Si se pregunta cómo es la vida de los parlamentarios, sepa que tienen mejor salud que sus representados y es por su poder adquisitivo. Es lo que dice la Ciencia

La diferencia entre políticos y resto de mortales es objetiva y, de acuerdo con un nuevo estudio firmado por investigadores de la Universidad de Oxford, en Reino Unido, se mide en más años de vida, probablemente relacionados con el hecho de que no andan mal de sueldo. Es lo que dicen las conclusiones del trabajo de investigación, para el cual se han recopilado datos de un total de once países y de un total de 57.500 personas que se dedican a la política profesional. Los científicos no han tenido en cuenta si están en el gobierno o en la oposición, pero sí han incluido en su análisis el nivel de ingresos de los políticos en cuestión.

En este trabajo se documenta la diferencia en la esperanza de vida entre políticos y ciudadanía en general y también su evolución en el tiempo. Llama la atención que en algunos de los países estudiados la diferencia es la mayor que se ha observado durante los últimos 150 años. Cuando se trata de la esperanza de vida que tiene una persona a los 45 años, hay siete años de ventaja para los que viven de la política respecto a los gobernados, indican.

Al empezar la presentación del proyecto de investigación, los autores recuerdan que en los últimos años la mejoría en cuanto a esperanza de vida, que ha sido acusada durante un tiempo, ha empezado a estancarse en muchos países ricos, y que ha llegado a empeorar entre algunos grupos de población.

Esa idea es la que ha inspirado la iniciativa de analizar las desigualdades sociales, ahora que además la pandemia ha puesto en evidencia las diferencias de forma más dramática y hay un interés creciente por el tema en la comunidad científica. Sus datos no alcanzan el año que estalló la pandemia, pero sí beben del interés que el tema ha suscitado, aclaran.

¿Viven mejor las élites?

Por ejemplo, indican que las últimas cifras muestran que los varones que viven en las zonas económicamente más deprimidas de Inglaterra viven casi diez años menos que los ciudadanos de áreas más prósperas. Para las mujeres de unas y otras áreas la diferencia en años de vida es de unos siete años, de acuerdo con los datos del ministerio de Sanidad de aquel país.

Este tipo de información es la que despierta la curiosidad sobre si ciertas élites o profesionales con mayores ingresos, como el caso de los políticos, tienen de verdad mejor salud y viven más. Hasta este momento, los estudios que han analizado la cuestión tienden a comparar las tasas de mortalidad de los políticos con la de los ciudadanos a los cuales representan. Además, lo habitual es que los estudios se centraran en un único país, con algún trabajo excepcional considerando dos o tres.

El valor de esta nueva publicación es que es el mayor que se ha llevado a cabo hasta la fecha, con información de once países de altos ingresos. Los resultados se han dado a conocer en una revista científica en la que un grupo de autores independientes analizan cada artículo para comprobar que cumple con criterios de objetividad y relevancia, la «Revista Europea de Epidemiología».

Para llevarlo a cabo se han recopilado datos oficiales de políticos que ejercen en Australia, Austria, Canadá, Francia, Alemania, Italia, Holanda, Nueva Zelanda, Suiza, Reino Unido y Estados Unidos. Para cada uno de esos países, los datos van desde 1945 hasta 2014, pero el análisis llega a retroceder hasta 1816 cuando la información está disponible (en Francia) y avanzar hasta 2017.

El total de datos se corresponde con 57.561 profesionales de la política, de los cuales 40.637 habían fallecido cuando se puso en marcha el estudio. La proporción de mujeres entre ellos varía mucho: son solamente el 3% en Francia y los Estados Unidos, pero en Alemania representan el 21% de los «participantes».

A cada uno de los sujetos se le comparó con la población representada en función de su país de residencia, su edad y sexo, para ver si los datos de mortalidad eran diferentes para políticos y ciudadanos en general en cada periodo de tiempo concreto. También compararon los años de vida que les quedaban cuando cumplían 45 años, en función de si vivían de la política o no.

En la mayor parte de los países estudiados, los políticos tenían tasas de mortalidad parecidas a las de la población general a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. No obstante, a medida que avanza el siglo XX, las diferencias se van haciendo mayores en todos los países, y los políticos van ganando ventaja en cuanto a supervivencia cuando se comparan con el resto de nosotros.

También había diferencias entre países en cuanto a la amplitud de esa ventaja a favor de los políticos. En Italia, por ejemplo, era 2,2 veces más probable para un ciudadano morir en el año siguiente que para un político de su misma edad y sexo. En Nueva Zelanda la probabilidad era menor: 1,2 veces comparado con sus representantes. Lo que sí se ha visto en casi todos los territorios es que la mayor esperanza de vida de los políticos respecto a los gobernados es una ventaja mayor que en los 150 años anteriores. Solamente a mediados del siglo XIX había sido tan grande la brecha.

La salud tiene que ver con el acceso a mejores tratamientos y cuidados

Los años de vida ganados con la política en la segunda mitad del siglo XX va desde «solamente» tres en Suiza hasta siete en los Estados Unidos.

«Para muchos, estas diferencias en la esperanza de vida pueden deberse a que los políticos suelen tener mayores sueldos que los de la población media. En Reino Unido el salario básico de un parlamentario es de 84.144 libras (99.450 euros)», escriben. Sin embargo, matizan también que esto sería parte de la explicación.

La desigualdad se mide en ingresos, pero en realidad las diferencias en la esperanza de vida no coinciden con los mayores sueldos en política. Los sueldos de los políticos empezaron a subir respecto a la media en la década de los 80 del siglo pasado, pero su esperanza de vida empezó a superar a la de los demás mortales cuatro décadas antes.

El acceso a mejores tratamientos médicos y otros cuidados que tienen que ver con la salud, incluido el estilo de vida, también puede tener que ver, indican los autores. Así, recuerdan que tanto el presidente de los Estados Unidos, Franklin Roosevelt, como el primer ministro británico, Winston Churchill, sufrieron hipertensión arterial toda la vida y acabaron falleciendo de ictus (infarto cerebral), pero a partir de 1960, los tratamientos para este tipo de enfermedad empezaron a estar disponibles consiguiendo reducir, con ello las muertes por este motivo.

Textos y fotos: elmundoalinstante.com

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