Por María Angélica Aparicio P. Si la puerta quedaba cerrada con un grueso, o con un débil candado, ninguna persona podía salir. Era el único portón de la extensa muralla del gueto. La puerta se abría en las mañanas, con el alba, bajo el frío. Por la noche, alguien la trancaba. Empezaba el encerramiento a … Sigue leyendo Guetos: una prueba de vida
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