Por Claudia Elena Correa Giraldo

Orlando Cadavid Correa, durante tantos años nos deleitó con sus columnas periodísticas: Amenas, picarescas, entretenidas, sarcásticas, históricas conservando siempre un humor fino y memorable.  Un hombre “gigante” pero con un corazón de niño, un ser humano muy humilde, que ni el dinero ni lo material le importaba, hombre modesto, de pocos lujos, nunca se preocupó por tener más, porque lo que más felicidad le daba, era hacer feliz a los demás.

El Orlando con quien laboré por tanto tiempo fue un hombre leal a sus principios y virtudes, honesto, serio, amable, educado, tranquilo, respetuoso, cordial, sin olvidar lo exigente que era con el trabajo que hacía. En fin me quedaría corta de palabras para describir no al Periodista sino al ser humano inigualable, aquel con quien estaré eternamente agradecida, porque no solo fue mi jefe durante 25 años,  sino mi figura paterna, nunca olvidaré estas palabras cuando en 1997 le conté que  mi padre había muerto y él sin dudarlo me respondió:  “A partir de hoy, no sólo me convertiré en tu mejor amigo, sino en tu protector” y así lo cumplió lo hizo hasta el último de sus días.

Muchos conocen al periodista ejemplar, pero yo conocí al gran ser humano que habitó en él.  En mi desempeño como su secretaria no recuerdo que me haya regañado ni una sola vez, a pesar de su temperamento sabía de buena manera corregirme, nunca olvidaré que siempre me llamaba Claudín, su lúcida memoria lo acompañó hasta su último suspiro.

No hay palabras para describir mi dolor por su partida de este mundo terrenal, pero Dios y La Virgen están conmigo y me hacen fuerte.  Me da mucha tranquilidad saber que en estos 25 años me quedo con lo mejor de Orlando, disfruté de su tiempo, su compañía, sus gustos y su pasión por la lectura y la música, en particular por la cubana, seguidor de la Sonora Matancera y del grupo Niche. También disfruté muchísimo de sus anécdotas acerca de su vida periodística, los recuerdos y vivencias de su “Manizales del Alma” y de sus grandes amigos.

Sus constantes y sabias enseñanzas me ayudaron no sólo a crecer en el ámbito laboral sino personal. Mi Orlando Cadavid, GRACIAS POR TODO, hoy mi voz se entrecorta, mi alma llora y mi silencio es mi mayor fortaleza. En mi corazón hay un dolor indescriptible, pero me queda la gran satisfacción de haber conocido, compartido y aprendido tanto de un ser humano íntegro en todo el sentido de la palabra.

Te quiero con toda mi Alma, y desde el cielo seguirás siendo mi ángel protector.

También puede leer:

¿Para qué sirve la Corte Penal Internacional?

Please follow and like us:
Wordpress Social Share Plugin powered by Ultimatelysocial