En el discurso de apertura de la 110 Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano, monseñor Óscar Urbina Ortega, dijo que la transformación que la Iglesia colombiana requiere ahora, comienza por la toma de conciencia del momento complejo que se atraviesa y pidió no ver este momento de la pandemia como una fatalidad irreversible, sino más bien como una posibilidad de conversión y cambio en el ser humano.

Entre este 6 y el 8 de julio los arzobispos, obispos y vicarios apostólicos, desde sus respectivos territorios, conectados con la sede el Episcopado en Bogotá, adelantan jornadas de seis horas de manera virtual y buscan “discernir, a la luz del Evangelio, la hora presente de la Iglesia y el mundo, marcada por la pandemia del Covid-19, que nos pide pensar y replantear las realidades fundamentales de la convivencia social, religiosa, política, económica, cultural y ecológica, para situar la misión de la Conferencia Episcopal en este contexto y establecer sinodalmente las claves y directrices pastorales para continuar la tarea evangelizadora”.

LA CRISIS DE LA PANDEMIA

Monseñor Óscar Urbina Ortega, presidente de la CEC, se refirió a la crisis sanitaria que afecta al país y al mundo entero, como tema central que marcará la reflexión de los obispos. Al respecto, dijo que la transformación que la Iglesia colombiana requiere ahora, comienza por la toma de conciencia del momento complejo que se atraviesa por cuenta de la pandemia.

Así mismo recordó la misión por la que fueron llamados al servicio episcopal, la de guiar y estar al servicio de los demás, dijo que para realizar esta misión se requiere de creatividad y liderazgo enraizado en la persona de Jesús. “Esto implica cambiar los paradigmas y ser dóciles para dejarnos guiar por el Espíritu Santo, que nos llena de valor, imaginación y creatividad para favorecer nuevos ministerios y servicios e ir como Jesús hacia las periferias, y para salir como los Apóstoles de los cenáculos que encierran y no confrontan”.

Conferencia virtual de la Conferencia Episcopal de Colombia

NO ES UNA FATALIDAD SINO UNA POSIBILIDAD DE CAMBIO

Pidió no ver este momento de la pandemia como una fatalidad irreversible, sino más bien como una posibilidad de conversión y cambio en el ser humano y agregó que “el corazón humano, centro de nuestro trabajo evangelizador, desempeña un papel relevante para ayudar a gestar un mundo nuevo, en medio y después del drama que estamos viviendo (…) El tiempo que vivimos es el terreno donde acontece la obra buena de Dios en nosotros. Señala horizontes y empieza a hablarnos de Dios. Él, interviene y revela comienzos completamente nuevos”.

SOBRE LA TECNOLOGÍA

Por otra parte, el prelado observó que la pandemia ha llevado a crear una cultura del uso de la tecnología, es decir, a una globalización desenfrenada; “esto expresa una fe insaciable de respuestas que sin duda están indicando la necesidad de un encuentro de la cultura con el misterio, para una experiencia profunda de Dios”.

Pidió hacer una lectura cuidadosa sobre el comportamiento de las personas en estos momentos de crisis, sus necesidades, líneas de pensamiento, modelos de vida que hayan podido ser afectados, pero no solo de los creyentes, sino de los diferentes actores presentes en este contexto.

SERVIR A LOS MÁS NECESITADOS

Advirtió que en estos momentos en que la Iglesia no ha podido acompañar de cerca a sus fieles, ni recibirlos en los templos, es cuando más se requiere de creatividad pastoral, así como lo ha venido haciendo, valiéndose de las redes de la información y de los medios de comunicación.

Apuntó que solo se logrará llegar a un nuevo amanecer, a la superación de la pobreza, la reconciliación, la fraternidad y la fe de los pueblos, si se trabaja de manera sinodal comunicando la esperanza como “pueblo Santo de Dios que peregrina en Colombia”, es decir, siendo misioneros de esperanza y sirviendo a los más necesitados. (grs).

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