Por Uriel Ariza-Urbina – Cronista de Sayco.

La gente se aglomeró en las afueras de la Voz de Barranquilla para conocer a Carlos Gardel, una semana antes del accidente fatal en 1935. Una joven de 16 años quería cantar con él. Se abrió paso y entró al estudio. Esa vez al Zorzal le hacía falta una voz, y ella cantó. Al salir de la emisora se dio cuenta que tenía que cantar como los grandes. Era Estercita Forero, una de las cantautoras más célebres del Caribe.

Le contó feliz a su mamá, una ibaguereña que llegó a vivir en la Calle Real. Allí conoció a Laureano Forero, capitán de la Policía y padre de la niña que no paraba de cantar antes de aprender a hablar. Su padre nunca regresó. Estercita ayudaba a su mamá en las labores diarias y hacía sus rondas de vendedora farmacéutica por los pueblos del Caribe. El canto ocupaba sus ratos libres y sus sueños.  

Cantaba en teatros, fiestas familiares y bailes populares. A los 18 años viajó por varias regiones del país. Se presentó en el afamado Teatro La Media Torta de Bogotá, y grabó en su memoria el rico repertorio de tradiciones del folclor del río Magdalena, que marcarían la cadencia de su canto y la poesía costumbrista de su composición.

En aquellos años empezaban a escucharse en la radio del país los porros, cumbias y fandangos de Lucho Bermúdez, Pacho Galán y Pedro Laza y sus Pelayeros, mientras el canto de Estercita Forero llamaba la atención de algunos músicos del Caribe. En 1942 hizo su primera gira al exterior. Estercita se estrenó en Panamá con el pianista Avalino Muñoz, y un año más tarde visita Venezuela.

En Santo Domingo se enamora del aire de la ciudad, y en poco tiempo le compone un poema musical que se convierte en el segundo himno de la república: “Santo Domingo”. El nombre de Estercita Forero se escucha ya en los salones bohemios del Caribe hasta Nueva York, la meca de la música latina.

Viaja a Puerto Rico y se da las manos con Rafael Hernández, el creador de “Lamento borincano”. Hernández la invita al estudio. Mientras canta, mira al bolerista mover su cabeza de un lado a otro. Estercita pensaba que su canción era un desastre y salió frustrada. “A esa canción no le falta nada, es perfecta. Está mejor que las mías”, le dijo Rafael Hernández.

En Cuba canta con la orquesta de Pancho Portuondo. Se hace amigo del poeta Nicolás Guillén y conoce a Josephine Baker, abanderada de los derechos civiles de los afroamericanos, un tema presente en la vida de Estercita Forero y que integrará a su estilo en algunos de sus cantos.

En 1952 llega a Nueva York y se une al pianista y compositor René Touzett, que se convierte en su padrino musical. Allí vivió los años más importantes de su carrera musical, según ella misma. La metrópolis la inspira y compone “Disimúlame”, una canción con su picardía: “Disimula si me asomo a la ventana. La mujer también tiene derecho a mirar pa’allá, pa’donde a uno le dé la gana”.

Un día viendo la luna salir por la aguja del Empire State, se le antojó que la luna de Barranquilla tenía su secreto, y escribió uno de sus cantos más conocidos: “Luna barranquillera”. Era un bolero, pero en los años 60 una agencia de turismo le pidió un jingle y una canción para un disco de 45 revoluciones. Estercita les cantó “Luna barranquillera”, pero la rechazaron. No encajaba con una ciudad tan festiva. Estercita modificó su bolero y la cantó en cumbión. Fue un éxito.

Le siguieron muchas canciones que se cantan y bailan en el país y el Caribe como desde el primer día: “Tambores de Carnaval”, “Palito e’ matarratón”, “Mi vieja Barranquilla”, “El caño de la ahuyama, “La Guacherna”, himno del Carnaval de Barranquilla y que por poco se queda en el olvido. La grabó Los Melódicos, y nadie supo de ella. Enrique Chapman, hombre de radio, convenció a Los Vecinos y se convirtió en una de sus obras más famosas. 

Estercita grabó con Pacho Galán, Lucho Bermúdez, Pedro Laza, Joe Arroyo, Aníbal Velásquez, Clímaco Sarmiento, Alfredo Gutiérrez… En 1975 graba con Pete Vicentino “Érase una vez en la Arenosa”, cantos que narran la historia cotidiana de Barranquilla, la ciudad que respiraba canto por su piel, la ciudad que la nombró “La novia de Barranquilla, porque al locutor Gustavo Castillo se le pareció a una novia cantando siempre de blanco en el carnaval.

Estercita Forero recibió innumerables reconocimientos por su invaluable obra musical y embajadora de la música del Caribe. SAYCO le entregó la Orden de Santa Cecilia, El Congreso, la Orden Policarpa Salavarrieta, y el Ministerio de Cultura una distinción emérita. Hoy, la bancada Caribe, la Gobernación del Atlántico, la Alcaldía de Barranquilla y la Sociedad de Autores y Compositores de Colombia, le rinden tributo con la creación del Día Nacional Estercita Forero, que se celebrará cada 10 de diciembre, día de su nacimiento en 1919.

Se fue el 3 de junio de 2011, y su legado musical sigue vivo como una de las piezas más grandiosas del folclor del Caribe. El éxito de sus cantos guarda el secreto de su raíz folclórica, imperecedera en el tiempo y blindada ante las modas.

En los años 70, un crítico dijo que Estercita Forero le dio las cosas más bonitas a Barranquilla. En su casa del barrio El silencio vivió sus últimos días acompasada por la música de su jardín. Todas las mañanas la visitaba un colibrí, mientras ella le miraba hasta que se saciaba con las cayenas.

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