Por Guillermo Romero Salamanca

¿Qué haría usted si a la puerta de su casa llega el actor más popular en el mundo en ese momento, lo saluda con su nombre y le pide permiso para entrar? Lo primero sería asombrarse y eso fue lo que le sucedió a don Antonio Fuentes, fundador de la primera empresa discográfica de Colombia, la del sello amarillo, la de la Torre del Reloj de Cartagena.

Don Toño, como familiarmente le decían sus empleados y sus vecinos de La Heroica, a este cartagenero que nació el 18 de mayo de 1907, había recorrido varios países e incluso se enamoró de la guitarra hawaiana. Al regreso al país montó la Emisora Fuentes y determinó rescatar los ritmos autóctonos del Caribe. En 1934 hizo las primeras producciones de figuras como Guillermo Buitrago, Esther Forero, Los Trovadores de Barú, Lucho Bermúdez, Los Corraleros de Majagual, Pedro Laza, Rodolfo Aicardi, Los Hispanos, Gustavo Quintero y decenas de agrupaciones más.

Siempre les preguntaba a los artistas si tenían por ahí “algún versito” y con eso, era capaz de hacer toda una canción y un éxito. A veces los músicos se desafinaban o daban una nota de más y don Toño decía simplemente, “dejen eso así que eso es lo que va a gustar”, como en efecto sucedía.

Gracias a los contactos de don Toño Fuentes, las grabaciones se reproducían en países como México, Cuba, Argentina, Venezuela y los Estados Unidos. Tenía un reconocimiento en muchos países y fue el gran embajador de la música colombiana.

Por su parte, Errol Leslie Thomson Flynn, conocido como Errol Flinn, fue el actor más popular en las décadas de los 30, 40 y 50 y nació en Hobart, Australia el 20 de junio de 1909, se nacionalizó como estadounidense y se convirtió en una estrella por sus personajes de héroes, donde combinaba los grandes besos con sus movimientos aventureros.

Uno de esos papeles fue el de la primera versión de Robin Hood, donde a pesar de aparecer en unas pantalonetas verdes, un gorro con pluma y guantes de cuero, conquistó los corazones de miles de jóvenes que se derretían por ver la forma como les retorcía los labios a las protagonistas de las historias.

Fue un muchacho díscolo, expulsado de varios colegios, excelente deportista –representó a Australia en los juegos olímpicos de 1928 en Amsterdam en boxeo– y era un fanático por las actuaciones teatrales. Eso fue lo que lo llevó a ser contratado por un cazatalentos de Warner Bross.

Se le recuerda por sus papeles en cintas como “La carga de la Brigada Ligera”, “Robín de los bosques”, “La vida privada de Elizabeth y Essex”, “Camino de Santa Fe”, “Murieron con las botas puestas”, “La isla de los corsarios”, “Espadas cruzadas”, de un rol de más de 50 películas.

Foto: biography.com

Se casó en tres oportunidades pero su vida con el licor y las drogas le fueron minando su vida y como fanático de los yates llegó a Cartagena, según contaba don Gabriel Pulido, promotor de Discos Fuentes en Bogotá.

Cuando arribó a la ciudad amurallada, no le quedó difícil preguntar por la casa de don Toño Fuentes, donde fue bien recibido, degustó sus buenos rones, comió hasta cabeza de gato, se doró en las playas y bailó lo mejor de la música costeña.

Fue una visita inolvidable. Siguió su camino para los estudios de filmación, continuó  con sus  amoríos, tema por el cual en una oportunidad dijo: “En todo el mundo se me identificó como el playboy de Occidente. Ése era yo: un símbolo fálico universal”.

El 9 de octubre de 1959 viajó a Canadá con el fin de vender su yate y cuando iba a montar en el avión de regreso se sintió mal, un médico le formuló unos días de descanso y el 15 de octubre falleció víctima de un infarto cardíaco. Partía así el ídolo del cine, con escasos 50 años y que se había gozado la rumba cartagenera.

Foto: denofgeek.com
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