Por Óscar Javier Ferreira Vanegas

Padre nuestro que estás en todas partes: en el aire, en los ríos y en los mares, en los montes y en los valles, en los glaciares y la selva; en el día y la noche,  en las flores y en el canto de las aves; en el sol que nos irradia y la lluvia que nos besa; en las estrellas que nos cobijan, en el corazón latiendo; en el amor, la compasión, la paciencia y el perdón.

Santificado, adorado y glorificado sea tu nombre, por todo lo que es bueno, justo y honesto.

Venga a nosotros tu reino de amor, paz y justicia, fe y sabiduría; irradia con tu luz mi vida, mi familia, mi profesión, mi estudio y mi trabajo.

Hágase tu voluntad, que es sabia, así mi ego, mi orgullo no haya sabido comprender tus designios. Enséñame a aprender.

Gracias te damos por el alimento espiritual, mental y físico, el sueño y la vigilia, por el abrigo y el hogar que nos congrega.

Perdona nuestras faltas y culpas, nuestras omisiones y deudas espirituales; ten misericordia de la humanidad, de nosotros y nuestros seres queridos.

Enséñanos a amar y perdonar, y a recibir perdón de nuestros semejantes.

No nos dejes caer en la tentación del egoísmo, la codicia, la ambición, el odio, la venganza y el placer mundano.

Y líbranos de todos los males y dadnos tu bendición. Porque solo tú eres grande, poderoso y misericordioso, y tuyo es el poder y la gloria por los siglos de los siglos,

Amén.

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