Por Guillermo Romero Salamanca

El pan es uno de los productos más solicitados en Colombia. Los hay salados o con azúcar, duros o blanditos, largos y cortos, blancos o negros, acemas o mogollas, lisos o rollitos, con otros ingredientes: chicharrón, queso, mantequilla, bocadillo, chía, ajonjolí, coco, o los hay de mija, –preparados con migas sobrantes—, existen según la forma como caracol, aplanado o calado y también por la región donde se prepare: campesino, chocontano, tolimense o pan de aquella.

De acuerdo con la Asociación Colombiana de Empresarios de Colombia ANDI el colombiano promedio consume alrededor de 20 kilos de pan al año.

Nuestros antepasados indígenas utilizaban el maíz como su ingrediente principal para preparar arepas, bollos, tamales y un pan de maíz que aún perdura en Cundinamarca y Boyacá. El trigo no lo conocían, pero entonces, recién llegaron las primeras damas españoles les solicitaron a sus maridos que vieran la forma de traer semillas de trigo y así lo hicieron. Campos de Cundinamarca y Boyacá, fundamentalmente se llenaron de cultivos. Además, hubo otro factor importante: la preparación de hostias para las celebraciones litúrgicas.

Desde ese momento, los santafereños comenzaron a consumir el chocolate, la agua e’ panela, la changua, el caldo de costilla y empezaron también los acaparamientos para subirle al precio constantemente.

Mientras transcurría la llamada “Patria boba” ocurrían hechos como la rebeldía de los cartageneros que importaban la harina de España, mientras que en Santa Fe, les decían que no lo hicieran y en 1810, además, del lío de la Casa del Florero, los panaderos nativos protestaron porque un francés trajo una máquina para amasar.

Sólo hasta 1828 se “industrializó” la preparación del pan y en Bogotá. Cerca de la Hortúa se instaló el primer molino movido por agua.

Uno de los descrestes para los consumidores de pan en Bogotá fue cuando presentaron por primera vez un sándwich. Era preparado con pan blando y dentro llevaba queso. Esto les permitió luego hacer decenas de variedades.

El arribo de comerciantes franceses a mediados del Siglo XVII les dieron otros ingredientes a los cachacos y que luego se extendería a nivel nacional: la repostería, la venta de macarrones, pastas, fideos, tallarines y espaguetis. Para complacer a las damas montaron lo que denominaron “una habitación decente” donde les ofrecían pasteles y biscochos para degustar. Era el antecedente de los salones de onces. Sitios para juzgar y chismear mientras se consumían colaciones y chocolate caliente con pan blandito.

En las chicherías era común también encontrar la venta de rosquetas que se consumían entre sorbo y sorbo del líquido alicorado.

El pan se convirtió en el elemento primordial para el consumo nacional. Los cultivos de Boyacá y Santander crecieron y fortalecieron el desarrollo nacional hasta cuando llegó la denominada “Alianza para el progreso” que trajo el gobierno de Kennedy, que regaló durante un año las necesidades de trigo. Quebraron entonces los productores nacionales, no volvieron a sembrar y a los dos años, llegó la soberana importación que aún hoy se mantiene en el país.

¿Y a todas estas, ya compró el pan para mañana?, recuerde que la señora lo puede regañar. Vaya pues.




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