Tomado de www.lafamilia.info

Tras 20 años de experiencia como investigadora y profesora en Harvard, la psicóloga Anne Fishel ha demostrado los asombrosos beneficios de comer en familia.

Según muestran varios estudios, cuando los miembros de la familia comen todos juntos de manera regular mejora el rendimiento académico de los hijos, mejora la relación familiar, se previene el consumo de drogas y se reduce el riesgo de depresión.

Son solo algunas de las ventajas que enumera la fundadora de Family Dinner Project para potenciar este hábito.

A lo largo de dos décadas, Fishel ha estudiado y realizado decenas de estudios que confirman los abundantes beneficios de algo tan sencillo como comer en familia. Y sin embargo, cada vez menos familias lo ponen en práctica.

En una entrevista realizada por Jill Anderson, la profesora explica que los beneficios de cenar en familia son enormes, y además están ratificados por la ciencia. «Es un hábito excelente para la salud física y mental, el rendimiento académico y en términos de nutrición», afirma. «También se asocian con tasas más bajas de depresión, ansiedad, abuso de sustancias, menos embarazos tempranos en la adolescencias, mejor autoestima», añade.

Su forma de comprobarlo es sencilla. Desde hace años, Family Dinner Project organiza cenas comunitarias con familias en centros y escuelas. Tras el evento y su puesta en práctica en los hogares, el equipo del programa hace un seguimiento y documenta los resultados, consejos y prácticas.

Muchas de ellas están documentadas en el libro Eat, Laugh, Talk, The Family Dinner Playbook (Come, ríe y habla: el divertido libro de las cenas en familia).

1. No todo tiene que ser perfecto

Fishel explica que el objetivo de que las familias coman o cenen juntas no debe ser tanto la sofisticación culinaria como la unidad familiar. «No todo tiene que ser perfecto. El ingrediente secreto no tiene nada que ver con la comida. ¿Es agradable? ¿Los niños se sienten escuchados cuando hablan? ¿Hay buen ambiente en la mesa? Estas son las cosas importantes», explica.

2. Ni tampoco tienen por qué estar todos

«Cuando un padre y un hijo cenan juntos también puede ser una cena familiar, y si luego el que falta llega más tarde a casa, el hijo al menos pudo cenar con uno de sus padres», explica. Sin embargo, invita a que cuando la familia no pueda reunirse al completo para cenar, lo intenten en el desayuno, donde suele ser más fácil que en las comidas.

3. Las cenas en familia reducen el estrés

La doctora Fishel admite que puede parecer contradictorio debido a la carga de trabajo que implica planificar, comprar, cocinar y limpiar las cenas familiares.

«Investigaciones recientes han demostrado que los padres que comen con sus hijos con frecuencia están menos estresados ​​que los padres que no dan prioridad a las cenas familiares. También informan menos síntomas depresivos y una mejor autoestima», añade.

4. Cenar en familia mejora el matrimonio

«Ese impacto positivo en el estrés y el bienestar personal también puede extenderse a una mayor satisfacción con su cónyuge», afirma. El beneficio se traslada «incluso a los nuevos padres, un grupo de personas especialmente estresado. Cuando estáis agotado por cuidar a los pequeños, es más probable que comer juntos ayude a tu relación que la perjudique».

5. El mito del adolescente solitario

Preguntada por la imagen del adolescente contrario a pasar tiempo en familia, Fishel lo niega rotundamente. De hecho, explica que «cuando se les da la opción o se les pregunta en una encuesta si preferirían comer con sus padres en lugar de solos, el 80% escoge a la familia».

«Los adolescentes saben que es el mejor momento del día para pasar con sus padres, y lo necesitan. Son los que más se benefician de la cena en familia en torno a la reducción de comportamientos de alto riesgo en ese rango de edad», añade.

6. Mejora el rendimiento académico

«Los niños en edad preescolar acceden a un vocabulario en el que las palabras poco comunes se multiplican por 10 para su nivel. Muchas de esas palabras no las captan en los libros de dibujos o el patio, y aprenden antes y con más facilidad a leer», explica refiriendo a un estudio de Harvard de Snow y Beals. En primaria y secundaria, asegura que los jóvenes que comen en familia «obtienen mejores calificaciones, con un efecto de mayor impacto incluso que hacer los deberes».

7. Empezar poco a poco

Fishel es consciente de que para muchas familias no es fácil asumir este hábito, menos de la noche a la mañana. «Yo empezaría por comprometerme a ello una vez a la semana. Después preguntaría que les gustaría cambiar si pudiesen elegir: ¿Probar una nueva comida? ¿Hacerlo más divertido? ¿Interesarse más por el día a día de cada uno? ¿Hablamos de las noticias o de cómo somos como familia, cuál es la nuestra y por qué la valoramos?», plantea.

8. ¿Fuera móviles? Depende

«Esa es una opción que muchas familias toman para tener un tiempo sin tecnología. Otras deciden que puede haber un teléfono si es para compartir algo con la familia, una foto que hiciste o un mensaje divertido. Eso está bien», comenta. «Incluso a veces las familias admiten usarlos para resolver debates y preguntas curiosas».

9. No buscar imposibles

En otra conversación Fishel explica que las cenas en familia no deben buscar hacerlo como se podía hacer en 1950: «Enfatizamos la importancia de compartir las labores de cocina, y en lugar de concentrarnos en cocinar una comida gourmet perfecta, debemos centrarnos en lo que sucede en la mesa, en divertirnos y en tener una conversación interesante».

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