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Este domingo 7 de septiembre, cuando el Papa León XIV declaró al Beato Carlo Acutis como el primer santo «millennial», su madre, padre y hermanos sentados en primera fila de la canonización. Fue algo sin precedentes en la historia de la Iglesia. Los padres de Carlo cumplieron así la misión de todo padre cristiano: guiar a su hijo a la santidad.
Antonia Salzano, la mamá de Carlo Acutis, confiesa que antes del nacimiento de Carlo no vivía con la convicción de haber sido salvada por Nuestro Señor Jesucristo. Había ido solo tres veces a misa en su vida, dice: el día de su bautismo, su primera comunión y su boda. ¿Cómo es entonces que su hijo está a punto de convertirse en el primer santo reconocido por la Iglesia nacido en los años 90?
Una parte (¡y la mayor!) es sin duda la gracia de Dios, que nos sigue llamando, «nos primerea», como decía el Papa Francisco. Haber recibido en el seno de su familia a un alma tan pura como la de Carlo no puede interpretarse de otra manera que como un regalo de Dios. Sin embargo, y como todos, Antonia y su familia, tan alejados de la relación con Dios, tenían que abrirse a ese regalo. Tenían que querer aceptarlo. Sabemos que Dios nunca nos fuerza, sino que depende de nuestro «sí». Depende de nuestra disposición y aceptación, de nuestra apertura y nuestra escucha, de nuestra voluntad para aceptar su gracia.
Antonia narra este camino de conversión en el libro que escribió junto al periodista Paolo Rodari: My Son Carlo, Carlo Acutis Through The Eyes of His Mother (en español: El secreto de Carlo Acutis: Por qué mi hijo es considerado un santo). A partir de su historia, podemos extraer algunos consejos que pueden ayudarnos a todos los padres en nuestro camino y esfuerzo diario por llevar a nuestra familia más cerca de Jesús.
¿Cómo es que de una familia que no practicaba la fe en lo absoluto surge un niño como Carlo, que parece tener una «línea directa» con Jesús y una amistad profunda con Él desde muy pequeño? La biografía de Carlo nos habla de una persona que fue clave: su niñera polaca, Beata Sperzcynska. Con ella —dice Antonia— llegaron las estampitas a la casa.
Gran devota de Juan Pablo II, Beata empezó a llevar a Carlo a misa y le enseñó a entrar a las iglesias a «decirle hola a Jesús» desde que tenía 3 años. En el camino a la escuela cada mañana, Beata rezaba el rosario junto a Carlo. También lo llevaba a visitar los santuarios marianos de la ciudad de Milán donde vivían.
Es claro que la semilla que plantó Beata encontró en el corazón de Carlo una tierra fértil para esa relación con Dios. Pero ¿qué hubiera pasado si nadie plantaba esa semilla en el corazón de Carlo?
Estos primeros años de la vida de Carlo nos muestran la importancia de practicar regularmente la oración y las prácticas de piedad en la familia desde pequeños. El rezo del Rosario en familia; si es posible, ir a misa con frecuencia. Que los niños nos vean rezando y que hablemos con ellos de nuestra relación con Jesús con naturalidad. Si Jesús es «uno más» en nuestra familia, será más fácil que ellos también lo conozcan y establezcan una relación personal con Él desde pequeños.
Cuando Beata «despierta» en el pequeño Carlo el gusto por las cosas de Dios, Antonia se encuentra con que el pequeño le hace muchas preguntas que ella —que casi no tenía formación cristiana (ya dijimos que, aunque fue a una escuela «religiosa», solo había ido tres veces a misa en su vida)— no sabe responder.
En lugar de restarle importancia a las preguntas que Carlo le hacía, Antonia empieza a buscar ayuda para poder responderlas. Le recomiendan un sacerdote en Boloña y Antonia empieza a viajar a verlo cuando Carlo tiene 4 años. Al empezar a aprender el porqué del catolicismo y a conocer las verdades de nuestra fe, Antonia empieza de a poco a entrar en la vida de la Iglesia y a recibir los sacramentos.
Antonia dice que «Carlo fue un pequeño salvador» para ella. Fue él, su ejemplo y sus preguntas los que la llevaron a entrar en contacto profundo con la Iglesia y a descubrir ahí a Jesús. En nuestro caso, quizás no sean nuestros hijos (¡o quizás sí! Cuántos padres empiezan a conocer más de nuestra fe a partir de las clases de catecismo de sus hijos). Pero lo que es seguro es que «no se puede amar a quien no se conoce».
Este segundo punto nos ayuda a reflexionar sobre la necesidad de recibir formación continua que nos ayude a iluminar cada vez más el plan de salvación de Jesús por medio de su Iglesia. Esto no solo nos permitirá responder mejor a las preguntas que otros (nuestros hijos, hermanos, amigos) tengan sobre nuestra fe. También nos permitirá conocer más a Jesús y así estar más cerca de Él.
Como creyentes, no estamos solos: somos miembros de una comunidad, la Iglesia, el Pueblo de Dios. Como católicos, nuestra experiencia de fe es comunitaria. Sabemos que «nadie se salva solo», como dice el Papa Francisco. También sabemos que nuestra fe nos vincula con todos los otros miembros de la Iglesia.
La historia de la familia Acutis nos recuerda que, en nuestra misión como familia cristiana, tampoco estamos solos. Así como en la historia de santidad de Carlo encontramos muchas personas que lo ayudaron a él y a su familia a acercarse más a Dios, en nuestra propia historia familiar podemos contar con la ayuda de muchos otros que nos guían y apoyan.
Ya hablamos de Beata, la niñera de Carlo, y del sacerdote con el que hablaba Antonia en Boloña. ¡Pero hubo muchos otros! Cuando Carlo tenía apenas 7 años, quería tomar la primera comunión antes de lo estipulado por su escuela y parroquia. Sus padres pidieron un permiso especial que le terminaron dando después de que Carlo demostrara que sabía más de teología que muchos adultos.
Carlo tomó la primera comunión en el convento de las Hermanas de San Ambrosio, una comunidad con la que se mantuvo cercano toda su vida. Para los eventos importantes de la vida de Carlo, la familia llamaba al convento y las hermanas le aseguraban sus oraciones. Lo hacían para los eventos felices (por ejemplo, su confirmación) y los que no lo eran (por ejemplo, cuando Carlo fue internado unos días antes de morir de leucemia). Imagínense: ¡todo un convento rezando por él! Seguramente tuvo no poca influencia en su vida y su corazón.
Nosotros también podemos beneficiarnos de las oraciones de nuestros hermanos en la fe. Solo hace falta pedirlo. Nuestro párroco, las religiosas y religiosos de la Iglesia y la escuela, otros laicos como nosotros que quizás están un poco más avanzados en el camino… Todos ellos pueden ayudarnos. Y no olvidemos tampoco nosotros rezar por ellos.
Carlo se entristecía al saber que la mayor parte de los católicos no cree en la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Como le gustaban mucho las computadoras, quiso promover información sobre los milagros eucarísticos del mundo. Estaba convencido de que, si más personas conocieran estos milagros, podrían creer en la presencia real —en Cuerpo, Sangre y Divinidad— de Cristo en la Sagrada Hostia.
Lo que muchos no saben es que este proyecto no fue hecho por Carlo solo. Se convirtió en un proyecto de toda la familia. Para ayudar a Carlo, los Acutis empezaron a viajar por Europa a los lugares donde habían sucedido milagros eucarísticos.
A veces parece que no tenemos tiempo como familia. Cada uno tiene sus ocupaciones, su trabajo, la escuela, el fútbol, los amigos. El ejemplo de la familia Acutis nos recuerda qué importante es hacer cosas en familia. Y no solo eso, sino —de preferencia— hacer cosas como familia que nos acerquen a Jesús: ir todos juntos a misa, hacer alguna peregrinación o visita a santuarios. Quizás algún acto de caridad en familia, como cocinar y llevar comida a alguien que no tiene o que está pasando por una situación difícil.
Claro que la oración es lo primero, pero que no sea lo único que hacemos juntos en familia. Aprendamos a «meter» a Jesús en nuestros planes, también el fin de semana.
En sus fotos, Carlo aparece frecuentemente con una mochila. Esto no es una coincidencia —dice su madre—, ya que Carlo vivió su vida como una verdadera peregrinación. Era un «peregrino del infinito, siempre en la búsqueda del absoluto». ¡Cuántas veces, como familia, nos atamos a las preocupaciones de este mundo: el trabajo, las actividades escolares o sociales!
Carlo nos recuerda que debemos «levantar la mirada hacia lo alto», hacia Dios. Solo esto pondrá nuestra vida y la de nuestras familias en perspectiva. Solo así podremos afrontar los desafíos diarios con confianza en Dios y en su divina voluntad.
La familia Acutis no tuvo una vida fácil. Perder un hijo a los 15 años, en menos de una semana; un hijo que, además, había sido el catalizador de su conversión y de la de innumerables vecinos y amigos. Los padres de Carlo podrían fácilmente haberse enojado con Dios, que les quitaba este gran regalo que les había hecho.
Sin embargo, Carlo les había enseñado a tener una mirada sobrenatural, a mirar siempre «hacia arriba». Es así como la familia entendió que, si Dios se llevaba a Carlo a una edad que parecería prematura, era porque también les estaba encargando una misión. La de dar a conocer el mensaje que en su corta vida Carlo no había cesado de transmitir: que todos estamos llamados a estar unidos a Jesús.
Siguiendo el ejemplo de Carlo, la familia Acutis nos enseña a tener una mirada sobrenatural en los pequeños y grandes eventos de nuestra familia. Estamos hechos para la eternidad, y es desde esta perspectiva que debemos educar a nuestros niños. Descartemos todos esos pesos irrelevantes que no nos dejan «subir al cielo» como familia y enseñemos a nuestros hijos a buscar lo que realmente es importante.
Santificarnos y santificar a nuestra familia no es solo nuestra misión «para adentro». Además —como lo muestra tan bien el ejemplo de la familia Acutis—, es cumplir con nuestra misión de ser fermento en la sociedad. Como dijo San Juan Pablo II, «la familia cristiana es llamada a santificarse y a santificar a la comunidad eclesial y al mundo» (Familiaris Consortio, 55). Porque «el futuro del mundo y de la Iglesia pasa a través de la familia» (Familiaris Consortio, 75).
Este 7 de septiembre, el día de su canonización, además de alegrarnos porque tenemos un nuevo santo oficial en la Iglesia, pensemos en cómo el ejemplo de San Carlo Acutis y su familia pueden iluminar el camino de nuestra propia familia.
¡Ojalá que sean mucho más los padres que puedan saber que han contribuido a la santidad de cada uno de sus hijos!
✍️ Este artículo ha sido elaborado por Sofía Maurette, Ph.D., Directora de Ministerio Intercultural del Santuario Nacional San Juan Pablo II
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