Por Guillermo Romero Salamanca

¿Qué harías si mañana amaneces en la calle? ¿Y si amaneces con frío, helado, sin saber dónde estás, preguntándote por qué estás durmiendo en un andén y con un fuerte dolor de cabeza? ¿Cuál sería tu reacción? Miras a tú alrededor y tus compañeros de piso están allí porque, por su libre albedrío determinaron meterse en un mundo de drogas y de alcohol. ¿Pero tú no has fumado en tu vida, no has sido periquero ni fuiste rumbero?

Lo has perdido todo: empleo, familia, conexiones, tarjetas, celular. De repente te das cuenta que no conoces la ciudad. No eres Gregorio Samsa de Kafka. Eras, hasta hace poco, un ciudadano y hoy, puedes estar allí, desorientado, gélido, circunspecto, melancólico y estupefacto. No lo puedes creer. ¿Qué harías?.

Caminar ya no puedes más. Los zapatos se abrieron y las ampollas de tus pies se reventaron. Sangras y te amarraste un pedazo de trapo sucio para aliviar el dolor. Rengueas. Tienes sed y sólo hay agua de un frasco en el cual han tomado tus compañeros malolientes y apestosos. ¿Beberías?

La gente que pasa a tú alrededor te mira como lo que eres: un habitante de la calle. No tienes si quiera Sisbén para que te den una pasta para tus dolores.

Estás allí como muchos otros, unos por droga, otros abandonados por sus familias, unos más por quiebras económicas, otros por la dictadura del presidente del vecino país. Es lunes y piensas que si vas a un centro comercial puedes comer algún sobrado.  

Piensas entonces en la Central de Abastos, Corabastos o en la Mayoritaria donde hay alimentos en el suelo. De pronto te resignarías con media naranja o un pedazo de papaya. Pero es necesario caminar. La alcaldía no te puede ayudar porque eres indocumentado.

Y de pronto alguien te da un café o un pan, peleas con un perro por unas sobras, luchas con otro compañero que divisó primero un pedazo de papel.

Y así pasas varios días. Consigues un trozo de cobija que por la noche te la arrebata un compañero. ¿Serías capaz de herirlo o de hacerle algo más grave para no dejarte quitar la única propiedad que posees? Has caminado las vías, los puentes están ocupados, en los cajeros no te permiten dormir, sólo queda la mitad de una avenida para descansar un rato. Cuando salga el sol de la mañana, no encontrarás tus zapatos porque otro más  necesitado se los llevó.

La señora de la casa donde pensaste dormir esa noche, te arrojó agua helada, la policía te pegó tres golpes con sus garrotes por orinar en la calle. Los piojos te persiguen todo el día y las pulgas no te dejan dormir de noche. Llevas semanas sin bañarte porque la pileta la cerró la alcaldía local. No te aguantas tu olor y no sabes cuánto tiempo pasó sin cepillarte los dientes. Hace frío, llueve fuerte, te mojas y ya quieres morirte.

De pronto despiertas y todo era una pesadilla. ¿Qué harías? ¿Olvidarlo todo? ¿Cuál sería tu reacción cuando pases por las avenidas y veas esas caras famélicas y oscuras? ¿No pensarías un momento en el infierno en que viven? ¿Harías una oración? ¿Qué harías?

Datos para recordar:

Habitante de calle: “persona sin distinción de sexo, raza o edad que hace de la calle su lugar de habitación ya sea de forma permanente o transitoria”: Ley 1641 de 2013.

Censo de habitantes de calle: no se ha podido establecer. Un acercamiento: En 2016, según cifras del DANE, 13.3 millones de personas en Colombia se encontraban por debajo de la línea de pobreza.

Pérdida de alimentos. En Colombia, según la Dirección Nacional de Planeación,  se derrocha el 34% de los alimentos destinados al consumo humano. 9,7 millones de toneladas de comestibles acaban en la basura. 8 millones de personas podrían comer cada año con esa cantidad. El 15.6 por ciento de los alimentos que llegan a una casa, se malogran.

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