Las personas que prefieren estar activas por la mañana dependen más de la grasa como fuente de energía y son, en general, más activas físicamente

Hace unos meses una investigación publicada en “PNAS” concluía que había que dormir con las persianas cerradas para evitar el riesgo de enfermedades cardíacas y diabetes.

El motivo era que aumentaba la probabilidad de sufrir estas patologías con la exposición a la iluminación en las horas de descanso al incrementar la resistencia a la insulina a la mañana siguiente.

Nuestros patrones de actividad y ciclos de sueño pueden influir en nuestro riesgo de enfermedades. Ante esta realidad, un equipo de investigadores de la Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey (EE UU), se preguntó si ese riesgo aumentaba si uno era madrugador o noctámbulo.

Pues bien, la investigación, publicada hoy en “Experimental Physiology”, ha encontrado que las personas que son ‘noctámbulas’ podrían tener un mayor riesgo de diabetes tipo 2 y enfermedades cardíacas que las ‘madrugadoras’.

Esto se debe a que los ciclos de vigilia/sueño causan diferencias metabólicas y alteran la preferencia de nuestro cuerpo por las fuentes de energía. Los investigadores encontraron que aquellos que se quedan despiertos hasta más tarde tienen una capacidad reducida para usar la grasa como energía, lo que significa que las grasas pueden acumularse en el cuerpo y aumentar el riesgo de diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares.

Las diferencias metabólicas se relacionan con qué tan bien cada grupo puede usar la insulina para promover la absorción de glucosa por parte de las células para almacenamiento y uso de energía.

Las personas que prefieren estar activas por la mañana dependen más de la grasa como fuente de energía y son más activas durante el día con niveles más altos de aptitud aeróbica que los ‘noctámbulos’.

En cambio, las personas que prefieren estar activas más tarde durante el día y la noche usan menos grasa para obtener energía en reposo y durante el ejercicio.

Para llegar a estas conclusiones, los investigadores clasificaron a los 51 participantes en dos grupos (temprano y tardío) según su ‘cronotipo’: su tendencia a desarrollar actividades físicas o mentales, en función del horario en que se encuentre.

Utilizaron imágenes avanzadas para evaluar la masa y la composición corporales, así como la sensibilidad a la insulina y muestras de aliento para medir el metabolismo de las grasas y los carbohidratos.

Los participantes fueron monitorizados durante una semana para evaluar sus patrones de actividad a lo largo del día. Comieron una dieta controlada en calorías y a nivel nutricional y tuvieron que ayunar durante la noche para minimizar el impacto de la dieta en los resultados.

Para estudiar la preferencia de combustible, se evaluaron en reposo antes de completar dos series de ejercicio de 15 minutos: una sesión de intensidad moderada y otra de alta intensidad en una cinta de correr. Los niveles de aptitud aeróbica se evaluaron a través de un desafío de inclinación en el que la inclinación se elevó un 2,5 % cada dos minutos hasta que el participante alcanzó su punto de agotamiento.

Los investigadores encontraron que los madrugadores usan más grasa para obtener energía tanto en reposo como durante el ejercicio que los noctámbulos. Los madrugadores también eran más sensibles a la insulina.

Los noctámbulos, por otro lado, son resistentes a la insulina, lo que significa que sus cuerpos requieren más insulina para reducir los niveles de glucosa en la sangre, y sus cuerpos prefieren los carbohidratos como fuente de energía a las grasas.

La capacidad deteriorada de este grupo para responder a la insulina para promover el uso de combustible puede ser dañina, ya que indica un mayor riesgo de diabetes tipo 2 y/o enfermedad cardíaca.

La causa de este cambio en la preferencia metabólica entre madrugadores y noctámbulos aún se desconoce y se necesita más investigación.

“Las diferencias en el metabolismo de las grasas entre los ‘madrugadores’ y los ‘noctámbulos’ muestran que el ritmo circadiano de nuestro cuerpo podría afectar la forma en que nuestros cuerpos usan la insulina. Una capacidad sensible o deteriorada para responder a la hormona insulina tiene implicaciones importantes para nuestra salud”, afirma en un comunicado el autor principal del estudio, el profesor Steven Malin.

“Esta observación -prosigue- avanza en nuestra comprensión de cómo los ritmos circadianos de nuestro cuerpo afectan nuestra salud. Debido a que el cronotipo parece afectar nuestro metabolismo y la acción de las hormonas, sugerimos que el cronotipo podría usarse como un factor para predecir el riesgo de enfermedad de un individuo”.

“También descubrimos que los madrugadores son más activos físicamente y tienen niveles de condición física más altos que los noctámbulos, que son más sedentarios durante el día. Se necesita más investigación para examinar el vínculo entre el cronotipo, el ejercicio y la adaptación metabólica para identificar si hacer ejercicio más temprano en el día tiene mayores beneficios para la salud”, concluye.

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