La historia de esta unidad de medida se remonta a la Revolución Francesa y su definición se ha depurado con el tiempo
En la historia de la humanidad la medición ha sido una necesidad fundamental para el comercio, la construcción y la comprensión del mundo que nos rodea. La historia del metro, como unidad de medida, es un viaje fascinante que nos lleva desde las partes del cuerpo humano hasta la definición actual basada en la velocidad de la luz.
Si echamos la vida atrás, en sus inicios, las personas usaban partes del cuerpo como referencia para medir distancias: codos, pies, manos… Sin embargo, esto no era práctico ni preciso, ya que las medidas variaban de una persona a otra.
El palmo, por ejemplo, era la distancia entre la punta de los dedos meñique y pulgar extendidos. Su uso se remonta a la antigua Mesopotamia y Egipto donde se empleaba para medir longitudes, telas y alimentos. En la Edad Media, se convirtió en una medida común en Europa, con variaciones según la región. Por ejemplo, el palmo castellano equivalía a unos veinte centímetros, mientras que el palmo romano era ligeramente más largo.
El origen del pie como unidad de medida se encuentra en las primeras civilizaciones. En el Imperio Romano era la unidad básica de medida, con subdivisiones en pulgadas y dedos. En la Edad Media el pie adoptó diferentes valores en Europa, dependiendo del país y la región. Por ejemplo, el pie inglés equivalía a unos treinta centímetros, mientras que el pie francés era unos dos centímetros más corto.
La pulgada, la doceava parte del pie, se ha utilizado como medida de precisión para objetos pequeños y trabajos delicados. Su origen se remonta a la antigua Roma, donde se empleaba para medir joyas, herramientas y elementos decorativos. En la actualidad, la pulgada sigue siendo una unidad de medida común en países como Estados Unidos y Reino Unido, principalmente en ámbitos como la construcción y la ingeniería.
Un metro no siempre ha medido un metro
En el siglo XVII, surgió la necesidad de crear un sistema de medida universal. La idea era buscarlo en la naturaleza y que, además, fuese inalterable. En 1791, durante la Revolución Francesa, la Academia de Ciencias de París propuso el metro como unidad básica de un nuevo sistema decimal. En sus inicios un metro se definió como la diezmillonésima parte del cuadrante del meridiano terrestre que pasa por París.
Para determinar la longitud del metro, se midió el meridiano entre Dunkerque y Barcelona. Esta tarea corrió a cargo de dos astrónomos: Jean-Baptiste Delambre (1749-1822) y Pierre Francois Méchain (1744-1804). Realizaron su trabajo entre los años 1792 y 1798 utilizando el método de triangulación. Sin embargo, Méchain cometió un error en sus mediciones que no fue detectado por Delambre.
Las mediciones actuales con satélites revelan que el meridiano tiene una longitud de 10.002.290 metros, lo que significa que el metro definido hace más de doscientos años era 0,2 mm más corto. En roman paladino, un metro del siglo XVIII no medía un metro.
Evolución hacia la precisión
A pesar de la imprecisión inicial, el metro se convirtió en la base del Sistema Métrico Decimal, un importante avance para el comercio y la ciencia.
Con el paso del tiempo la definición del metro se fue depurando. De esta forma, en 1960 se fundamentó en la longitud de onda de la luz emitida por un isótopo del criptón.
Finalmente, en 1983, se adoptó la definición que persiste en estos momentos: la distancia que recorre la luz en el vacío durante 1/299.792.458 segundos.
Textos y fotos: www.elmundoalinstante.com
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