Por Eduardo Lozano
Todas las despedidas son tristes, especialmente del sitio donde pasamos muchos años. En mi caso personal desde 1976 cuando apenas se estaba armando esa Torre Sonora, cuyo nombre fue puesto por el desaparecido Jimmy García Camargo, primer o segundo gerente de la emisora Nueva Granada, porque por esa época también lo fue Santiago Munévar Silva.
La marca no se ha acabado porque sigue la radio en la modalidad del FM y el Satélite.
Lo que se ha acabado es una modalidad que por el modernismo y la competencia internacional, sacó del “aire” el sistema del AM que tanta gloria nos dio en el siglo pasado.
Muchísima gente pasó por su nómina y hoy muchos de ellos persisten en el medio, poniendo en práctica las cosas aprendidas en la Torre.
Muchos hoy son directores de Radio y Televisión. Verlos en la brega da gusto y satisfacción.
Un día encontré a uno de ellos en un restaurante de Unicentro, estaba recién nombrado en la dirección de un importante medio y lloré de la alegría de saberlo en esa posición.
Grandes hombres y mujeres alrededor del micrófono de RCN estuvieron comandando ese barco que hoy llega a su puerto final en una modalidad sin que claudique la marca.
Quisiera nombrarlos a todos pero no sería justo que alguien se quede por fuera.
Con este paso que se da muchos han tenido el detalle de preguntar mi opinión, pero me he negado porque en cada esquina y en cada rincón de la torre hay un recuerdo de la pujanza y don de gentes que tuvo el industrial Carlos Ardila Lulle, a quien se le debe ese monstruo que el siglo pasado arrasó con el éxito de la sintonía.
Tengo recuerdos de todos, pero en especial de uno. Nacido en San Bernardo del Viento en el departamento de Córdoba, allá donde el río Sinú se introduce silencioso en el inmenso océano Atlántico.
Su nombre es Juan Gossaín, quien me enseñó que un buen jefe para dar una orden, tiene que arremangarse y luchar hombro a hombro con sus periodistas para encontrar en equipo el triunfo deseado.
Otra cosa que me enseñó es que una cadena de radio y un noticiero son como una máquina cuyas piezas han de funcionar perfectamente para dar un buen resultado.
Siempre nombro a Amanda, la señora de los tintos, porque de ahí hasta la presidencia de la empresa, todo debe funcionar correctamente.
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