Por Esteban Jaramillo Osorio.

Mundo intolerante el del fútbol, con poderes apasionados e inestables, donde ganar es lo único. pasan las semanas y caen los entrenadores. Los despiden aquí y allá.

Extraña profesión para expertos en dominar jaurías, domar serpientes, o dormir con los enemigos, en muchos casos ejercida con prepotencia sin límites. Pagan los descalabros de las malas administraciones, la falta de profesionalismo de los futbolistas, la carencia de conocimientos o la ausencia de triunfos.

A los técnicos los contratan por buenos, con discursos grandilocuentes que depositan sin reparo toda la confianza de los administradores de los clubes. Los despiden, luego, por incompetentes con mensajes canallas precedidos de rumores descalificadores en los medios.

Se ha dado el caso de un entrenador que solo duro un día en su cargo. Otro fue contratado, despedido y luego reenganchado, en un lapso inferior a seis meses, sin corroborarse si es bueno o no. Los triunfos duran poco, del frenesí de una victoria celebrada, se pasa al silencio condenatorio de una derrota.

En Colombia este año han caído diez, la mitad de los equipos en competencia. Tendencia   que se esparce por el mundo de la pelota. Para ellos, para los entrenadores, el único consuelo es que saltan, en extraño carrusel, de un equipo a otro.

Todos viven bajo sospecha. Mientras ganan son los héroes del pueblo, cuando pierden, señalados con rabia por el público alborotado.

Entrenador de futbol, un poder, en casos arrogante, de corta vida, en el que muchos que nunca lograron aprender se dedicaron a enseñar, con formas de comunicación precarias.

El fútbol es corriente de pasiones y emociones, sin perdón para los perdedores, los que, como aliento, saben que siempre habrá otro domingo para desahogar broncas y buscar revanchas.

También puede leer:

Please follow and like us:
Wordpress Social Share Plugin powered by Ultimatelysocial