Por Guillermo Romero Salamanca

El presidente Duque puso el cerillo en la vareta. Reglamentar el tema de la dosis personal. El consumo ha llegado a todos los estratos y a todos los niveles. Los distribuidores hacen de las suyas sin importar a quien venden. Los daños son irreparables. La discusión apenas comienza.

¿Cómo es posible que no se encuentre una cura para la enfermedad de la gente?, se preguntó el emperador chino Shen-Nung, quien vivió en los 1.800 antes de Cristo, al ver enfermo a su sacerdote y de inmediato se dedicó a la investigación del uso de cada una de las plantas que encontraba alrededor. ¿Esta para qué sirve?, ¿y esta otra? Después de probar distintas infusiones iba organizando un recetario.

Shen-Nung o Shennong retomó las enseñanzas del emperador Fu Hsi, quien había vivido dos mil años antes que él y quien organizó a los chinos que en ese momento vivían como animales y se juntaban unos con otros y no se comportaban ni orientaban en un estricto proceder, entonces instituyó a la familia. Lo masculino, por así decirlo, sería todo aquello positivo y simbolizaba la fuerza. En cambio, lo femenino marcaba lo negativo, lo débil y lo pasivo. Cuando estas 2 fuerzas estaban balanceadas, el cuerpo tenía salud. Pero cuando una dominaba a la otra, se enfermaba. Esta clasificación resultó ser el punto de partida para la invención de los preceptos del Ying y del Yang.

Una de esas plantas era ma, que señalaba en realidad al cannabis y que tenía dos familias: una industrial con la cual sacaban el cáñamo –y se sigue haciendo—y otra como remedio para diversos males y alivios para las mujeres en la menstruación, por ejemplo.

Los primeros fumadores de marihuana lo hicieron en busca de una solución a alguna enfermedad, pero luego se convirtió en adicción. Comenzaron a consumir tanto el Yin como el Yan en Italia, cuando Marco Polo la llevó a Europa y luego los conquistadores la fueron impulsando por el mundo. Los navegantes españoles viajaban bajo la inspiración de estrellas y cielos aterciopelados.

En Estados Unidos fue quizá, en los años sesenta –con la llegada de películas alusivas al tema y el poder de los medios de comunicación– cuando se propagó su uso. A tal punto que se calcula que en la actualidad unos 27 millones de personas la consumen, entre los de las clases bajas, hasta las encopetadas estrellas de Hollywood, expresidentes como Bill Clinton y Obama –que han manifestado que la fumaron en algunas ocasiones—hasta Bill Gates y actrices que dicen que lo hacen con fines recreativos.

En los años setenta, Colombia no fue apática a la moda que se expandía en el mundo y hubo centros especializados en el consumo como Lijacá y la calle 60 en Bogotá y luego en epicentros sicodélicos en Medellín y en muchas ciudades del país.

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Guillermo Zuluaga Montecristo, gozaba contando chistes de marihuaneros. Foto YouTube.

Si bien es cierto Cantinflas imitó a los borrachines, Guillermo Zuluaga Montecristo, quizá el más grande humorista que ha tenido el país, gozaba contando múltiples aventuras de los marihuaneros. Fue el primero en contar la historia que un día un soplador lo detuvo la policía cuando llevaba un bulto de hierba al hombro y cuando le preguntaron que eso era ilegal, había respondido que era la dosis para el mes.

En el nefasto gobierno de Andrés Pastrana el Ejército reclutó a cuando habitantes de calle y marihuanero encontró para llevarlos al frente de batalla. Grave error. Por el humo que se regaba por la selva, sus enemigos fácilmente los detectaban y, además, cuando hacían un chupón les indicaban exactamente a los francotiradores dónde disparar.

Durante muchos años los consumidores soplaban en sus casas o en sus fiestas, lo que incomodó fue cuando se tomaron los parques, las aulas de las universidades, el transporte público, las calles, las oficinas y hasta el deporte, sin importar que haya niños, enfermos o adultos mayores con problemas respiratorios.

Un día la policía paró un bus con hinchas de un equipo de fútbol. Cuando abrieron la puerta salió una humareda impresionante. El agente le pidió los documentos al conductor y después le preguntó: ¿Y usted cómo hace para conducir así? Y el hombre simplemente contestó: “Yo me duermo y no digo nada”.

 

 

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