Por Isabella Libreros

Capurganá es un corregimiento del municipio de Acandí, en el departamento del Chocó, Colombia y en el golfo de Urabá, cerca de la frontera colombo-panameña. Es una población turística aislada por carretera del interior del país. Esta región noroccidental de Colombia fue habitada por los indígenas Cuna, para quienes era las «tierra de ají» o Capurganá en su lengua.

Los Cuna la poblaron hasta principios del siglo XX cuando fueron desplazados por los colonos de raza negra-mulata que llegaban de Cartagena. Los indígenas migraron hacia el archipiélago de San Blas  en Panamá.

Allí el gobierno panameño acordó con la población nativa la creación de una comarca semiautónoma donde los nativos ejercerían su propia autoridad.

Capurganá pasó desapercibida del mapa hasta principios de la década de 1970, cuando finalmente gracias al empuje de Narcisa Navas se logró construir una pequeña pista de aterrizaje. Navas y el piloto Jorge Mario Uribe llevaron a los primeros turistas en una pequeña avioneta Cessna. Hoy el aeropuerto lleva el nombre de ella.

En Capurganá no viven muchas personas, en realidad la población apenas sobrepasa las mil 500 habitantes, quienes tienen como profesión fundamental la pesca y la agricultura; aunque otros trabajan en la atención directa al turismo.  Capurganá cada vez atrae más la atención de los que deciden visitarla y también de otros que incluso optan por adquirir propiedades frente al mar que todavía están a precio de “bananas”, para disfrutar allí de estancias, algunas breves, otras no tanto.

Capurganá sencillamente acoge a todos y cada cual la asume, disfruta, a su manera muy particular. La población es pequeña, pero se siente muy identificada con el sitio y esta es una de las razones que permite comprender lo cuidado que están las playas, la limpieza y tranquilidad que caracterizan a Capurganá, y gran parte de Colombia.

Aunque Colombia posee un litoral muy extenso en el Caribe, las aguas que bañan sus costas son turbias debido al sedimento de los grandes ríos que desembocan en el mar. La excepción es el pequeño tramo de 30 kilómetros que parte desde la frontera con Panamá en el Cabo Tiburón hasta el municipio de Acandí. Este tramo del litoral está bañado por aguas cristalinas apropiadas para la práctica del buceo a pulmón y autónomo. Más allá del municipio de Acandí y bordeando la mitad del litoral colombiano sobre el Caribe hasta el archipiélago de San Bernardo en el golfo de Morrosquillo, las aguas del mar son oscuras por la acción de los caudalosos ríos Atrato y Sinú. 

La mejor época para la práctica del buceo es a mediados de la temporada invernal desde abril hasta noviembre donde las olas prácticamente desaparecen. Al llegar el verano desde enero hasta marzo el oleaje es intenso, haciéndose la navegación difícil y no apropiada para el turista poco acostumbrado a la vida de mar.

Una de las actividades más interesantes que se realiza en Capurganá ocurre entre abril y mayo, cuando en las extensas y hermosas playas de Acandí –a una hora de lancha de Capurganá– desovan las tortugas Caná, una especie considerada en peligro por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) e incluida en el Apéndice I del Convenio Internacional para el Comercio de Especies Amenazadas de Fauna y Flora (CITES) y protegida en Colombia.

El singular hecho atrae a muchísimos visitantes que en general se quedan en las estructuras turísticas de Capurganá. Los habitantes de la región son muy exigentes con esta parte, pues el respeto hacia este desove posibilita que crezca el diezmado número de tortugas Caná.

A lo largo de las últimas cinco décadas ellas han sido perseguidas por los hombres, quienes las cazan por su carne y sus huevos. Acandí funciona entonces como un refugio seguro para las tortugas y los pescadores de Capurganá se han trasformado en guardianes para esta especie.

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