Por Guillermo Romero Salamanca

El nombre de Augusto Ramírez Ocampo estuvo relacionado durante más de 40 años con la política, la diplomacia, la paz y la administración pública. Pero fue durante su administración de la alcaldía de Bogotá cuando determinó convertir los domingos en ciclovías, a las principales avenidas de la capital.

Augusto Ramírez Ocampo fue un hombre de avanzada. Nació el 21 de septiembre de 1934 en Bogotá y transcurrió su vida como abogado, economista, diplomático, político y administrador público. Fue un dirigente del Partido Conservador, destacándose como promotor de las negociaciones políticas y la búsqueda de la paz en Colombia, tarea que afrontó desde el nacimiento de las guerrillas en el llamado Frente Nacional, hasta tratar de convencerlas de buscar otros caminos sin recurrir a la violencia.

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Fue un buen expositor. Nació dentro de la política. Hijo del parlamentario Augusto Ramírez Moreno y de doña Mariela Ocampo Mejía.  Obtuvo el título de doctor en Ciencias Jurídicas y Económicas en la Pontificia Universidad Javeriana. ​ Inició su carrera profesional como juez, pero se decantó por la política como líder de juventudes del Partido Conservador, para posteriormente ejercer como secretario del Gobernador de Cundinamarca, concejal de Bogotá y congresista.

Hizo campaña al lado de Belisario Betancur y por ello fue nombrado como alcalde mayor de Bogotá en 1982 y estuvo dos años dirigiendo la ciudad. Los capitalinos lo recuerdan aún como el gestor de la ciclovía, un sistema en el cual las principales avenidas se convertían en un desfiladero de bicicletas, atletas y caminantes. Fue la novedad. Muchos, incluso, escasamente tenían unas pantalonetas y otros mantenían unos tenis viejos.

Las primeras ciclovías.

Salieron de garajes decenas de bicicletas turismeras y poco prácticas para el deporte. Al lado del crecimiento de la industria de la ropa deportiva, con licras y colores que se apartaban del azul, el blanco y el rojo, surgieron bicicletas de todo tipo, patinetas y rodachines.

La ciudad gris y solitaria de los domingos pasó a ser un escenario de alegría.

Al lado de ellos, cientos de personas consiguieron trabajo vendiendo agua, jugos, ensaladas de frutas o, simplemente, reparando y aceitando las bicicletas. Los caminantes podían, desde ese momento, avanzar entre 5 o 10 kilómetros sin la angustia de los semáforos y los automóviles.

Los domingos cambiaron para siempre. Si bien comenzó la ciclovía con 20 kilómetros, hoy está sobre los 120 kilómetros y se calcula que más de un millón de personas deambulan, se ejercitan y entrenan los domingos por estas vías, que ahora tiene puntos de recreación y ejercicios dirigidos.

Los vetustos yines pasaron a uniformes con licras que se enfrían cuando hay calor o se aclimatan al llover o al helaje de un domingo de junio. La ciclovía se ha convertido también en una enorme pasarela de modelos deportistas.

La idea fue copiada por todas las ciudades del país.

Las populares ciclovías de domingos y festivos en Bogotá.

Otra obra también es recordada por el mandato de Augusto Ramírez Ocampo: la circunvalar. Vía que rodea los cerros orientales y que muchos años estuvo negada por los intereses de unos pocos que decían que peligraba la ecología y que, además, la contaminación acabaría con la ciudad. Hoy es un camino obligado para acercarse a los ejes universitarios o llegar al centro de la ciudad.

Después de su paso por la alcaldía, Belisario Betancur lo designó como ministro de Relaciones Exteriores con la misión central de enfocar la diplomacia colombiana a conseguir respaldos para la búsqueda de una salida negociada entre el Estado y los grupos alzados en armas.

Se convirtió en el gestor del Grupo de Contadora, conformado junto a los gobiernos de México, Panamá y Venezuela con el objetivo de evitar el desencadenamiento de una guerra en América Central. Por su labor, recibió el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional en 1984, un año después de que hubiera sido galardonado el presidente Betancur. ​

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En una exposición en la ONU.

Su trabajo como promotor pacifista lo llevó a continuar con una tarea en el gobierno de Virgilio Barco y fue miembro de la Comisión Nacional de Conciliación y la Comisión Facilitadora Civil en los gobiernos de Ernesto Samper y Andrés Pastrana. ​

En el exterior se destacó como miembro de la Comisión Andina de Juristas, así como comisionado para la supervisión de los acuerdos de paz en El Salvador entre 1992 y 1994 y como representante del secretario general de la OEA y jefe de la Misión para la Restauración de la Democracia en Haití.

En 1991 fue elegido como miembro de la Asamblea Nacional Constituyente, tras lo cual fundó el Centro de Estudios Constitucionales PLURAL. En el gobierno de Andrés Pastrana fue ministro de Desarrollo Económico e intentó presentar una candidatura presidencial para las elecciones presidenciales de 2002, pero no tuvo éxito en conseguir el respaldo de su Partido.

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En Brasil

Se opuso a las reformas constitucionales que buscaron reglamentar la reelección y segunda reelección presidencial, lo cual lo alejó de la corriente principal del Partido Conservador que respaldó firmemente los gobiernos de Álvaro Uribe.

En 2011 Ramírez respaldó la sanción de la Ley de Víctimas por parte del presidente Juan Manuel Santos y se preparaba para la conmemoración de los 20 años de la Constitución Política de 1991. Luego de enfrentar un pre infarto cardiaco, no pudo superar un infarto y falleció el 14 de junio de 2011, a los 77 años de edad.

Todos los domingos, cuando estaba en Bogotá, desde la ventana de su casa, miraba la avenida Sétima repleta de paseantes, deportistas y vendedores. Algunas personas le escuchaban cuando decía: “¡Esto es una maravilla!

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