En Colombia, el acceso a agua potable segura es un derecho fundamental que, a menudo, se ve comprometido por la infraestructura de transporte. Los millonarios esfuerzos invertidos en plantas de tratamiento pueden resultar insuficientes si la red que lleva el recurso a los hogares presenta fallas.
El estado de las tuberías es un factor de riesgo silencioso. Cuando las redes están averiadas, contaminadas o son obsoletas, se convierten en la vía directa de transmisión de enfermedades a los consumidores.
Este problema es especialmente grave en el país; si bien la cobertura ha mejorado, el DANE (2024) reporta que cerca del 20% de los hogares rurales aún no cuenta con acceso a agua apta para el consumo humano, mientras que en las áreas urbanas, la antigüedad de las redes aumenta los riesgos sanitarios.
“La salud de una comunidad también se mide por la integridad de su infraestructura hídrica. Un tubo averiado no es solo un problema de pérdida de recursos, es una fractura en la barrera sanitaria que compromete directamente el bienestar de las familias. Desde la industria, entendemos que nuestro rol es proveer soluciones que aseguren la hermeticidad y la durabilidad, protegiendo el recurso desde la fuente hasta el grifo del hogar. La inversión en calidad de la red es, ante todo, una inversión en salud pública», asegura Yurani Palacios, gerente de Sostenibilidad y Responsabilidad Social de Pavco Wavin.
La contaminación del agua transportada se origina principalmente por las infiltraciones y las fugas en el sistema de acueducto. Cuando el sistema presenta grietas o uniones defectuosas, se permite el ingreso de aguas residuales o contaminantes del suelo a la red de agua limpia, un fenómeno conocido como presión negativa que dispara el riesgo biológico.
Además, en muchas ciudades, tuberías con décadas de antigüedad están hechas de materiales que, con la corrosión, pueden liberar metales pesados y subproductos tóxicos que comprometen la calidad hídrica. La Organización Mundial de la Salud (OMS) es enfática: la mala calidad del agua está directamente relacionada con la propagación de enfermedades gastrointestinales agudas, como diarrea, afectando principalmente a niños y poblaciones vulnerables.
La magnitud del desafío se evidencia en el alto costo del mantenimiento y la pérdida de agua. Datos del Ministerio de Vivienda, Ciudad y Territorio y la Superservicios revelan que las pérdidas de agua potable en las redes de acueducto en Colombia superan el 40% en algunos municipios. Estas pérdidas no solo representan un costo económico y ambiental inaceptable, sino que cada punto de fuga o fisura es un potencial punto de ingreso de contaminación. Garantizar una infraestructura hermética, no corrosiva y duradera es, por lo tanto, el primer escudo sanitario y ambiental para el país.
El compromiso con la salubridad y la eficiencia ha llevado a la industria a invertir en sistemas de alta ingeniería que garanticen la hermeticidad de las redes a largo plazo. Las soluciones modernas con materiales no corrosivos, con mayor resistencia a la presión y que permiten una instalación rápida y sin fisuras minimizan el tiempo de exposición de la red a riesgos externos.
Abordar el desafío de la calidad del agua requiere una acción coordinada entre gobiernos, empresas de servicios públicos y la industria, asegurando que esta «infraestructura invisible» cumpla con su función esencial: llevar vida de manera segura y confiable a cada hogar.
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