Por Esteban Jaramillo Osorio.

Paralizante la pandemia, ni se previó ni se controló. Dejó al aire tantas miserias, que rebasan la indiferencia, la irresponsabilidad, la negación a su existencia y la belicosidad. Con los derivados propios como la iliquidez, la inseguridad, el desempleo y el hambre, que galopan causando daños.

Pero, aunque lentas, aparecen las soluciones. La vacuna es un alivio que nos da esperanza. Acentúa, de paso, la probabilidad de ver de nuevo al público en los estadios, pistas y campos.

En el fútbol doméstico, el que, avanzadas las fechas de calendario no despega porque carece del despliegue técnico para agradar y convencer, prevalecen ácidos comentarios de opinadores enfrentados, con descalificaciones, rechazos y desafíos. Todos históricos, con inocultables brotes y rebrotes de celos e irrespeto.

 El tino se empeña en demostrar que ninguna responsabilidad tuvieron los futbolistas en el fracaso de la selección en el 94. Señala a la afición y exime a los suyos, con versiones que desvirtúan la historia.

Freddy Rincón se reafirma en sus tesis sobre James Rodríguez: “No es un crack”. Y se explaya en su discernimiento sobre sus carencias.

El pibe reiteró que a Rincón se le debe reconocer como gran futbolista, en disiente solidaridad por la descalificación que de él hizo James. 

Añade que a James se le debe exigir mayor compromiso y plantea que quien no juegue en su equipo, o su producción no sea eficaz y continua, no debe ser convocado por Reinaldo Rueda.

James recibe el golpe y atenúa la crítica, con gotas de talento que influyen en los resultados del Everton, su club, donde, sin importar sus ausencias, el técnico apadrina su fútbol pese a las evidentes lagunas en su rendimiento.

No hace mucho James se autoproclamó el mejor futbolista de la historia colombiana, lo que originó un sinnúmero de rechazos. Se incendiaron las leyendas, se pronunciaron y, sin descalificarlo, dejaron claro que había mejores. Algo que siempre motivará agrias disputas.

James a nadie deja indiferente. Su juego es tratado con seda por los medios especializados, que magnifican lo que hace y minimizan sus críticas por el empeño de conservarlo como protagonista viral de las noticias. EJO.

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