Por Guillermo Romero Salamanca

De repente, de entre las nubes, se escuchó la presentación: “Seeeeeñoras y Señooooores, los invitamos a vivir emociones de otros tiempos. Tengo el gran placer de presentarles hoy al inolvidable, al majestuoso, al hombre de los mil éxitos, al inmortal Gustavo “el loco” Quinterooooooooo”.

Era Sady Rojas, el mejor animador de conciertos, presentaciones, fiestas, carnavales y ferias que ha tenido Colombia.

Las almas se apretujaban para estar en primera fila y se emocionaron cuando “el loco” comenzó a cantar: “Encontraron a don Goyo, muertecito en el arroyo, amarrado con majagua, lo encontraron en el agua, que lo mataron con celos, eso fue lo que dijeron. Y ahora están presentado, quién fue el que lo mató, yo no estaba en el arroyo cuando se murió don Goyo, que pregunten que pregunten y averiguen el embrollo”….Aplausos generales, incluidos los de doña Graciela Arango de Tobón, compositora del tema.

Era un gran concierto en el cielo. Siguió con éxitos como “La maestranza”, “Los apodos”, “El aguardientosky”, “La banda del vecino”, “Así fue que empezaron papá y mamá”, “La gallinita Josefina”, “El farolito”, “Imelda”, “Capullo de rosa blanca”, “Alumbra luna”, “La ballena de Jonás”, “Corazón de acero”, “Desde que llegaste tú”, “La cinta Verde”, “La cañaguatera”, “Muñequita ibaguereña”, “La ramita de matimbá”, “La negra”, “El paganini”, “Los gansos”, “Caracoles de colores” y 500 temas más. Sólo uno, por obvias razones, los querubines se lo censuraron: “La pelea del siglo”.

Gustavo Quintero-Foto Semana

El ángel de la guarda de Gustavo Quintero, ya pensionado, reunido con serafines y arcángeles contaba algunas locuras de este genial personaje. “Un día le propusieron volver a grabar sus grandes éxitos. Llegó al estudio y en la primera canción, se quitó la camisa, en la segunda, los zapatos y las medias y en la tercera, los pantalones. ¡Terminó de grabar en calzoncillos!”.

“En otra ocasión estaba grabado y de un momento a otro se fue para donde laboraban los operarios de las prensadoras que hacían los discos. Los obreros lo vieron, pero seguían en su tarea. Y comenzó a gritar consignas comunistas y sindicalistas. “El pueblo unido, jamás será vencido”, “No al capitalismo, sí al socialismo”. Y por poco hay una revolución”, agregaba.

“En las presentaciones, esta almita de Dios se subía a la tarima, hacía muecas, gritaba, se bajaba del escenario y hasta se sacaba los mocos. La gente se divertía. Gustavo, para ser sinceros, vivió con el único objetivo de hacer feliz a todo el mundo. Era desprendido, generoso, quería a la pobre Consuelo, su mujer, con inmenso cariño, y ni qué decir de cómo era como padre. Tenía loritos, les daba de comer, gritaba con ellos. A sus músicos los trataba bien. Vivió para ser un gran ser humano”, dijo el ángel de la guarda.

“Fíjense que empezó como cantante en una iglesia, después estuvo en la zarzuela, se juntó luego con los Teen Ayers y después montó Los Hispanos. Se salió y armó Los Graduados. Una vez casi se me caen las alas de reírme tanto, cuando le dio por cantar una cumbia con sólo sus carcajadas. Pedro Muriel que lo estaba grabando, los músicos y asistentes estaban reventados de la risa. Yo me preocupé porque de pronto se podrían infartar de tanta algazara”.

“Después de una vida de canciones, de alegrar a Colombia, cuando le faltaban cinco días para cumplir los 77 años, un cáncer lo acercó al cielo, el 18 de diciembre del 2016. Los médicos hicieron lo imposible. Colombia se afligió en esa Navidad. Yo entregué el mejor informe que pude dar sobre su comportamiento”, concluyó el ángel de la guarda.

La rumba celestial seguía. Llena de nostalgia y de miles de recuerdos. Hubo silencio total, cuando Gustavo interpretó: “Fantasía Nocturna”, del maestro Adolfo Echevarría. Todas las ánimas benditas coincidieron en que era una maravilla de tema y más de una soltó un sollozo: “Una noche me quedé, contemplando el panorama, y a lo lejos divisé, un lucero que lloraba, entonces me transformé, en paloma mensajera y alto muy alto volé, confundiéndome en la niebla”.

Los asistentes hicieron el coro: “Lucerito, ¿Por qué has perdido tus raros encantos? En la tierra, allá muy lejos se escucha tu llanto, Lucerito, ¿por qué has perdido tus raros encantos? En la tierra, allá muy lejos se escucha tu llanto”.

El loco siguió cantando: “Cuando volaba muy alto, la tierra me parecía, una cumbia gigantesca con mil velas encendidas. El lucero que lloraba, por su amor una estrellita, que se ha escapado del cielo y en la tierra está escondida”.

Lagrimones por doquier. Se acordaban de aquellos diciembres, de las fiestas en las casas, de las reuniones en las fincas, de los primos, los tíos y los abuelos. De aquellos viajes del exterior a sus pueblos colombianos, de los buñuelos, los insulsos, la lechona y el tamal, de los sancochos y paseos de olla, de las fiestas del colegio, de las suegras malgeniadas y hasta de las novias y novios que ya también estaban en el descanso eterno.

La fiesta aún continúa en el cielo y en la tierra sigue la nostalgia.

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