Por Guillermo Romero Salamanca

Jota Mario Valencia es un hombre de éxito.

El tipo siempre hablaba en clase. Con ese vozarrón nos opacaba. A pesar del frío que hacía en Bogotá en los años ochenta, Jota Mario Valencia llegaba a las aulas de la calle 70 donde funcionaba el INSE –institución precursora de la Universidad de La Sabana– con camisas a cuadros y manga corta. Así estuvo en el primer semestre de Comunicación Social en 1978.

El nieto de Luis Eduardo Yepes, el dueño de almacenes Ley, acababa de llegar de Medellín y quería adelantar estudios de Periodismo. Contaba que había trabajado en Radio Visión, que era la mejor emisora de Colombia y que grababa ya comerciales. Era ya un experimentado hombre de medios y fue llamado entonces por Jorge Yarce para que trabajara en Promec Televisión.

Allí estuvo laborando en el programa “Valores Humanos” y fue coordinador de “Revivamos Nuestra Historia” y fue el encargado precisamente de hacer la parte logística de “Bolívar, el hombre de las dificultades”, el dramatizado más osado que se hacía en la televisión colombiana, bajo la dirección del gran Jorge Alí Triana y con un solo camarógrafo para exteriores: Alfredito Corchuelo.

Éramos entonces, condiscípulos de universidad y compañeros en Promec. Él, en su proyecto de televisión y yo, en otro gran proyecto en ciernes: Colprensa.

En la casona de la programadora, había también un pequeño estudio de radio donde Jota Mario se desenvolvía grabando comerciales, haciendo programas y poniendo la voz para las presentaciones de Promec Televisión. Era un obsesionado por el trabajo. Una tarde oí un ruido extraño en ese cuartico, lo abrí y lo encontré tendido en el suelo. Tenía una altísima fiebre, producto de una gripa que lo tenía en un mal estado. Le conseguimos aguadepanela, aspirina y al rato se pudo levantar y seguía laborando.

Pero Jota Mario era irrompible. Obstinado. A veces nos encontrábamos en las escaleras y otras veces me llevaba a la oficina de Promec en su Renault 4. Un día me pidió un favor: que lo acompañara a la Porciúncula, una iglesia que estaba cerca de la universidad. Hasta allí llegamos y el hombre lloraba y lloraba. Esta inconsolable. Mientras él le pedía a Dios que le ayudara con su gran amor, yo meditaba sobre cómo sería Jotamario en el futuro.

No se necesitaba especular mucho. Al poco tiempo Jota Mario departía con los dos grandes presentadores del momento: Fernando González Pacheco-Castro, quien lo llamaba como “el bobito” y doña Gloria Valencia de Castaño. Los tres hicieron una llavería que marcó la sintonía de la televisión. Jota Mario fue, poco después, el lector del noticiero de Promec Televisión.

Cuando aparecieron los canales y desaparecieron las programadoras, Jota Mario abandonó a Promec e ingresó a RCN Televisión. Lleva unas 3 mil emisiones de “Muy buenos días”, cifra difícil de alcanzar y que debe estar en algún libro de records, es el personaje que más horas tiene al aire. De lunes a viernes está en “vivo y en directo” desde las 8 de la mañana hasta el mediodía. Descansa en un sofá de cuero y está pendiente de los compañeros, de los camarógrafos y hasta de la publicidad que se está emitiendo.

Mal bailarín, pero lo intenta, a veces se le va la lengua para criticar y después rectifica sin ningún problema. No deja sus camisas a cuadros y de manga corta. Las debe coleccionar.

No pierde tiempo. Cuando llega a su casa sigue escribiendo, pensando, creando, llamando. Habla de ángeles, de charlas sobre optimismo y de cómo será la televisión en unos años. No se le ve en reuniones sociales, sólo acude a la presentación anual de los libros de su maestro Jorge Yarce y hoy, a sus 62 años, sigue pensando que le faltan otros 5 mil “Muy buenos días” y que debe hacer su película muy pronto.

¡Feliz cumpleaños Jota!.




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