Recopilación de Orlando Cadavid Correa

Se acaba de cumplir el centenario del natalicio del insigne maestro del tango, don Ástor Piazzolla, y hemos recurrido a los más versados historiadores para hacer un recuento de su vida.

Fue un vanguardista polémico. A los veintiséis años tocaba el bandoneón en los cabarets porteños por las noches con Aníbal Troilo, y se despertaba a las siete de la mañana para ir a estudiar.

Siendo muy joven, Ástor abandonó su ciudad natal, Mar del Plata, para internarse en la escena porteña. Visitaba todas las noches los cabarets para disfrutar de los músicos de tango que le infundía tanta admiración.  “El tango, – dice Ástor- nace en los prostíbulos; el tango es la noche, el ladrón, el policía, la prostituta… Todo lo ‘torcido’”.

Comenzó sus estudios, en especial, con Alberto Ginastera, mientras tocaba en las mejores orquestas de Buenos Aires. Tenía acceso a las formas de composición de vanguardia de mitad del siglo XX.  En el 46 formó su primera orquesta, y nació la polémica: ¿Es tango o no?  “Tuve la feliz idea de cambiar el tango”, comenta Ástor. El entorno no opinaría lo mismo. En 1953 se produjo el primer gran escándalo cuando interpretó en la facultad de Derecho “Buenos Aires, tres movimientos sinfónicos”, incluyendo redoblantes, tambores y bandoneón. Los estudiantes seguidores de Piazzola terminaron a las trompadas con los profesores.

La música popular no podía ser aceptada en la universidad. Ástor, decepcionado, dejó a Buenos Aires y el tango. Se instaló en París, donde estudió con Nadia Boulanger.  Alrededor de 1955, comenzó un período de fuerte influencia clásica en su vida. Su encuentro con Nadia se transformó en un hito en su carrera artística. Ella lo convenció de tocar esa música que tocaba en Buenos Aires. Estudiante de composición, empezó a experimentar con arreglos de cuerdas, y realizó una serie de grabaciones: “Chau París”, Tzigane Tango” y “Guardia Nueva”, entre otras.

Entre dos tendencias pendió su vida artística durante muchos años: la música contemporánea y la música popular, disyuntiva que a la postre sería irreal, ya que no se inclinaría por ninguna opción, sino más bien tomaría elementos de su estudio para componer su música.  “Sus conciertos no tienen alma”, se dice; “su tango no hace bailar”, se comenta. Pero fue acogido en París, donde no desdeñan los matices. “Allí supieron comprender -afirma- lo que no comprendieron en Buenos Aires”.

Volcado de lleno a su tango, ahora se propuso reformarlo y demostrar la calidad musical que este estilo puede revestir, con la introducción de arreglos elaborados. Lamentablemente, esos arreglos le valieron el apodo de “Loco”. Recordemos, por ejemplo, “La Suite Troilana” y sus cuatro números: 1¼) Su bandoneón, 2¼) Su mujercita, 3¼) Whisky y 4¼) Escolato. En su etapa más oscura regresó fugazmente a Buenos Aires, y fue ignorado. En Nueva York, realizó un intento fallido de fusión con el Jazz. El 26 de mayo de 1965, brindó un concierto en el Philadelphia Hall of New York. Interpretó “Canto de Octubre” y “Tango Diablo”.

Volvió a Europa, esta vez a Italia, entre 1972 y 1978. En 1972 tocó con el noneto en Roma. Obras: “Fuga y Misterio”, “Zum”, “Buenos Aires Hora Cero”, “Buenos Aires 72”. Finalmente, veinte años más tarde, Argentina lo reconoció como un baluarte de la cultural nacional.

La apostilla: Piazzolla, que hizo oír el tango moderno en todas partes, murió el 5 de julio de 1992. Fueron otros célebres ejecutantes del bandoneón Pedro Laurenz, Aníbal Troilo, Pedro Maffia, Augusto Pedro Berto, Juan Maglio, “Pacho”; Vicente Greco, Ciríaco Ortiz, Eduardo Arolas y Osvaldo Fresedo.

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