La próxima vez que empieces a comer golosinas  y no sepas cuándo parar, no le eches la culpa a tu apetito… sino a tu saliva.

Una enzima que engorda. La alfa-amilasa funciona rompiendo enlaces de moléculas grandes de los alimentos, como el almidón, y las reduce a otras más pequeñas, como la glucosa, que provocan, a su vez, la sensación de estar saciado. Pero si tenemos niveles bajos de alfa-amilasa, digerimos más despacio y la sensación de hambre se mantiene más tiempo, por lo que acabamos comiendo más cantidad para lograr esa sensación de saciedad.

Digestión y saciedad. La digestión no empieza en el estómago sino, gracias a la saliva, en la boca. La acción que en ella realizan enzimas como la alfa-amilasa es vital para digerir los alimentos. Ahora, un grupo de investigadores de las Universidades de Jaén y de Málaga han comprobado, además, que las personas que presentan bajos los niveles de esta enzima en la saliva tienen dificultades para sentir saciedad y comen de más.

Marcador del hambre. Tras sus estudios, los expertos proponen a esta enzima como un marcador del hambre que siente cada individuo y de su propensión al sobrepeso, ya que tener más o menos apetito depende de ella. ¿Podrá convertirse esta enzima en un futuro tratamiento contra la obesidad?

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