Por Guillermo Romero Salamanca

Los campesinos de Taiwán no sabían cómo acabar con las aves y los roedores que se habían convertido en verdaderas plagas y destruían sus cosechas. Lo intentaron de mil formas, pero no obtuvieron un resultado positivo.

Después de varios estudios lograron que la Oficina de Conservación de Agua y Tierrade la región de Taichung, del Consejo de Agricultura y la asociación local de agricultores instalaran varios artificios de bambú de seis metros de alto en los arrozales de dicha localidad, a fin de atraer a estas rapaces que se alimentan de roedores, ranas y pequeños pájaros.

Esta estrategia de control biológico ha logrado exitosamente eliminar de manera efectiva a los roedores que ponen en peligro las cosechas en dichos campos, según la citada oficina, al mismo tiempo que ha contribuido a enriquecer la ecología natural de este poblado en el centro de Taiwán.

Las aves que ejercen ese control son los elanios. “Es un ave inconfundible, según la describen los zoólogos. Tiene la cabeza blanca con una «máscara» negra, y su parte inferior es blanca excepto las puntas de las afiladas alas, que son negras. La parte superior es gris azulada, con manchas negras en los hombros”.

Los elanios son comunes en Asia, pero desde 1975 han llegado también a los campos de Francia y España donde se han ido poblando de manera sorprendente gracias a la prohibición de su caza.

En Colombia, especialmente en el Valle del Cauca, con el fin de acabar con las bandadas de torcazas durante varios años se autorizó la caza con escopetas de perdigones.

Desde hace un tiempo, los agricultores han encontrado también unos aliados extranjeros. Se trata de la llegada de aves migratorias que controlan también el número de insectos y larvas dañinas para los cultivos.

El azor moñudo de la imagen, en el monte Guanyin. (Foto: CNA)

LAS PALOMAS SIN INTERVENCIÓN NATAL

En Bogotá, con el fin de controlar la cantidad de palomas que habitan en la Plaza de Bolívar han propuesto el uso de anticonceptivos, esterilización quirúrgica y sustracción de huevos de los nidos.

Así lo planteó hace unos meses la médica veterinaria Claudia Isabel Brieva Rico, docente y coordinadora de la Unidad de Rescate y Rehabilitación de Animales Silvestres (URRAS), de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.), ante la “sobrepoblación” a la que alude el Instituto Distrital de Protección y Bienestar Animal (IDPYBA). 

Según un primer informe del IDPYBA, estas aves se concentran en parques, plazas y en el patrimonio arquitectónico de la ciudad. Por ejemplo, en la Plaza de Bolívar se pueden contar alrededor de 3.400 palomas durante un fin de semana, ya que alimentarlas resulta un atractivo turístico para los transeúntes. 

“Proporcionarles comida conlleva a que ellas se concentren en ciertos puntos de la ciudad, lo que les hace la vida un poco más fácil y su vez propicia su reproducción”, comenta la docente, quien considera que el principal peligro son los cúmulos de materia fecal, en los que empiezan a crecer organismos. 

En general las excretas de todos los animales pueden ser génesis de hongos y bacterias, pero las de las palomas, por la alta concentración, se acumulan con facilidad y además generan mal olor. 

Ante esta situación y al conocer también que las palomas son agentes de enfermedades que pueden causar histoplasmosis, una afección importante en salud pública, sobre todo en quienes siguen algún tratamiento con corticoides, la Alcaldía Mayor creó en noviembre elprimer Centro de Atención de palomas, entregado por el Instituto Distrital de Protección Animal para llevar controles de inspección, recuperación y protección de las palomas que habitan en Bogotá. 

En el Centro de Atención se cuidan unas 200 aves que por su estado de salud se les brinda servicio de recepción y hospitalización.

 (Foto cortesía de la Oficina de Conservación de Agua y Tierra, Sucursal de Taichung, del Consejo de Agricultura) 

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