Por Gabriel Ortiz
Colombia y el gremio cafetero, están lamentando una enorme pérdida: Don Jorge Cárdenas Gutiérrez, culminó una vida al servicio de millones de colombianos que han representado uno de los ejes más importantes de la economía, el progreso y la salida hacia el desarrollo.
Hace muchos años, don Arturo Gómez Jaramillo, el Zar del Café, lo conoció y lo vinculó al mayor producto de exportación del que durante décadas mantuvo nuestra economía.
Desde entonces, Don Jorge magistralmente se sumó siguió las orientaciones de los hombres que dedicaron su vida a la Colombia que se proyectaba al mundo con su grano negro y aromático que despertaba a las generaciones de pobladores del orbe.
Don Jorge no descansaba, día y noche, ejercía ese ímpetu del antioqueño emprendedor que debía mejorar día a día la vida, el bienestar y la fortaleza de los cafeteros de toda Colombia.
Siguiendo las enseñanzas de sus antecesores, multiplicó aceleradamente los principios y deseos del cafetero. Su propósito estaba dirigido a darle la vida más digna, pujante y decorosa que empujara a los millones de cafeteros que multiplicaban la producción del grano.
Empezó fortaleciendo el mejoramiento de los cultivos, para responder a la clientela que tenía el grano a nivel mundial. Era la época del sombrío para multiplicar la producción del arábico y luego abrir al pleno sol a la variedad robusta.
Los beneficiaderos eran fundamentales y su lucha se centró en ese tratamiento, que era fundamental para mantener y fortalecer el aroma y la calidad del mejor producto del mundo. Nadie ha podido suplir ese manejo.
Pero don Jorge, no podía quedarse ahí: se fijó el propósito de conformar, estimular y fortalecer a la familia cafetera, sin la cual no hubiera podido sostenerse la calidad, aroma y volumen de nuestro gramo. Esas comunidades, requerían bienestar, comodidad, recreación, unidad hogareña, salud, educación y nutrición.
Así abrió oficinas especializadas que enriquecieron y llenaron de satisfacción al gremio. Unas dependencias, mejoraron las viviendas y las dotaron de comodidades de vida moderna. Las cocinas, los servicios sanitarios, las huertas caseras, máquinas de coser, recreación para los niños, etc.
Los acueductos rurales llevaron el agua potable a los lugares más apartados que puedan imaginarse. La energía eléctrica los vinculó a la radio, la televisión y las satisfacciones que ella ofrece.
Los caminos vecinales abarataron la sacada del grano y las facilidades de ingreso a las casas campesinas. Florecieron los centros financieros de la Caja Agraria y demás establecimientos bancarios que al tiempo fomentaron el ahorro y el crédito.
El campesino cafetero de la época, se daba el lujo de tener su Renault u otra marca para su movilidad.
Nada se diga de los servicios agrícolas que abundaban en forma gratuita para la producción de café, granjas caseras y otros productos de pancoger, vaquita casera y tantas cosas más, que aún se ven en muchas casas cafeteras.
A don Jorge le tocó la roya, que por poco acaba con el café en mundo, pero no desmayó, la enfrentó y derrotó.
Narrar toda la actividad que le imprimió don Jorge -no le gustaba que le dijeran doctor- durante su vida al café, que difícil fuera para un gobierno, alcanzar hoy un “cambio”, porque con los manejadores hoy, nos queda “duro el tinto”. Don Jorge: Dios lo tenga en su gloria.
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