Por Guillermo Romero Salamanca

El hombre no caminaba, volaba. Toda su vida, incluso hasta después de su muerte, ofreció las más espectaculares noticias.

El hijo de una familia de inmigrantes suecos a los Estados Unidos nació el 4 de febrero de 1902 en Detroit. Su padre era un hombre obsesionado por la política –que se opuso incluso al ingreso de la Unión Americana en la Primera Guerra Mundial y luego fuera congresista– y su progenitora, una profesora de Química.

Resultado de imagen para charles lindbergh
El joven estudiante de Ingeniería Mecánica. Foto Wikipedia.org

Era la época de la industrialización del mundo. Las conversaciones en clubes y bares giraban sobre las máquinas y sus avances. Y Charles Augustus armaba y desbarataba motores. Quizá por ello ingresó a estudiar Ingeniería mecánica, pero la verdad le atraían más los aviones.

No volvió más a las clases de números y más bien buscó una escuela que le enseñara a volar y el 1 de abril de 1922 hizo su primera travesía aérea como acompañante y poco tiempo después compró su propio avión. Le puso un nombre femenino y curioso: Jenny, en homenaje a una jovencilla de la época de sus juveniles años.

No se quedó ahí, sino que entrenó en el cuerpo aéreo del Ejército y después fue piloto civil.

Pero el año glorioso en su vida fue en 1927. Tenía 25 años y era un joven rubio, con ojos azules y que conquistaba a las nenas de la época fácilmente. El 7 de enero se realizó la primera llamada telefónica entre Nueva York y Londres. Todo un suceso.

En esa época los viajes transatlánticos los hacían en barcos tipo Titanic y se demoraban hasta 15 días.

En 1919, en una comida, el francés Raymond B. Orteig, dueño de un hotel en Nueva York ofreció un premio de 25 mil dólares para el primer piloto que realizara un vuelo entre esa ciudad y París.

Charles Augustus en 1927 confirmó la oferta, preparó su avión llamado como “El espíritu de San Luis” y lo acondicionó para la jornada. Atravesar el Atlántico era una proeza. Podría caer y desaparecer en medio del mar. El 20 de mayo de 1927 despegó de Ling Island y en 33 horas y 32 minutos cruzó la inmensidad de agua y aterrizó en un aeropuerto cercano a la ciudad Luz.

Apoteósica la jornada. La gente se enloqueció, ovacionaron al joven rubio de ojos azules y casi despedazan el avión de alegría. Cuentan los diarios que, al día siguiente, se recopiló una tonelada de objetos perdidos, incluyendo seis dentaduras postizas. Calculan los estudiosos de hemerografía que por esa gesta se publicaron más de 250 mil notas en los periódicos y como Charles Augustus quería darle una sorpresa a su madre, le envió un servicio de recortes de prensa como regalo. Se emplearon varios camiones y un buen número de toneladas de papel.

Y ni qué decir cuando llegó a Nueva York. Sus fans le arrojaron 1.800 toneladas de papel picado, serpentinas, confetis, directorios telefónicos y agendas. Superó incluso a los héroes de la Primera Guerra Mundial.

Era tal la odisea de este nuevo Cristóbal Colón que cuando iba a un restaurante, la gente se peleaba después por las servilletas que había usado y hasta los huesos chupados de los pollos que había consumido, eran perseguidos por los coleccionistas.

Con el mismo avión recorrió América Latina entre el 13 de diciembre y el 8 de febrero de 1928. En México conoció a su futura esposa, estuvo en Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, la Honduras Británica, Panamá, República Dominicana, Venezuela, Haití y Cuba. En Colombia visitó Cartagena y Bogotá.

En la capital fue un acontecimiento. Ese 28 de enero de 1928 la gente salió a las calles para verlo volar por toda la Carrera Séptima. Los caballeros se quitaban los sombreros cuando lo divisaban y las señoras se engalanaron con sus mejores perchas. Aterrizó en Madrid, Cundinamarca en un modesto aeródromo y después fue llevado a la casa presidencial donde Miguel Abadía Méndez le impuso la Orden de Boyacá y por la noche se fue a un danzón en el Jockey Club.

Portada de El Tiempo con la visita del aviador a Bogotá.

Al otro día, después de varios canelazos arrancó para Caracas y se llevó las sonrisas de bellas damas de la sociedad bogotana.

Su día triste fue cuando secuestraron a su hijo. La noticia impactó entre sus millones de seguidores ese 1 de marzo de 1932. La policía mundial estuvo alerta por este hecho y las informaciones de los medios de comunicación del momento daban detalles del suceso. Dos meses después, el cadáver del pequeño fue encontrado y el mundo enmudeció.

Charles Augustus se convirtió en conferencista, escritor, personaje para películas y hasta Walt Disney lo tomó como una de sus estrellas. Fue asesor de empresas aéreas y cada vez que concedía ruedas de prensa, era noticia.

El 26 de agosto de 1974, un linfoma acabó con su vida en su casa de Hawai. Se despedía a los 72 años el gran aviador, el necio volador, el Charlie Darling, el águila solitaria de este mundo.

En noviembre del 2003 era nuevamente titular de primera plana. Se confirmaba su paternidad de tres alemanes: Astrid, Dyrk y David Hesshaimer, producto de su relación con Brigitte, una sombrerera. Hasta su biógrafo Andrew Scott Berg quedó sorprendido. Charles Augusto era genial hasta para contar sobre sus aventuras más allá de las nubes.

Please follow and like us:
Wordpress Social Share Plugin powered by Ultimatelysocial