Por Guillermo Romero Salamanca

La frase que más escuchó Raúl Campos cuando era niño, de parte de don Teófilo y doña María Jacinta Cruz Becerra, sus padres fue: “Mijito, muévase a ver”.

Y es que, en Paipa, región turística, agropecuaria, e industrial de Boyacá las personas madrugan con un solo propósito: trabajar.

El “mijito, muévase a ver” era porque en cuestión de minutos debía bañarse, desayunar y arrancar para la escuela. Después de las clases y de tener momentos de alegría con los compañeros, las tareas domésticas no faltaban en las tardes.

Don Teófilo era un gran negociante, estaba allí y allá. Tenía, además un taxi, en el cual recorría buena parte de las veredas. Ese vehículo fue también la primera maquinaria que movilizó Raúl, nuestro personaje.

En Paipa no paran de laborar. Allí hicieron de las almojábanas una industria, negociaron los quesos de Sotaquirá y los volvieron institucionales. De sus termales hicieron una gran empresa de turismo. De su lago Sochagota, crearon un emporio hotelero. En uno de sus terrenos construyeron también un aeropuerto. Cerca del casco urbano está el Pantano de Vargas, donde Bolívar les dio una dura lección a los españoles.

Pero Raúl no se veía ni como transportador, ni agricultor, ni mesero, ni soldado. Doña Jacinta vio un día que su hijo ya tenía más de metro setenta, aunque sólo tuviera 15 años y le consiguió un puesto como “patinador” en un banco de Bogotá. “Es algo bueno porque todo el día cuentan dinero”, le dijo, le dio la bendición y lo despachó con una muda de ropa.

Con Carlos Vives cuando Raúl dirigía La Zeta de Todelar.

UN VIAJE DE EXPERIENCIAS

Raúl, con sus pocas pertenencias viajó a la capital y a los pocos días quedó deslumbrado por las maravillas que ofrecía para desarrollar sus propósitos. En el fondo le fascinaba la música o estar con las figuras de la canción. Le gustaban las canciones de Alicia Juárez, tarareaba algunos temas de Pedro Infante y Jorge Negrete.

Después de ir de acá y allá, de compartir con amigos en cafeterías, encontró a un fulano que le ofreció un puesto como promotor discográfico. “¿Y esa vaina qué es?”, le preguntó intrigado. “Se trata de ir a las emisoras y llevar lo nuevo de los artistas, hablar de las canciones, de los compositores, dar noticias y promover canciones”.

La idea le encantó tanto que se fue a laborar a Codiscos con la mitad del sueldo que recibía en el banco. En pocos días estaba en las emisoras dialogando con locutores, directores y otros promotores aprendiendo trucos para hacer sonar las canciones. Estaba ilusionado. El fulano que lo llevó a este trabajo lo regañaba todos los días, pero se propuso ser superior a él.

En efecto, su tarea propuesta la logró en pocos meses. Lo invitaron entonces a CBS para formar parte de un poderoso equipo de promoción.

Allá recibió el toque de estar con figuras de la canción internacionales. Llevó de la mano, por ejemplo, a Luis Miguel cuando era un párvulo y como era inquieto el pequeño, Raúl le decía: “Mijito, muévase a ver”, para reprimirlo un poco y no lo hiciera quedar mal con los periodistas, porque él chiquitín se trepaba a los escritorios o jugaba con los micrófonos”.

Se le vio también con Julio Iglesias, José Luis Rodríguez, Mirla Castellanos y uno que le fascinaba: Juan Gabriel.

También llevaba a las emisoras los primeros discos de Vicente Fernández, Gloria Estefan y conoció a Shakira, entre otros.

DE PAIPA A VALLEDUPAR

Con Los Tigreso del Norte alistándose a volar a Villavicencio.

Pero su reto más importante fue cuando le encargaron a Diomedes Díaz. Ahí si fue el acabose para él porque quedó impresionado con el artista. Se hicieron amigos. Raúl le conocía todas las intimidades del Cacique de La Junta, lo paladeaba y lo llevaba a las grabaciones o a las entrevistas con medios de comunicación.

Fue tal el apego que hasta cantaban juntos en sus reuniones particulares y todavía, cuando Raúl está libando, trata de hacer unos versos como los hacía Diomedes. No es lo mismo, pero lo intenta.

Pasear por Valledupar y hablar en Radio Guatapurí originó que llamara a doña Jacinta y le dijera: “Mamá, estoy triunfando”.

Un día CBS lo despidió y Raúl no se puso a llorar, sino que armó el primer concierto denominado como “Mano a Mano musical” entre Diomedes Díaz y El Binomio de Oro en el Club de Policía de Bogotá. Fue tal cantidad de personas que asistieron, que resultó siendo la cuota inicial para que naciera un empresario artístico.

Entre Nairo Quintana y Los Tigres del Norte.

Raúl sabía de promoción, conocía el intríngulis del trato con los cantantes y los empresarios. Total, el camino comenzaba.

Así es que todos sus sueños se lograron: llevar a su tierra a don Antonio Aguilar, organizar conciertos con Vicente Fernández, cenar a solas con su ídolo Juan Gabriel y contratar a otras figuras de la canción que él imaginaba de niño en sus caminatas por su bella Paipa, eran un sueño cumplido.

Hace unos años tuvo un reto: contratar y mover en Colombia a Los Tigres del Norte, máxima agrupación latinoamericana de música regional. Campos se asustó al principio. Pero recordó el mandato de sus padres: “Mijito, muévase a ver” y entonces comenzó el trabajo único y más apasionante que haya podido hacer un empresario artístico en Colombia: hacer conciertos de calidad en diferentes regiones del país.

Tarimas de gran tamaño, sonidos de primera calidad, contratación de aviones para llevar a los artistas, divulgación en más de 400 emisoras del país, conversaciones con gobernadores, alcaldes, concejales, empresarios, comandantes de Policía, gente de logística y toda una empresa que le da trabajo a centenares de personas.

CON LOS 50 DE JOSELITO Y MANUEL JOSÉ

Sebastián Campos, el hijo de Raúl, convertido en ídolo de la canción ranchera.

Un día en Villavicencio, en medio del calor y la angustia laboral, no había almorzado y determinó tomar, aunque fuera agua. Llamó a un vendedor ambulante y le dijo: “deme una botella de agua”. El hombre le dijo: “Cinco mil pesos”. Campos impresionado le preguntó: “¿Cinco mil pesos por una botella de agua?” Y el personaje le comentó: “Es que estamos en el concierto de Los tigres del Norte y eso vale”.

Campos le manifestó: “Es que yo soy el empresario que trae a los Tigres del Norte”.

El hombre, sin inmutarse le contestó: “Usted alega mucho y no le vendo el agua porque usted no tiene sed”.

Raúl, entre el mal genio y la sed, optó por pagar la botella.

Desde hace un año promociona a Manuel José, el hijo de José José. Sigue en permanente comunicación con sus socios de Los 50 de Joselito. Escucha con paciencia los trabajos musicales del gran productor Álvaro “chocolate” Quintero.

Campos tiene un gran carisma. Sabe reír y soluciona los problemas más grandes en cuestión de segundos. Es un don que Dios le ha dado.

Ama a sus hijos como el mejor de los padres. Le gusta abrazarlos. Goza con las llamadas de su hija, disfruta cada una de las notas y letras de las composiciones de Sebastián. Es su ídolo. Le aconseja, le insinúa algunos temas, le sugiere músicos y grabaciones. Está pendiente hasta de cada una de las perras que le lleva a su casa, el gran cantante de la música popular.

Campitos, su hijo menor, es su contemplación. Admira toda la capacidad técnica que tiene.

De vez en cuando los llama y les da un gran consejo: “Mijito, muévase a ver”.

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