Por Guillermo Romero Salamanca

A mediados de 1965, con una inversión de 10 millones de pesos, comenzaron las obras del más ambicioso plan hotelero de la ciudad y de Antioquia: El Intercontinental de Medellín.

Para muchos, el lugar escogido no era el indicado, decían que estaba a quince minutos del centro y porque en sus alrededores lo único que había eran casas campestres de algunas de las personalidades de la época que vivían en el tradicional barrio residencial El Poblado, sector que hoy es conocido como vía Las Palmas.

Además de las 300 habitaciones, el moderno hotel tendría piscina, jardines por doquier, restaurantes al aire libre y salones para las reuniones sociales.

Era tal la lejanía que no existía una vía para llegar allí. Pero entre comentarios pesimistas y chistes de exageración, durante cinco años decenas de obreros levantaron las torres que se convertirían en un ejemplo nacional.

El 3 de abril de 1970 fue escogido como la fecha de la inauguración. Era viernes. El presidente de los Estados Unidos era Richard Nixon. Los ídolos musicales eran Simon and Garfunkel, The Beatles –con Let it be—y The Jackson 5.

En Colombia sonaban “Una flor para mascar” de Pablus Gallinazo, Ana y Jaime rompían los corazones de los jóvenes rebeldes y en la música tropical dominaban las empresas discográficas antioqueñas Fuentes, Codiscos y Sonolux con figuras como Los Graduados, Pastor López, Los Corraleros de Majagual y los primeros pasos del máximo ídolo de la música tropical Rodolfo Aicardi.

El presidente de Colombia era Carlos Lleras Restrepo quien asistió a la inauguración, fue el primero en firmar el libro de las personalidades que visitaban el hotel y pronunció un cálido discurso hablando de la pujanza antioqueña. Don Ignacio Vélez, alcalde de la ciudad, también habló aquella tarde y las más distinguidas familias antioqueñas colmaron el salón.

Durante 50 años el hotel Intercontinental ha sido el punto de encuentro para empresarios, dirigentes, catedráticos y grandes personalidades que visitan la ciudad. Cuatro tomos con autógrafos y comentarios de figuras de la política nacional e internacional, expresidentes, cantantes, científicos, escritores y dirigentes empresariales hacen parte de sus ilustres visitantes.

Ávidos curiosos buscan el autógrafo, por ejemplo, de la cantante Madonna, quien estuviera alojada en el 2019.

Con una imponente entrada, con jardines de buen aroma e infinidad de colores se recibe al visitante. En su recepción hermosos búcaros con flores tropicales extienden el calificativo de Medellín, “la ciudad de la eterna primavera”. Gente sonriente, acento que engalana, ojos que deslumbran y respuestas acertadas le dan la bienvenida al huésped.

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Presente en La Feria de las Flores.

Amplios ascensores, cuartos ventilados, con grandes ventanas, camas rigurosamente tendidas, con almohadas de diferentes estilos y durezas para aliviar el descanso. No hay ruido exterior. Todo es confort.

En sus salones bien se puede disfrutar de una conferencia sobre temas cibernéticos, tecnología, administración o manejos políticos, como también puede ser una recepción empresarial, o, quizá un matrimonio, con el sonido de la mejor orquesta del país: El Combo de las Estrellas, que interpreta el tema “Medellín cómo te quiero”, himno de la Feria de las Flores.

Allí puede estar el embrujo.

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Un sentido de pertenencia con el hotel y sus huéspedes.

Sería imperdonable no pasar por sus restaurantes Fogón de Piedra renovado y con un concepto de cocina tradicional en un ambiente moderno; Pepe & Melanzane, con sabores auténticos de la exigente cocina tradicional italiana con una amplia barra de antipastos; El Cielo Classic donde el reconocido Chef Juan Manuel Barrientos hace una reinterpretación de la comida colombiana campesina, pero usando técnicas de la cocina francesa y un Café Juan Valdez, para degustar un café campesino o uno tradicional.

Pasear por la piscina, apreciar el azul del cielo y los verdes generosos de decenas de plantas de la región, brindan momentos de reflexión.

El hotel es gerenciado y liderado por Lili Santrich, una ingeniera industrial con amplia experiencia en hotelería y quien tomó la dirección en 2018, rompiendo paradigmas al ser la primera mujer en liderar un equipo de casi 300 colaboradores dedicados a ofrecer experiencias de alto nivel a todos sus visitantes.

Uno de los restaurantes del Hotel Intercontinental.

Su empuje originó que ese mismo año fuera destacado por los World Travel Awards, América Latina en la categoría de Mejor Hotel de Conferencias en Colombia, premio reconocido como los “Oscar” del sector turismo, que reconoce y recompensa la excelencia de la industria de viajes de negocio y turismo a nivel global.

Sobre los 50 años de labores, doña Lili es muy clara al asegurar: “Será un año para vivir la historia y agradecer, desde Movich Hoteles queremos invitarlos a vivir una experiencia única durante este homenaje que le queremos hacer a Medellín, porque es gracias a esta ciudad, su gente y la calidez de la región antioqueña, que hoy el Hotel Intercontinental es reconocido a nivel nacional e internacional, como el anfitrión del sabor, del turismo y de los grandes eventos”.

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Gastronomía por doquier.

La cadena 100% colombiana Movich Hotels, es, desde hace unos años, la propietaria y operadora del Intercontinental. Ha invertido más de 2.5 millones de dólares en remodelaciones y adecuaciones para mantener la vigencia a través de los años y seguir ofreciendo a sus clientes la mejor experiencia en cada visita.

“La ubicación estratégica del InterContinental Medellín –agrega doña Lili– y su amplia oferta de restaurantes y espacios para los huéspedes, como piscina, spa, sauna, gimnasio, salones de eventos, entre otros, son las características que hacen de este hotel uno de los más atractivos de la cadena, por lo cual es tan importante para nosotros que siga siendo ese ícono emblemático de Colombia”.

El hotel que en un momento quedaba lejos, ahora es el emblema de la ciudad, el inicio de la imponente Vía de Las Palmas, el comienzo para el túnel de oriente, el sitio ideal para aprender, conocer Antioquia y el epicentro de la “tacita de plata”, como se le conoce a Medellín.

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