Por Guillermo Romero Salamanca

El jugo de chamba es un manjar.

Cuando se visitan los municipios de la provincia de Lengupá, en el sur de Boyacá, sus habitantes de Campohermoso, Miraflores, Páez, San Eduardo y Zetaquirá se sienten orgullosos al brindar a los foráneos un vaso de jugo de chamba.

Es una de las tantas frutas exóticas que tiene Colombia. Es, sencillamente, exquisita. Por lo general, se repite la dosis. La chamba se da de manera silvestre y los oferentes sostienen que no es lo suficientemente rentable para transportarla a otras ciudades como Bogotá.

Lo han intentado con ayudas de la gobernación, el Sena y con investigaciones de la Universidad Nacional.

La chamba se caracteriza por ser un fruto perecedero que se conserva en fresco uno o dos días. «Su almacenamiento y comercialización en fresco se han limitado, además, porque la producción es anual. Se estima que en cosecha y postcosecha se pierde hasta el 97% del producto. Sin embargo, por medio de un método artesanal se extrae su pulpa para comercializar jugos, vino, sabajón, yogurt, diferentes tipos de postres, dulces y mermeladas, entre otros», anotó Hélber Enrique Balaguera López, de la Universidad Nacional en un estudio que realizó del crecimiento, el desarrollo y la determinación del punto óptimo de la fruta en cosecha.

La exquisita fruta de chamba. Foto Myriam Vargas. Miraflores. Boyacá.

Pero no es un producto exclusivo de Boyacá. Se le encuentra también en algunas regiones de Santander, Cundinamarca, los Santanderes, Valle y Cauca. Se le conoce también como Champa, Chamba, Guayabo Anselmo, Guayaba de leche, Guayaba de mono, Michinche y Palillo.

Según el periodista William Efraín Abella Herrera se encontraba en los patios de las casonas del centro de Popayán, en las fincas cercanas a la ciudad y se le conocía con el nombre de Michinche a esta amarilla fruta cuyo nombre científico es Campomanesia lineatifolia.

“Hoy se halla casi extinto en la zona”, comenta con nostalgia el comunicador.

“El fruto del Michinche, explica William Efraín, es una “guayaba” verde achatada que al madurar se torna amarilla. Su pulpa es de un blanco crema; de agradable aroma y sabor con presencia de semillas amargas al paladar. Se puede consumir directamente o utilizarla en la elaboración de dulces, mermeladas, jaleas y helados, postres, jugos, pulpa, cremas, tortas, vino, sabajón y yogur”.

Agrega que la madera de este árbol es considerada por los campesinos como “fina” y la usan como mango de herramientas, poste y leña. El ganado no consume sus hojas, lo que lo potencia como cerco vivo.

“La sabiduría popular reconoce propiedades medicinales en el árbol: la raspadura de la madera en agua se toma contra la hemoptisis (sangrado al toser), síntoma asociado en la mayoría de los casos con la tuberculosis pulmonar. También se extrae tintes de las semillas del Michinche; frutal que no supera los 12 metros de altura y 25 cm. el diámetro del tronco”, manifiesta William Efraín, quien es uno de los voceros más fervientes de la chamba.

“La chamba tiene un tronco ligeramente surcado; de fuste grueso, con 25 centímetros de diámetro; 8 a 10 metros de altura; corteza seca blancuzca, delgada y desprendible en tiras largas. Tiene hojas opuestas de 9 por 4 centímetros y con nervios bien marcados en el envés. Las flores son de color crema de 15 milímetros de diámetro. Los frutos son bayas amarillas al madurar, de 30 milímetros de diámetro en promedio, aunque pueden alcanzar hasta 70 mm y hasta 140 gramos de peso”, especificó Luis Enrique Acero-Duque en su libro “Principales plantas útiles de la Amazonía colombiana”.

La chamba no puede desaparecer de Colombia.

Foto portada: Andrés Felipe Castaño/Unimedios

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