Guillermo Romero Salamanca

En un debate calinoso en la Cámara de Comercio de Bogotá en el cual participaron las actrices Amparo Grisales y Alejandra Borrero, la manizalita comentó que ahora a los hombres les daba miedo cortejar y que se están acabando, por ese motivo, los piropos. Por su parte, la caleña simplemente comentó que “un piropo es acoso callejero”.

Ya, en un futuro cercano, no se le podría decir a una joven de pupilas brillantes que “tiene más ojos que una piña”. Por esa simple frase podría ir a la cárcel.

Los reinados de belleza pasarían a la historia, porque ningún galán sería capaz de soltar al aire algún atributo de las mujeres que desfilan. Al pote de inmediato con inconmutables penas.

Diversos hechos de la historia mundial han cambiado por un piropo. El 16 de junio de 1822, por ejemplo, el Libertador Simón Bolívar llega a Quito y cuando iba en medio del desfile de recibimiento, Manuelita Sáenz tomó una corona de rosas y laureles y la arrojó para que cayera al frente del caballo del general, pero calculó mal y el detalle le dio justo en su pecho. El general la miró y por la noche, en un baile de bienvenida le lanzó una frase para no olvidar: “Señora, si mis soldados tuvieran esa puntería, ya habríamos ganado la guerra a España”.

Tremendo piropo que hoy sería vilipendiado.

¿Qué dirían hoy quienes atacan los piropos cuando leyeran una carta de Napoléon Bonaparte a doña Josefina, su esposa?: “No pido amor ni fidelidad eternos, únicamente… la verdad, una franqueza ilimitada. El día que me digas -te amo menos- será el último día de mi amor o el último de mi vida.»

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El 9 de noviembre de 1966 se conocieron en una galería en Nueva York. Foto Billboard.

Un piropo es una frase galante, hermosa que haga pensar y valorar a quien lo recibe. Unas palabras pueden transformar una vida o cambiar los destinos de los dos. El 9 de noviembre de 1966 Yoko Ono exponía en una galería y el mítico compositor y cantante de Los Beatles la encontró un con letreros que decía: “Clava un clavo”. El músico se quedó mirándola y le preguntó: “¿Puedo clavar uno?”. Ella le respondió: “Si me das cinco monedas”. El afamado guitarrista de inmediato le contestó: “Te doy cinco monedas imaginarias si me dejas clavar un clavo imaginario”.

Y así comenzó una de las historias de amor del siglo XX más recordadas.

El periodista Bernardo Colmenares era un experto en piropos engalanados con las más largas descripciones. Cuando veía a una hermosa mujer le decía: “Dios bendiga el pasto con el cual se alimentaron las ovejas que proporcionaron la lana del ajuar de tu nacimiento”. Las muchachas se iban pensando en el cuento y a veces, se devolvían para que les volviera a decir a frase.

El periodista y escritor Julio Trujillo cuenta que sin un piropo no hay galantería, ni forma de conquistar a una mujer. “Una vez vi a una mujer muy hermosa y entonces pedí una canción de Leo Marini, “Señora bonita” y cuando terminó la canción me le acerqué con una flor y le dije: “Para la señora bonita”, contaba en medio de sus experiencias poéticas.

Desde luego que hay chabacanos que no saben cortejar a una dama, sino que simplemente dicen la primera babosada que les ocurre.

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El compositor de Un Caballero, el argentino Roberto Yanés. Foto YouTube.

Los piropos, eso sí, no son para todo el mundo. Se debe ser elegante al soltar una expresión, tener algo de poeta y quien lo enseñó mejor fue don Roberto César Iannacone, conocido como Roberto Yanes, quien en su bolero “Un caballero” cuando lo definió:

Un caballero sabe gustar a las mujeres decir lo que ellas sueñan mirar, como ellas quieren. Y a dos cosas solamente da valor, al cariño y al sentido del honor. Un caballero sabe vibrar, con la belleza jugar muy bien la esgrima de alguna sutileza. Es galante, pero sin ostentación, elegante y natural su distinción. En el porte se adivina que yo soy un caballero, tan gentil y generoso, soñador aventurero y señor, caballero si paseo por la calle, voy prendiendo en cada talle un piropo que al nacer engalana la mañana, porque soy un caballero que echa al aire su sombrero cuando pasa una mujer.


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