Por Mauricio Salgado Castilla @salgadomg
Cuando se piensa en personas que han transformado el mundo del automóvil, nombres como Ferrari o Porsche vienen rápidamente a la mente. Marcas reconocidas por su potencia, por alcanzar los 100 km/h en menos de 5 segundos, se han convertido en símbolos de estatus y rendimiento. Sin embargo, hay otro nombre que revolucionó tanto la Fórmula 1 como los autos de calle, no por añadir potencia, sino por crear diseños de alto rendimiento y reducir peso: Sir Anthony Colin Bruce Chapman.
“Añadir potencia te hace más rápido en las rectas; quitar peso te hace más rápido en todas partes”. “Adding power makes you faster on the straights; subtracting weight makes you faster everywhere” Esta frase resume la filosofía que dio vida a la marca Lotus. Una visión que desafía la obsesión contemporánea por cifras espectaculares de aceleración, pantallas y caballos de fuerza, y que sigue siendo más relevante que nunca.
La revolución silenciosa de Chapman
Ingeniero aeronáutico, Chapman fundó Lotus Cars con una propuesta radical: menos peso, más eficiencia a partir de diseños de la carrocería. A diferencia de sus competidores, que apostaban por motores más grandes, él entendía que la ligereza no solo mejoraba el rendimiento, sino también el comportamiento dinámico y la experiencia al volante.
Chapman debutó en la Fórmula 1 en los años cincuenta y cambió las reglas del juego. En 1962, el Lotus 25 introdujo el chasis monocasco de aluminio, una estructura más rígida, segura y liviana. Más adelante, con el Lotus 49, integró el motor como parte estructural del chasis, eliminando peso innecesario. Y en los años setenta, el Lotus 79 con efecto suelo mostró cómo la aerodinámica podía pegar el auto al asfalto para tomar curvas a alta velocidad, sin depender de más potencia.
Bajo su liderazgo, Lotus ganó siete campeonatos de constructores y seis de pilotos. Pero su legado va más allá de los trofeos: redefinió cómo debía construirse un auto eficiente.
Ligereza también en las calles
La filosofía de Chapman no se quedó en la pista. Modelos como el Lotus Elite (1957) y el Lotus Elan (1962) llevaron esa visión a las carreteras: autos compactos, ágiles, con bajo peso y gran dinamismo. Décadas después, el Lotus Elise (1996) recuperó esa esencia: apenas 700 kg de peso, chasis de aluminio, y solo 118 hp eran suficientes para emocionar al conductor.
Autos como el Mazda MX-5 Miata (1989) o el Mercury Capri australiano (1990–1995) son herederos directos de esa filosofía. Con motores de apenas 106 a 115 hp, y pesos en torno a 1.065 kg, ofrecen una experiencia divertida en carreteras como las que cruzan los páramos de Santurbán o conducen a Manizales. No necesitan cifras descomunales, sino equilibrio.
El contraste con el presente
Hoy, en plena transición energética, vemos una paradoja. La industria automotriz ofrece vehículos eléctricos e híbridos que buscan compensar su peso y complejidad con cifras de aceleración extremas. SUV de tres toneladas que aceleran como un Fórmula 1. Autos con 700 caballos. Pantallas en cada rincón. Gadgets que muchas veces aportan más complejidad que utilidad.
El consumidor, seducido por los números, olvida que más potencia requiere más energía. Que más peso reduce la eficiencia. Que más tecnología también puede significar más fallos.
En este escenario, la lección de Chapman cobra fuerza: “Simplify, then add lightness.” Simplifica, luego aligera. Una fórmula olvidada por muchos fabricantes, pero que responde a los retos de sostenibilidad, durabilidad y disfrute real al conducir.
Una herencia vigente
Chapman falleció en 1982, con apenas 54 años. Pero dejó una escuela de pensamiento que aún inspira a ingenieros, diseñadores y entusiastas. Su legado es un recordatorio de que la verdadera innovación no consiste en añadir capas de complejidad, sino en lograr más con menos.
Frente a una industria que muchas veces confunde progreso con sobrecarga tecnológica, Chapman demuestra que se puede emocionar sin depender de cifras estratosféricas. Que un buen diseño, una estructura ligera y un enfoque inteligente son capaces de superar la fuerza bruta.
Volver al origen para avanzar
En la era actual de autos conectados, asistentes virtuales, aceleraciones instantáneas y baterías descomunales, quizá haya que mirar hacia atrás para encontrar respuestas. La movilidad del siglo XXI necesita vehículos más ligeros, materiales sostenibles y diseños que prioricen la eficiencia energética y la experiencia del conductor.
Chapman lo dijo antes que nadie. Y su legado, más de 40 años después, sigue vigente. En un mundo obsesionado con la potencia, la ligereza no ha perdido su valor, solo ha sido temporalmente ignorada.
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