Por Hernán Alejandro Olano García
El maestro Delfín Rivera Salcedo, a la memoria de Cayetano Barrera e Isabel Dorsonville Obando, ha escrito un libro que ha titulado “Trinidad, Matepalma y La Vorágine”, dentro de la saga de obras conmemorativas del centenario de la novela de José Eustasio Rivera.
Con prólogo de la académica Cristina Maya, presenta Rivera salcedo un introito a la obra, recordando que La Vorágine inicia en lo que son los llanos de Casanare, en esa media Colombia marginada y olvidada, de la cual, el municipio de Nuestra Señora de la Trinidad del Pauto, hoy Trinidad, donde arranca esa lucha contra la selva, en los llanos triniteños, en las sabanas de los ríos Pauto y Guachiría; en los caños Guanapalo, Osorio, Yaguarapo y los hatos La Maporita, San Emigdio, Matevaquero, Matanegra y Matepalma, dándole un contexto territorial al relato, así como al enfrentamiento entre Chiricoas y llaneros, quienes en sus faenas de trabajo, en la doma de caballos, en la recogida de las cimarroneras y hasta en el habla popular, son los actores del gran reparto de la obra de José Eustasio Rivera, quien recoge además ese hablar propio del llano, que ya había aparecido en El Doctor Navascuéz de fray Pedro Fabo.
El Pauto, que en chiricoa traduce hombres libres, es un escenario preliminar de La Vorágine, así como el pueblo de la Trinidad, fundado desde 1724, que en el proceso independentista aportó, no solo pertrechos para el Ejército de Vanguardia, sino los nombres de Presentación Buenahora y el coronel lancero Ramón Nonato Pérez.
Trinidad no solo fue inspiración para José Eustasio Rivera, sino para otros autores como Manuel Avella Chaparro, Manuel González Martínez o Eduardo Caballero Calderón, naciendo, entre otras, obras como Llanura, Soledad y Viento; Florentino y el diablo; El Corrido Turpialeño; Ramón Notano, El Tigre, etc.
José Eustasio Rivera vivió en el Hato Matepalma y, en 1915 era una finca de más de cincuenta mil cabezas de ganado y llegó allí, como apoderado en un pleito de Josefa Estévez contra José Nieto, siendo el escritor protagonista del pleito más célebre de Casanare, designando en su novela a Matepalma con el nombre de Hato Grande y, además, dejando de representar a Nieto, cuando se dio cuenta que había sido contactado para estafar a Josefa, asumiendo luego la representación de ella.
Otro misterio que desvela Delfín Rivera Salcedo en los capítulos finales de su obra es que la Alicia de La Vorágine, era, en realidad Isabel Dorsonville Obando, nieta del general José María Obando. Ella había huido de Bogotá embarazada y, para evitar el escarnio público, le acompañó en el viaje el padre de la criatura, el capitán de la armada Jorge Ruiz. Isabel dio a luz a Emma Dorsonville Ruiz el 9 de febrero de 1914 y comenzó a trabajar en Matepalma desde 1916 en los servicios de la casa, enseñando a leer y dando clases de costura con una máquina Sínger.
Allí, en el Hato conoció a José Eustasio Rivera, le cuenta su historia fallida de amor con Ruiz (quien viajando en un barco a San Fernando de Atabapo desapareció) y, así nació la historia de amor de la novela La Vorágine. Así, Delfín Rivera Salcedo reafirma que fue en el territorio de Trinidad donde nació la novela de la selva colombiana, como se le conoce, pero que, debería ser es la novela de la llaneridad.
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