre veloz, la sangre de mi corazón”.

En la Avenida Primero de Mayo de Bogotá tabernas y bailaderos la gente bailaba con: “Tus besos son los que me dan alegría/ tus besos son los que me dan el placer/ tus besos son, tus besos son/ son como caramelo, son como caramelo/ que te hacen llegar al cielo, me hacen hablar con Dios…”

En los montes guerrilleros rasos, dejaron a un lado su pensamiento de violencia y cantaban: “Tú me mandaste a decir, en un papelito blanco/ Como quieres que te quiera, tú en el pueblo yo en el campo/ También me decía el papel, que tenías a quien querer/ También me decía el papel, que tienes a quien querer. Y en eso estamos iguales, si tú tienes yo también”.

En más de un rincón solitarios, huérfanos o nostálgicos soltaron una lágrima cuando escucharon: “Navidad que vuelve, tradición del año/ unos van alegres y otros van llorando/ Hay quien tiene todo/ todo lo que quiere/ y sus navidades siempre son alegres/ hay otros muy pobres que no tienen nada/ son los que prefieren que nunca llegara”.

En Cogua, Cundinamarca, abrieron la discoteca La 2000 para atender a decenas de seguidores de Rodolfo y el alcalde dio permiso para que ese día pudieran bailar hasta las seis de la mañana.

“Esta música debería ser parte de los emblemas nacionales, es tan propia que cuando la escuchamos, nos traslada a nuestra infancia y juventud. ¿Quién en Colombia no la ha bailado? Esas reuniones familiares eran inigualables, en mi casa las fiestas con los long plays duraban más de dos días, jugábamos con los primos, sobraba la comida, había paseos de olla, qué épocas…”, añoraba Jairo Sánchez.

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Hasta el momento ha sido el cantante con mayor ventas discográficas. Gracias a sus éxitos se montó la novela «Loquito por ti», aunque no es una biografía de él.

Hasta ese momento era el único cantante colombiano en grabar en diferentes ritmos como cumbia, cumbión, merengue, paseo, balada romántica, balada ranchera, paseaito, bolero, saltarín, porro, vallenato, zamba, cumbia andina, maestranza, puya, guaracha y tamborera.

Se dio el lujo de tener un programa de una hora diaria, de domingo a domingo, en Radio Juventud en Bogotá, durante más de diez años.

“Casi nunca portaba sus documentos de identidad y cuando rara vez se los pedían siempre mostraba la carátula de uno de sus discos. También era muy aficionado a los picantes y en su lujosa residencia en Medellín siempre había un frasco de Tabasco en los lugares más insospechados, como por ejemplo el baño, la oficina, la alcoba…”, recuerda el periodista Ricardo Bicenty, quien fuera su jefe de prensa por varios años.

“Como Rodolfo no habrá en Colombia por años”, decía Eduard Forero quien tiene una gran colección de discos que de vez en cuando muestra en Zipaquirá.

El 24 de octubre del 2007 se iba al cielo de los músicos Marco Tulio Aicardi, pero nacía en el corazón de los seguidores de Rodolfo Aicardi, la leyenda.


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