Por Gabriel Ortiz

Ya no hay lugar seguro dentro del millón de kilómetros en que fue ubicada Colombia. Todo empezó por la toma del campo, pasó luego a pequeñas poblaciones y hoy reina en todo el territorio, sin que haya autoridad alguna que se fije el propósito de darle tranquilidad a los 51 millones de víctimas que buscan sobrevivir.

La pobreza y la miseria nos acosan desde hace años y se agudizaron con la pandemia. El encierro decretado por el covid 19, el desempleo y los excesos de convivencia hogareña han ofuscado a la gente.

El emprendimiento y el rebusque, no han aliviado las penurias que dejan la inflación, el encarecimiento del dinero, la desocupación, la falta de ingresos, el desabastecimiento de alimentos y bienes de consumo.

No ha aparecido alguien que sepa cómo frenar la inflación. El Banco de la República solo acude a elevar intereses que solo beneficia a la Banca privada.

Las ollas vacías y el bostezo de los niños, convierten a nuestra gente en “borregos de panurgo”, que intrépidamente buscan en los bancos costosas tarjetas y créditos inalcanzables y restringidos.

Los competidores de la banca privada aparecen como buitres hambrientos, con los gota-gota, cobradiario y toda suerte de usuras, respaldadas por ejércitos de cobradores que acuden a extorsión, secuestro y asesinato.

En todas partes del territorio nacional existe esta manera de suplir la falta de recursos y la carestía del crédito bancario, que golpea a la ya inexistente clase media, a pequeños empresarios, tenderos, confeccionistas y a quienes aspiraban a montar un negocio. Nadie se ha ocupado de aliviar la difícil situación de una población anémica, desnutrida, enferma, y ahora super endeudada.

Adicionalmente se multiplicó la extorsión y el pillaje. Las víctimas gota-gota y usureros no tienen quien los defienda, libere o ampare. “Ellos son buenos pagas” -dicen los banqueros refiriéndose a los pobres. Pero con los actuales créditos bancarios del 35% y los de usura del 48%, hay que acudir al gota-gota, aunque cueste la vida y se quede a merced de secuestradores que retienen hijos y familias, o de sicarios que van por la bolsa.

Así se ha sembrado el territorio nacional de inseguridad, crimen, extorsión, secuestro, narcotráfico y demás formas de violencia que se conozcan o se inventen.

A diario los medios revelan atropellos, amenazas, extorsiones, masacres y toda suerte crímenes en ciudades, poblaciones y veredas. En Barranquilla, otrora tranquila, han asesinado a 35 personas, especialmente jóvenes, en enero. Nada se diga de Medellín, Cali, Bucaramanga y demás orbes. De Bogotá, para que hablar. Ya los celulares no satisfacen a los atracadores, roban lo que lleven sus víctimas. Tomar un bus, montarse en una bici o en una moto, significa muerte segura.   

BLANCO: Este febrero, mes de los periodistas, un merecido homenaje al colega, Norberto Patarroyo, director de El Muro. 13 años cumple al frente del único medio al servicio del gremio. Aplausos.

NEGRO: ¿Cómo bajar las tarifas de servicios públicos, si hasta los usuarios defienden y apoyan a quienes los cobran?

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