Por Guillermo Romero Salamanca

Hacia el medio día del 27 de noviembre de 1992 casi todas las emisoras de América Latina pararon sus programaciones para dar la infausta noticia: “En su rancho de Ocala, en la Florida, Estados Unidos y a causa de un infarto murió Daniel Doroteo de los Santos Betancourt, conocido como “El Jefe” o “El Inquieto Anacobero”.

En Venezuela pasaron por alto este acontecimiento porque fuerzas militares intentaban darle un golpe de estado a Carlos Andrés Pérez, luego de uno fallido, meses atrás, por el entonces coronel Hugo Chávez Frías.

Se había ido el “jefe”, compositor y cantante de más de un centenar de boleros de renombre y su amiga Celia Cruz, con quien compartió tarima con La Sonora Matancera, simplemente calificó el hecho diciendo: “Vivió como quiso”.

Las tumbas de Daniel Santos y Yayo «el indio» en el viejo San Juan. Foto http://tumbascantantesfamosos.blogspot.com

Era una frase que resumía la forma como había pasado por la vida el cantante puertorriqueño: no dejó un solo peso, todo se lo bebió o se lo fumó sencillamente.

Por allá en los años 40, un locutor, lo bautizó como “anacobero”, tomando una palabra en la lengua africana ñáñiga que significa «diablillo» y para otros “bohemio”.

Tenía 76 años ese 27 de noviembre y meses atrás había sido operado de cataratas y había sufrido también un infarto en el cerebro y por ello se le olvidaban las letras de sus canciones como “Despedida”, «Perdón», «Esperanza Inútil», «Virgen de Media Noche» y «Yo No Sé Nada», «Te quiero dijiste», «Amor Perdido», «Dos Gardenias», “Romance del Campesino», “El corneta”, “Sabrosito”, “Ya se peinó María”, “Linda”, “El mambo es universal”, “El bobo de la yuca”, “Carolina Caró” y desde luego no faltó la más aplaudida: aquella que decía:

En el juego de la vida/ juega el grande juega el chico/ juega el blanco y juega el negro/ juega el pobre y juega el rico.

En el Juego de la vida/ nada te vale la suerte/ porque al fin de la partida/ gana el albur de la muerte.

Juega con tus cartas limpias/ en el juego de la vida/ al morir nada te llevas/ vive y deja que otros vivan.

Cuatro puertas hay abiertas/ al que no tiene dinero/ el hospital y la cárcel/ la iglesia y el cementerio.

Durante más de 50 años había sido el dueño del bolero y en Medellín era considerado con Orlando Contreras como los reyes de la bohemia.

El cuerpo de Daniel fue llevado a su viejo San Juan del alma y enterrado al lado de los inmortales como le dicen al cementerio de santa María Magdalena de Pazzis al lado de personalidades como Pedro Albizu Campos, José Gautier Benítez, Gilberto Concepción de Gracia, Pedro Flores –quien le diera decenas de canciones–, Tite Curet Alonso –el compositor de más de 2.000 canciones de salsa– y Rafael Hernández, letrista de temas como El cumbanchero, Campanitas de cristal y Lamento borincano, entre otros.

Su tumba lleva una placa en mármol que dice DANIEL SANTOS EL INQUIETO ANACABERO 6 de junio de 1906- 27 nov. 1992. En el 2001 su sepulcro fue abierto para enterrar allí también a Gabriel Eladio Peguero Vega, conocido como “Yayo El indio”.

Daniel fue un gran personaje de la música, amigo de toda clase de personajes. Estuvo preso en Ecuador, Nueva York, Managua. La CIA lo persiguió por ser amigo de Fidel Castro, tuvo más de 15 hijos, era amigo miles de personas desde prostitutas, lustrabotas –de hecho, él lo fue en Nueva York–, de otros cantantes como Orlando Contreras, Héctor Lavoe, Charlie Figueroa y Tito Cortés, de periodistas como Óscar Domínguez y Ricardo Bicenty, hasta de políticos como Fidel Castro y Ómar Torrijos, quien era su compadre. Fue el vocalista principal del gran compositor Pedro Flórez. Nuestro Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez en su novela «Vivir para contarla», afirma su afición por los boleros interpretados por Daniel Santos.

Vivió como quiso y nos dejó sus letras para seguir meditando.


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