Los alimentos que más consume el 55 % de los estudiantes encuestados en un colegio de Bogotá son paquetes (40 %), seguido por comidas rápidas (25 %), y dulces y gaseosas (35 %).

Así lo estableció Martha Catalina Méndez Moreno, magíster en Enseñanza de las Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien además identificó que los alimentos que más compran los estudiantes en la cafetería del colegio son empanadas y paletas de agua (95 %).

La investigadora realizó el estudio con 33 niños de sexto grado, de entre 11 y 16 años, del Instituto Distrital Educativo José María Córdoba de la localidad de Tunjuelito en Bogotá, con miras a establecer didácticas para la enseñanza del consumo adecuado de carbohidratos.

Al respecto, advierte que consumir gaseosas, comidas rápidas y dulces, y dejar de comer frutas, verduras, leche y leguminosas, puede ocasionar riesgos para la salud de los adolescentes y desarrollar trastornos por exceso o déficit de nutrientes, como obesidad, anorexia y bulimia nerviosa.

El análisis de estas cifras, unido a la importancia de educar en alimentación y salud en esta etapa de la vida, formaron parte de una estrategia didáctica propuesta por la investigadora, en la que se implementó el uso de la tecnología a través de Recursos Educativos Digitales Abiertos para la enseñanza del consumo correcto de carbohidratos.

Mujeres en la cocina

Para la estrategia se aplicaron encuestas en las que se logró identificar, por ejemplo, que en la mayoría de las familias la preparación de los alimentos sigue una línea matriarcal, ya que el 80 % de los estudiantes manifestó que su mamá es quien prepara los alimentos en la casa, seguida de la abuela con 15 % y de otras personas con 5 %.

“La estrategia didáctica resultó innovadora y llamativa para los estudiantes de esta institución, ya que allí nunca se había realizado este tipo de proyectos”, señala la investigadora, para quien implementar didácticas en torno a la salud y alimentación adecuada en colegios se alinea al marco normativo colombiano que se representa en leyes como la 1355 de 2009.

Dicha norma plantea la problemática de la obesidad declarándola como una enfermedad crónica de salud pública, y dicta que “los centros educativos públicos y privados del país deberán adoptar un programa de educación alimentaria para promover una alimentación balanceada y saludable, de acuerdo con las características culturales de las diferentes regiones de Colombia”.

Así mismo el estudio tuvo como referencia la Resolución 209 de 2015, la cual formaliza la prohibición de venta de bebidas azucaradas, comida empaquetada y dulces en las tiendas escolares de los colegios públicos de Bogotá, lo que no ha impedido que los adolescentes consuman estos productos.

Difícil cambiar hábitos

Por tanto, la didáctica también se guio por la enseñanza de lo que significa comer sanamente; de la lectura y el significado de las etiquetas de los alimentos y del análisis de la publicidad dirigida a niños y adolescentes, que influye en sus preferencias alimentarias y, en gran medida, es la causante del aumento del consumo de bebidas azucaradas y de otros productos de alto contenido calórico y bajo valor nutricional.

Aunque la estrategia se aplicó durante todo un año lectivo tanto a estudiantes como a sus entornos familiares y a la comunidad educativa, los cambios de hábitos fueron mínimos.

“Se logró sustituir la gaseosa por agua en las celebraciones del Día del Estudiante, del Día del Amor y la Amistad y en Halloween”, puntualiza la magíster, quien reconoce que la educación nutricional hizo que los estudiantes pasaran de ser receptores pasivos, a implementar actividades creativas sobre alimentación saludable.

“Mejorar la alimentación de los estudiantes y de su entorno familiar es un trabajo complejo, pues requiere cambiar creencias y costumbres. Por ejemplo, después del proceso didáctico, los estudiantes admitieron que en la casa, aunque ha bajado el consumo de gaseosa, sigue siendo un producto que se compra con frecuencia, al igual que los jugos industrializados”, comenta la magíster.

Y concluye: “si la educación nutricional se pudiera implementar como cátedra en colegios de primaria y bachillerato y si se lograra involucrar más a la familia y en general a la comunidad, se lograrían cambios alimenticios importantes”.

Con información de la Agencia de Noticias UN – Unimedios

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