Por Esteban Jaramillo Osorio

En el show del futbol, sin el balón, faltaba un jugador: Uribe Vélez. Llega de repente, de las sombras, a un mundo que desconoce, que no le apasiona.

Se convierte en la alternativa para hablarle al oído al presidente Duque con el fin de acelerar el regreso, sin importar consejos de médicos especialistas, que ven improcedente la pelota en los estadios, en las próximas semanas.

Linda ocasión para reafirmar quien manda en el país.

La opción confunde, porque los subalternos presidenciales van en la línea que recomienda el regreso en septiembre, algo consecuente con el surrealismo imperante. En contraste, Uribe lo ve viable en junio.

Las otras peticiones presentadas en la sonada reunión, ya fueron negadas por el presidente en propiedad, semanas atrás, lo que implica falta de diplomacia de los dirigentes.

En este caso, poco vale el ministro del deporte como emisario.

El deseo de volver, que tanto emociona a los interesados, está en el camino opuesto al número de contagios y a la dificultad para controlar el acoso de la infección, que tiene en ascuas a las autoridades.

¿Qué tan recomendable resulta la interacción con líderes y ex gobernantes, ante la imposibilidad de eludir las impudicias políticas, dispuestas a sacarle jugo al deporte en crisis?

No olvidemos que la prudencia prevalece frente a las urgencias. Y que los incendios no se apagan con piromanía.

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