Por José Orellano

COLWEB

Fotos: álbum particular de J L Perales

El hotel Cosmos-100, Bogotá, estaba recién inaugurado, en 1982, mientras que, en cualquier cajón de la dotación de muebles de mi oficina de Jefe de Redacción y responsable de la información de espectáculos en El Heraldo, Barranquilla, había yacido, olvidado y tal como me lo había entregado el promotor de Codiscos (Hispavox) Moisés De la Cruz —totalmente sellado—, un elepé de José Luis Perales, sin que yo lo tuviera de presente. Y era largo el tiempo que llevaba refundido.

Para entonces, por las emisoras barranquilleras especializadas en baladas sonaba un lamento viril hecho canción:

Carátula del álbum «Entre el agua y el fuego». Hispavox.

¿Y cómo es él?

¿En qué lugar se enamoró de ti?

¿De dónde es?

¿A qué dedica el tiempo libre?

Pregúntale, 
¿Por qué ha robado un trozo de mi vida?

Es un ladrón,

que me ha robado todo…

Mi oficina quedaba en el segundo piso y abajo, en contabilidad, trabajaba una chica de baja estatura, bella —amiga fiel desde 1977, organizadora de mis obligaciones financieras; ¡solo amigos! —, que, con frecuencia, subía y se metía a mi oficina para averiguar por los discos que, por razones obvias, ella sabía que me llegaban por montones.

Siempre le decía que mirara en el cajón de mi escritorio y le permitía que curucuteara, esculcara, seleccionara y se llevara los elepés de su gusto, aunque esta vez también le había dicho que revisara en el archivador, que en uno de sus compartimientos había discos guardados desde muchísimos meses atrás…

Todo transcurría igual a todas las veces anteriores, hasta el momento en que estalló un agudo grito emitido por ella —“¡no puede ser!”— y, tras haber sacado con la velocidad de un rayo la mano de cajón del archivador, apretaba contra su pecho un Larga Duración, cara A hacia mis ojos: José Luis Perales, ‘Entre el agua y el fuego’, mientras yo pensaba que un bicho ponzoñoso la había aguijoneado.

–“¡José Orellano! ¡Tú lo tenías!”, me gritó.

—¿Tenía qué? —le pregunté.

Desde afuera, buena parte de la redacción, intrigada, miraba hacia mi oficina, la cual era de puertas abiertas y de vidrio del ombligo hacia arriba.

“El elepé donde está la canción de moda: ‘¿Y cómo es él?’”, me dijo. “Estás fregao, no te habías dado cuenta. ¡Y eso que eres ‘el teso’ de la farándula!”.

Meses después de aquel hecho, cuando la población de Bogotá bien podía estar superando los 3 millones de habitantes —suposición concordante con lo que precisa en su historia el centro hotelero que hace parte de esta historia—, Cosmos 100 era el hotel del momento y daba albergue al cantautor español José Luis Perales, quien, en la cima de la fama con su interrogante cantado ‘¿Y cómo es él?’, visitaba por primera vez Colombia.

No había duda: era figura del interés para cualquier medio de comunicación de habla hispana… Y hasta Cosmos 100 —parte del nombre lo propicia su dirección geográfica: calle 100 #19A 83— llegué, como enviado especial de El Heraldo, revista VSD, para entrevistarlo. Y aquella mañana, en el lobby, debí hacer cola y esperar mi turno para subir a la habitación del artista: un intermediario no cesaba de repetir que se concedían solo 15 minutos por medio de comunicación.

«Venir de Barranquilla a Bogotá, pernoctar en hotel a todo confort, madrugar para estar puntual al momento de mi turno, ¿solo por quince minutos?, ¡no se justifica!», me dije para mis adentros, pero al tiempo se me iluminaba el bombillo, gracias a algo que había leído sobre el cantautor.

Conspirando mentalmente contra lo establecido, perfeccionando el plan para burlar la decisión de solo 15 minutos, llegó mi turno. Me llamaron. Subí. Toqué. Y al momento de escuchar el “siga”, extraje de mi mochila arahuaca el elemento con el cual podría extender el tiempo del encuentro con Perales.

Frente al cantante, sobre una mesita, la cámara fotográfica, la grabadora y la libreta de apuntes…  En mi mano derecha, el bolígrafo y, en la izquierda… ¡la contra! En la mochila había dos más.

José Luis Perales y su cigarrillo. Archivo José Luis Perales

Y funcionó: no fue de 15 minutos la conversación en medio de una habitación vuelta una total humareda, sino que se extendió a casi 120. Casi dos horas de parla con Perales, suficientes para que me permitiera hacer un mosaico de más de veinte fotos con sus manos que nunca dejaron de asirse, con el índice y el corazón, intercalando derecha e izquierda, de un Marlboro encendido, siempre encendido… Casi dos horas para que me regalara, de su puño y letra, la letra de ‘María’, canción que había de estrenar para esos días —si no recuerdo mal se publicó en primera página—… Y con todo cuanto me dijo, en VSD le dedicamos siete páginas, full fotos a tope de color y en blanco y negro… Obtuve también su palabra de que cuando llegara a Barranquilla —en esta ciudad se presentaría en el hotel El Prado—, su primera visita sería para El Heraldo… Y cumpliría.

Yo había leído que Perales era fumador, tan empedernido como yo, y que fumaba la misma marca de cigarrillo que, en aquellos momentos, fumaba yo: Marlboro. Y exhibiendo un paquete de Marlboro me le presenté ¡Y vaya banquetazo para nuestros pulmones el que nos dimos en esa habitación del piso 7 de Cosmos 100! Fumamos a la par, tanto de los paquetes de él como de los míos…

Claro que fui a ver actuar a José Luis Perales en el hotel El Prado de Barranquilla. Y me acompañó la amiga y compañera en El Heraldo que había rescatado, de un cajón de archivador, el refundido elepé ‘Entre el agua y el fuego’, que contenía el exitazo ‘¿Y cómo es él?’

Para entonces, en torno esa ‘chilindrina’ y yo… ‘andaba rondando el amor’.

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