Julio 22 de 2011: más de 500 jóvenes en un campamento político de verano en la isla de Utøya fueron atacados por Anders Breivik, un extremista de derecha armado que el mismo día bombardeó el distrito gubernamental de Oslo. El atentado dejó un saldo provisional de 77 muertos y más de un centenar de heridos, muchos de ellos adolescentes, convirtiéndose en el peor acto terrorista que conoce la historia de Noruega.

Este suceso ha sido extensamente documentado, pero por primera vez una película de ficción lo aborda desde el punto de vista de la experiencia de una víctima que lucha por prevalecer, con la dirección de Erik Poppe que hace de ésta una experiencia visual legítimamente agotadora y global. 
 

Atentado Utøya de Erik Poppe, muestra en tiempo real, 72 minutos, la violenta tragedia de la masacre ocurrida el 22 de julio.

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Ese 22 de julio de 2011, la confusión reinó en la capital de Noruega durante gran parte del día hasta que las autoridades consiguieron detener al autor de los hechos, un único joven disfrazado de policía: Anders Behring Breivik. Unas horas antes del crimen el asesino publicó en internet un extenso manifiesto de 1.500 páginas en el que repite obsesivamente su rechazo a la política “multicultural” de liberales, socialistas y comunistas; además de su repulsión a la creciente “islamización” de la sociedad europea. Utiliza las mismas palabras, expresiones y argumentos de los partidos neofascistas que avanzaban y crecían en aquella época en Noruega, Dinamarca, Suecia, Holanda, Bélgica, entre otros.

«Me etiquetarán como el monstruo (nazi) más grande desde la Segunda Guerra Mundial»-Anders Behring Breivik.

Anders Behring Breivik tiene actualmente 39 años aunque hace poco cambió su nombre a Fjotolf Hansen. Su atentado del 22 de julio de 2011 dejó un saldo de ocho personas muertas por la detonación de un coche bomba en medio de Regjeringskvartalet en Oslo, y 69 adolescentes inocentes en el tiroteo posterior al campamento de verano de la Liga de la Juventud (AUF) en la isla de Utøya.

Su manifiesto que preparó durante años, lo tituló Una declaración europea de independencia-2083 y lo firmó con el seudónimo «Andrew Berwick», clasificándose como el «cazador de marxistas». El texto lo terminó unas horas antes del comienzo del doble ataque de Oslo y en él, el neonazi marca un límite: «La lucha contra las élites multiculturales en Europa no debería ser superior a 45.000 muertos y un millón de heridos». El manifiesto fue escrito en un cuaderno en forma de una bitácora, con una cruz de los Templarios en su portada, en su primera página parece un manual de aprendiz de terrorista, con referencias históricas para los extremistas cristianos.

Según el texto, la preparación del trágico acontecimiento comenzó en el otoño de 2009, cuando Breivik fundó una empresa de minera y una pequeña granja para utilizarlas como “cobertura” para la compra de armas explosivas. “Ahora tengo que comprar legalmente un fusil semiautomático y una (pistola) Glock”, escribió en septiembre de 2010, dos armas para las que obtuvo una licencia, según la prensa noruega.

Pocas horas después del ataque Breivik fue capturado y en 2012 recibió una sentencia a 21 años de cárcel. Siempre admitió la matanza, pero nunca mostró señales de arrepentimiento, poniendo a los jueces en una posición donde debían determinar sobre su condición mental. Si lo declaraban demente sería enviado por tiempo indefinido a una unidad psiquiátrica de alta seguridad para tratamiento, algo que él había descrito como “peor que la muerte”.

En 2016, el condenado interpuso una demanda contra el sistema penitenciario alegando que sus condiciones de reclusión eran comparables con la tortura, destacando la prisión en la Isla de Bastoy. Paradójicamente, las cárceles de Noruega son calificadas como las más cómodas del mundo y el sistema penitenciario noruego ha sido descrito por varios visitantes y analistas como «la utopía de las prisiones». En Bastoy, una isla ubicada en el sur de Oslo, los reclusos pueden caminar alrededor del terreno, allí practican el esquí, cocinan, juegan al tenis y a las cartas, tienen su propia playa e incluso son los encargados de administrar el ferry que la conecta.

Es un extraño paralelo a las actividades que realizaban los jóvenes en Utoya antes de la llegada de Breivik. La isla está cerrada a todos los visitantes después de lo ocurrido, ni siquiera le permitieron a Erik Poppe grabar su película en ella. Sin embargo, el director dio todo por el realismo de la obra porque quería enaltecer a los que sobrevivieron a pesar del terror y la incertidumbre. En salas este 18 de julio, su largometraje es una mirada irrepetible a un evento imposible de olvidar.


ATENTADO UTØYA describe la luz en medio de la insondable oscuridad que el resto de nosotros apenas podemos concebir.

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