Por Eduardo Frontado Sánchez
En una sociedad que aún enfrenta desafíos para abrazar la diferencia, trabajar con cualidades distintas representa todo un reto. Sin embargo, en el año 2009, tuve la oportunidad de enfrentar este desafío al ser seleccionado como pasante en el área de mercadeo y comunicaciones de una consultora de tecnología y sistemas con presencia en más de 120 países.
Ingresar al mundo laboral formal fue un verdadero despertar. Comprendí que, aunque los conocimientos teóricos de la universidad son valiosos, el mundo laboral requiere de un nivel de madurez y pensamiento diferente, solo alcanzable a través de la experiencia.
En aquel momento, la inclusión laboral no era un tema que sonara mucho, pero al convertirme en el pionero del programa de inclusión y diversidad para Venezuela y Colombia, comprendí la importancia de liderar este proceso educativo en la empresa.
Lo que deberían ser tres meses de pasantía se extendió a un año y medio. Durante ese tiempo, lidericé procesos de comunicación interna y externa, generando soluciones innovadoras que se ajustaron a las exigencias de la categoría en la que se desempeñaba la empresa.
En 2010, recibí la grata noticia de un contrato fijo e indefinido, lo que me impulsó a seguir innovando y creando soluciones corporativas. Durante mi tiempo en la empresa, fui tratado como uno más y mis deseos de superación y creación transformaron corazones, iniciativas y perspectivas. Los recuerdos de ese primer trabajo formal aún permanecen en mi alma, como parte de mi sello personal.
En esa experiencia, descubrí la importancia de los clientes internos y cómo su satisfacción afecta directamente el éxito de la empresa. Esto me impulsó a convertirme en especialista en desarrollo organizacional. Años después, sigo agradecido por cada experiencia vivida en esas oficinas y por los conocimientos que absorbí durante ese tiempo. Demostré que los empleados somos capaces cuando se nos da la oportunidad y que cada ser humano es el capitán de su alma y el dueño de su destino.
Hoy, miro hacia atrás con gratitud y adelante con entusiasmo. La experiencia de trabajar con diversidad e inclusión me enseñó la importancia de valorar a cada individuo y su aporte único, y me recordó que solo a través de la empatía y la oportunidad de crecer juntos, alcanzamos el verdadero éxito como sociedad y como seres humanos.
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