Por Guillermo Romero Salamanca

Un par de dipsómanos caminaban rumbo a sus casas cuando uno le dice a otro: “Mi mujer me mata si me siente el tufo que llevo”. El otro, por darle ánimo le contesta: “Haga como yo, siempre le hablo con la boca cerrada”.

En estos tiempos de jolgorio, que se bebe sin tener una razón específica, para cerrar el año, para olvidarse de las penas o porque según la Química, el alcohol es la solución.

Tomar no es fácil. O al menos eso le decía un chispo a la consorte:

–Toma cariño, este regalo es para ti

–¡No, yo no tomo esa basura!

–Solo quiero que le des una probadita, le itera.

La matrona la cata y grita:

-¡Ay que asquerosidad!

-Ahora que la has probado, ¿viste el sacrificio que tengo que hacer para tomar?

Lo primero que aseguran los expertos en el tema es que no se debe beber con el estómago vacío. Se refieren a que hay que comer algo antes, aunque mi primo Nelson, experto en temas de licores y llantos por amores, sostiene que antes de beber se debe consumir al menos unas diez cervezas para ir aclimatándose al asunto.

Otros aseguran que el remedio está en beber agua casi al mismo tiempo que al tomar licor, pero también puede ocurrir que se puede desmayar al perder electrolitos.

En el Valle del Cauca la solución está en bailar. “Eso de quedarse jentao es malo”, aseguran y no paran de danzar con el Grupo Niche, Guayacán, Pastor López o un villancico.

Otro remedio que dan los expertos en temas etílicos es comer pan, pero resulta molesto llevar un pan francés para partirlo a cada rato y consumirlo en medio del baile.

Una receta de los viejos alcohólicos que escuchan tango mientras se liban unos cuantos aguardientes, es tomar con calma el asunto. Nada de afanes. Una cerveza bien puede estar en una mesa casi que completa una hora o un guaro servido unos 15 minutos. Así se alarga la noche, dura más la rumba y sale más económica.

Los estudiantes universitarios amanecen con fuertes dolores de cabeza, estómago, espalda, pies y otras partes y sólo recuerdan que bebieron güisqui, cerveza, vino, galaion, chirrinche, ginebra del abuelo, media de cidra y como 3 botellas de tequila. Esa mezcla de licores es totalmente perjudicial para la salud.

Tomar tiene sus problemas. Según contaba también en uno de los programas de Sábados Felices don Óscar Meléndez, uno de los recordados humoristas colombianos:

Dos beodos, cargando a duras penas un tercero entre ellos, timbraron en una casa.

Abre la puerta la dueña, quien los recibe con un regaño:

Me prometieron que mi marido regresaría a casa antes de la medianoche y no solo son las cinco de la mañana, sino que, además, ese — y señala al que está entre los otros dos –, ¡No es mi marido! 

Un político cundinamarqués decía que el mejor sistema consistía en tomar una cucharada de aceite de oliva antes de empezar a beber, “porque –decía—se cubría el estómago y el alcohol se demoraba en llegar a la sangre”. “De ahí, explicaban sus electores, tantas embarradas que comete el doctor”.

Qué tire la primera piedra quien no se ha pasado de copas y por eso contaba don Jaime Agudelo, fallecido hace nueve años que un tipo había llegado a la casa y le había dicho a la enfurecida esposa: “Amorcito, te tengo dos noticias: una buena y otra mala”. La matrona con mirada de bacterióloga le levantó el ceño y le pregunta: “¿cuáles?” y el hombre le contesta: “he dejado la bebida, pero no sé dónde”.

Definitivamente la mejor fórmula para no emborracharse es no beber alcohol.

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