Decía en vida Mario Calderón Rivera que para muchísima gente en Manizales  el nombre de Gustavo Robledo Isaza no es desconocido. Y  subrayaba:  “Sin embargo, de lo que sí estoy seguro es de que sólo los muy cercanos pueden estar cerca de saber realmente qué ha hecho este hombre que parece ser parte de más de la mitad de la historia de su ciudad”.

Robledo Isaza es, sin duda, uno de los verdaderos fundadores de Manizales. Tal vez no llegó con la colonización, pero él también abrió caminos, soñando con hacer de este pedazo de cielo un mejor lugar.

Y continuaba el hijo de Neira: “Este libro es un homenaje justo. Pero, más que eso, se convierte en una mirada de la historia de la ciudad desde los ojos de uno de los protagonistas. No es necesario aclarar que no es la mirada de un historiador, aunque algunas veces lo parezca. Más bien, podría decirse que es la visión de un inconforme, de un hombre que le mide el aceite a su terruño cada vez que le lanza una idea descabellada.

Es ingeniero de minas, sí. Aunque nunca ha trabajado en una. Asegura que su obra más importante la realizó en el campo de la hidráulica, y, sin embargo, su fuerte son las vías. De todas formas, también ha sido ingeniero naval, diseñador de aeropuertos, constructor de ferrocarriles y hasta fomentador del turismo”.

Y evocó estas conversaciones que se dieron a lo largo de dos meses en su oficina de la Cámara de Comercio, donde era Director de Proyectos Especiales. “Allí, acompañados de un tinto y un vaso de agua, fuimos tratando de recobrar su vida, su obra, su humor, que creo que el libro no alcanza a captar del todo. Es escucharlo lo que hace la mitad de la magia de su fina ironía, de su mordaz manera de ver asuntos que para los demás son de la mayor trascendencia y para él cuestiones que ocultan los verdaderos problemas que enfrenta no sólo la ciudad sino el departamento de   Caldas y el país.

Gustavo me confió, como si de un amigo se tratara, algunos de sus secretos, de sus miedos, de sus frustraciones, y por eso no tengo más que agradecimientos. Pero, además, se le paró de frente a la imagen que se tuvo cuando se le propuso la idea de elaborar esta conversación. «Hay cosas que se deben decir, y usted tiene la autoridad moral para decirlas», le comenté al comienzo.

mario calderon rivera
Mario Calderón

Por esto, sin duda, este libro tiene apartes polémicos. Nos explicará por qué él mismo debería estar en la cárcel, y no tendremos más remedio que absolverlo. Hablará de algunos políticos de la ciudad, defenderá a muchos no queridos y criticará a algunos de los más renombrados. Siempre fiel a que no está contra nadie sin una buena razón”.

Y  anotó: “Una de las cosas que más me gustaron de Gustavo –no lo conocía antes de escribir el libro– es que es un verdadero pragmático. Está lejos de ese asunto de los comités que se encargan de dilatar cualquier idea una y otra vez. Lejos de los estudios que se hacen durante largos años para demostrar lo evidente. Durante toda su vida no ha meditado demasiado a la hora de tomar una decisión. La explora, sí, la socializa, también, pero no tiene miedo de ser tildado de loco.

Recorrer sus primeros años hasta que termina el bachillerato será como ver una fotografía en colores de las costumbres, los problemas, los hombres que vivieron durante la primera mitad del siglo XX, en la que él mismo llama la ciudad más próspera del país en aquella época.

En el segundo capítulo, Juventud, visitaremos con él a Medellín, seremos testigos de su paso por la Escuela de Minas, de sus amistades, de sus aprendizajes, de su primera gran idea que le regaló al país uno de los paisajes más increíbles que puede haber en Colombia. Su primera labor como hacedor de imposibles fue descubrirnos una máquina de hacer atardeceres.

La tercera parte, Los imposibles, tiene que ver con lo que le da el nombre a este libro. Nos acercaremos a sus ideas, sus proyectos, sus realizaciones, veremos cómo dirige la construcción de la autopista Medellín-Bogotá, se encarga de hacer el proyecto del Puerto de Contenedores de Cartagena, hace barrios en Manizales, se inventa un acueducto de aguas termales, piensa en el Nevado como una gran nevera para la ciudad, proyecta Aero Palestina y tiene tiempo para quebrarse dos o tres veces en sus intentos. Le parece poco. No se preocupe, que todavía hay mucho más, concluye”.

La apostilla: Vida política es la cuarta parte del libro Aquí vemos cómo llega a ser secretario de Obras y de Valorización del municipio, alcalde –dos veces–, representante a la Cámara, asesor del ministerio de Obras Públicas y hasta candidato a la Gobernación. Veremos sus ideas sobre la política, sobre los políticos, sobre la historia de los últimos 50 años del país en este campo.

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